lunes, 29 de diciembre de 2008

Galería Wer y otras exposiciones (I)

A la par de la Galería Antigua, en la misma manzana, la Galería Wer expone la obra de tres autoras diferentes entre sí pero que guardan objetivos comunes respecto al campo de las artes: producir trabajos con carácter estético sin olvidarse de los estatutos adquiridos durante su formación plástica.
Me refiero a la muestra con la que se cerró la conmemoración del X aniversario de la Galería anfitriona y clausuró el festival del visitante 2008. Se trata de Beberly Rowley, Germania y Olga Arriola de Geng.
Las dos primeras autoras han estado bastante alejadas de las galerías de arte de la capital y por ello se hace difícil visualizar las evoluciones por las que han pasado en la última década. En todo caso el perfil de sus propuestas gira por lo general en torno a la mujer, la belleza y la sensualidad natural que el género exuda. La línea, paleta y hasta composición, las identifica dentro de las escuelas norteamericanas. Grabado, escultura y otras expresiones técnicas las aúnan a Olga Arriola de Geng quien, dicho sea de paso, es una creadora sui géneris.
La señora Geng acaba de exponer en el Museo Nacional de Arte Moderno y su trabajo se exhibe en espacios privilegiados de la ciudad capital. En este caso se presenta como grabadora poseedora de figuraciones y coloridos que ha sabido hacer suyos a partir de una mezcla de técnicas convencionales y experimentales. Su aporte al campo de las artes abarca desde investigaciones etnológicas hasta aciertos en distintos campos de expresión entre los que caben la cerámica y vidrio. Por esos méritos recibió un galardón otorgado en 2008 como artista del año por la galería Wer.
Junto a ellas expuso Lily Palomo de Jauregui. Lamentablemente por lo concurrido de la inauguración no llegué a encontrar su trabajo. También hay que mencionar a la escultora Rae Frese Leeth, quien no aparece mencionada en la invitación, pero que trabajó un par de obras realizadas con Germania. Además hay que mencionar el salón que aquel espacio le dedica al ceramista cubano Orestes Sánchez quien fue invitado a participar con lo más reciente de su producción creativa.
De la Galería Wer hay que caminar hacia el Centro de Formación de la Cooperación Española. Allí se presenta Mirando Hacia el Sur, un montaje que, por sus características museográficas, se apega más al sentimiento artístico del presente. En esencia, el trabajo curatorial y las salas que lo albergan, están encaminados hacia la reflexión, confrontación de ideas y el conocimiento de la génesis de pensamientos que las concibieron. Es existencial e imposible que se salga indiferente del recinto.
Casa Santo Domingo también tiene una oferta de primer orden. Se trata de la retrospectiva del mítico Carlos Valenti y la colección que de él llegó a atesorar el doctor Manuel Morales. La misma se exhibe en la Sala Marco Augusto Quiroa y está provocando actividades paralelas como lo es la puesta en escena, próximamente, de Esto no es una Pipa (Carlos Valenti) de Eduardo Halfon.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Libros dulces y otras exposiciones

El establecimiento de Doña María Gordillo es uno de los puntos nostálgicos de la tradición gourmet del dulce nacional. Desde el proceso de producción hasta su venta en la histórica sala de ventas de la Antigua Guatemala, es aquella tienda la que conecta el imaginario con las memorias infantiles, recuerdos familiares y el mundo lúdico de los sentidos.
El libro que honra su trayectoria (y la de otros centros de carácter más popular) fue escrito por Miguel Álvarez y Julio Román, bajo el auspicio de G&T Continental.
Entre otros valores interesantes del documento, destacan los registros de pinturas de origen indígena que denotan la importancia que la dulcería posee en las culturas del interior. En este sentido, el tema permite abrirse hacia un espacio paralelo que perfila una parte esencial, positiva, de la personalidad nutritiva y mestiza nacional.
La revista Perspectivas de Arquitectura y Diseño No. 05 está dedicada a la firma que regentan los arquitectos Víctor Cohen y Guillermo Pemueller desde 1972. Además de una entrevista a ambos, vistas de construcciones de edificios y casas particulares, la publicación incluye un artículo dedicado a los dibujos de Arnoldo Ramírez Amaya, de Antonio Prado Cobos.
Bajo el título Proyecciones de Arte, Prado esboza contenidos de lo que pronto será un estudio más completo sobre la producción del artista citado. Acompañado de su análisis y el desglosamiento del trabajo, hay un anexo que puntualiza la atención hacia uno de los cánceres que está viviendo el mercado de las artes visuales: la falsificación de obras de arte. En este sentido el artículo obtiene otro cariz que invita a adentrarse en el tema. Efectivamente, hoy por hoy, la obra de Ramírez Amaya es burdamente falsificada.
Mientras los establecimientos artísticos de la ciudad capital se preparan para cerrar por sus vacaciones de fin de año, los de algunas comunidades del interior están listos para recibir vacacionistas con diversidad de ofertas. La Galería Antigua, por ejemplo, expone la obra de tres escultores contemporáneos: María Girón, Alejandro Leal y Arturo Maldonado. Girón y Leal exhiben regularmente por lo que no detallaré su trabajo. Sin embargo a Arturo Maldonado es muy difícil verlo exponiendo su obra más íntima.
Este artista es uno de los ceramistas más importantes del país y junto a Olga Arriola de Geng, formaron a una nueva generación especializada en la rama. Sus diseños se construyen bajo premisas estéticas modernistas en las que tanto el color como la composición juegan papeles de primer orden. La línea y el matiz son básicos en su producción. Las esculturas que muestra en esta ocasión denotan el alto sentido que Maldonado le da al movimiento y a la posición que el objeto ocupa en el espacio. En ellas propone desde las perspectivas que el escenario le brinda y la experiencia que como fotógrafo teatral posee. Es así como sus figuras antropomorfas adquieren un sentimiento especial y vívido… (Continúa)

lunes, 15 de diciembre de 2008

Tres libros muy especiales


La semana pasada se entregó —bajo el formato de libro— una compilación de documentos escritos por Roberto González Goyri. El trabajo, auspiciado por Adesca e impreso en Editorial Serviprensa, se dio a conocer al público con el nombre: Reflexiones de un Artista. Obra que se sustenta desde el pensamiento de un hombre muy ordenado cuyas propuestas creativas le valieron espacios privilegiados en la historia del arte nacional.
La variedad en sus contenidos, la manera sencilla, espontánea, clara y humana con la que González Goyri transmitió sus ideas, aportan mucho para el entendimiento de la ideología de su lapso de acción. Al mismo tiempo desvelan otras facetas de los perfiles intelectuales por los que el autor transitó. De este modo se hace fácil percibir su pensamiento respecto de las artes visuales y las múltiples variantes que exploró con éxito indiscutible.
En sus notas también hubo espacio para exaltar el trabajo de otros artistas nacionales y extranjeros. Entre muchos hay que destacar los realizados acerca de la labor de maestros como Dagoberto Vásquez Castañeda, Roberto Ossaye, Carlos Mérida, Arturo Martínez, Rodolfo Abularach, Humberto Garavito, Magda Eunice Sánchez y Luis Díaz. Material que se enriquece con otras temáticas como las relativas al Centro Cívico y la génesis de sus murales in situ o el discurso que escribiera para su última exposición en vida en el Paseo de los Museos de Casa Santo Domingo, pocos días antes de su deceso.
El otro libro fue publicado en el 2006 por Magna Terra Editores y entregado para conmemorar el 40 aniversario de la Universidad Del Valle de Guatemala. Se trata de la Antología de artículos de historia del arte, arquitectura y urbanismo de Jorge Luján Muñoz que, por ser un material extraído de distintos compendios dispersos, posee un valor documental relevante tanto para profesionales como para estudiantes e interesados en los temas que el tratado propone.
De modo claro, sin perder su esencia académica, el autor ilustra datos interesantes de arquitectura colonial como el fascinante edificio circular del Monasterio de Capuchinas o los componentes de planos de la ciudad de Santiago de Guatemala en la segunda mitad del siglo XVIII y hasta las observaciones sobre problemas que se presentan en la conservación de monumentos. Otros temas abarcan la arquitectura neoclásica en la Nueva Guatemala de la Asunción en manos de uno de sus primeros arquitectos Pedro de Garci-Aguirre.
En lo práctico se adentra en la relación comercial de obras de arte entre España y la Guatemala colonial. En lo visual presenta un valioso estudio acerca del miniaturista Francisco Cabrera y sobre la pintura del paisaje guatemalteco. Otro de los capítulos más interesantes es el de su propuesta sobre la tradición clásica durante los festejos establecidos por Manuel Estrada Cabrera: “Las Minervalias”.
El tercer libro fue entregado al público el jueves recién pasado, bajo el auspicio de la Editorial Galería de G&T Continental. La obra apela a nuestra memoria inmediata del paladar ya que trata sobre la historia de la dulcería de doña María Gordillo y otros centros productores de dulces típicos… (Continúa).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Casa Santo Domingo y 1649

El pasado 30 de noviembre Aquelarre Teatro Contemporáneo estrenó, en la nueva sala de Casa Santo Domingo, la obra 1649 del dramaturgo Rubén E. Nájera.
La pieza, premiada en los Juegos Florales Centroamericanos de 1989, destaca por sus contenidos y por la ficción que el autor crea a partir de sucesos y personajes reales como la inclusión del Capitán General, Don Diego de Avendaño o el extraño meteoro incandescente que apareció el 14 de abril de aquel año en los cielos de la capital Santiago.
En la historia implícita paralela, el gobierno español está empobrecido debido a múltiples problemas relacionados con el aparato que sostiene a la corona. Los administradores coloniales no manejan con la claridad necesaria el servicio a su soberano y la madre patria. Es por ello que en enero de 1648 se solicita al rey que autorice que el ayuntamiento cobre renta a los descendientes de los conquistadores y a los pobladores, para sufragar gastos. Contrariamente la iglesia local pasa por buenos momentos y es por aquella época que se está trabajando en enriquecer artísticamente los templos de Santo Domingo y San Francisco el Grande. Contraste en el manejo de fondos que Rubén Nájera deja ver en el desarrollo de su lectura. Amor, odio, venganza, desolación, templanza, son algunos de los sentimientos que surgen al paso en la evolución del trabajo actoral.
Nájera además de la dramaturgia sobresale por una basta producción de sólidos ensayos. Su obra teatral posee un sentimiento especial respecto del rescate de las artes escénicas serias de Guatemala. En este sentido no hace concesiones. Es por ello que distintos directores nacionales y extranjeros, han llevado a la escena trabajos como Historias para la hora del Baño, Quicab, El Huésped de Longinos (La Gran Noche del Mundo), Borreau, Sacra Conversación, Clitemnestra ha Muerto, El Monje y otras piezas entre las que también se encuentran creaciones dirigidas a los infantes. Nombres que no sólo le dan un sentido a la historia reciente del teatro guatemalteco, sino que lo fortalecen y le brindan contenidos formales.
El proceso de evolución del trabajo de 1649, su lectura y los posteriores ensayos, fueron acompañados por Rubén Nájera y otros profesionales invitados que nos ampliaron la panorámica y el contexto en el que se desarrolla la trama. Dimensión que se hace apreciable y que toma un sentido especial, cuando se presenta en un espacio como Casa Santo Domingo, en donde todas las referencias están a la mano y pueden ser percibidas de modo particular por el público. A estas dos instituciones de la cultura se suma un elenco que yo, como director de la obra, considero de lujo. Vallardo Díaz, Vivian Sánchez y William García Silva lo encabezan. Marcela Colom, Roberto Arana, Raymundo Rosales y mi persona (de Aquelarre). Y las jóvenes promesas Antoine Gely y Alexandré Alarcón (de Artestudio Kodaly). Todos contribuyen a crear la magia. Visite www.aquelarrecontemporaneo.blogspot.com

lunes, 1 de diciembre de 2008

Salón nacional de las artes visuales

El 17 de noviembre comencé una serie de artículos relacionados con el “Salón Nacional de las Artes Visuales” que interrumpí debido al sensible fallecimiento de Oswaldo Cercado.
En el primer artículo anoté que, para su existencia, se requerían políticas culturales claras, que la sala no estuviera sujeta a los usos de intereses de promoción social oficialista y que ésta se ajustara a las necesidades de la obra y no al revés que las colecciones se adecuaran a las del edificio. Hay que recordar también que aquella publicación y ésta fueron motivadas por una convocatoria que llegó desde el Palacio Nacional de la Cultura. ¿El objetivo específico? crear la base teórica en busca de la conservación de la colección existente y la difusión de ideas fundamentadas en el encuentro de valores contemporáneos en el campo de las artes visuales. El proyecto no es nada sencillo de lograr debido a los escasos fondos que los distintos gobiernos invierten en el Ministerio de Cultura y la educación a través y para las artes.
Entonces es en el presupuesto que sustente dicha sala en donde se puede visualizar otro renglón a considerar para su configuración. El tema conduce de la mano a la contratación del personal adecuado para dicha empresa y su independencia de los intereses ideológicos palaciegos.
Es obvio que un museo de esta naturaleza, que además contenga una galería de dimensión nacional, debe ser manejado por peritos en la materia y no por burócratas seleccionados por criterios que nada tienen qué ver con el universo artístico. Directores, curadores, museógrafos, restauradores, diseñadores gráficos, encargados capacitados de las salas… toda una batahola administrativa por la que nuestros gobiernos no han estado dispuestos nunca a pagar como corresponde.
A la par, la sala ideal debería implementar un centro de documentación voraz (por la exhaustiva búsqueda del material correspondiente y su proyección al público interesado), aunado a una videoteca bien equipada. Preguntas y disquisiciones que, como siempre, caerán en el vacío hay muchas ¿En dónde están los materiales que crearon y organizaron Víctor Vásquez Kestler o Dagoberto Vásquez Castañeda? ¿Será cierto que fueron quemados en el traspatio del Ministerio de Cultura hace unos años? Si no, qué bien, hay que reclasificarlos y llevarlos a donde se puedan estudiar. Tengo entendido que la pinacoteca de arte popular (que nada tiene que ver con la que se exhibe en el Palacio) no aparece por ningún lado.
Si se ha de hacer un museo con una colección que ya está rezagada en cuanto a trabajos contemporáneos, también tendrá que considerarse la adquisición de nueva obra para fortalecerla. Gran parte de la actual –de la cual hay que hacer una purga- o fue donada por los artistas o llegó recibida a cambio de pírricos premios otorgados en distintos certámenes nacionales. Si las preguntas son muchas, los compromisos son mayores y nada cosméticos. De paso se podría hacer mucho por fortalecer las artes escénicas, musicales y las letras. Hay que crear espacios de inclusión inteligente y no de inclusión romántico. Espacios de provocación y proyección de ideas (podría continuar).

lunes, 24 de noviembre de 2008

Oswaldo Cercado (Ecuador 1942- Guatemala 2008)

Murió Oswaldo Cercado… un hombre de pinturas y vinos. De espíritu colorido y festivo. Cálido, ameno y amante de Guatemala, tierra que supo hacer suya, honrarla y que respetó a través de lo pictórico.
Simpático, anecdótico, este creador supo dedicar espacio a la docencia mientras narraba historias que hacían correr los minutos y que, en lo personal, me hacen recordarlo con nostalgia.
Su formación la realizó en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil, entre 1957 y 1964. Cuatro años después expuso colectivamente en la Universidad de San Carlos, la Casa de la Cultura de Quetzaltenango, el salón de la Asociación de Periodistas y desde 1973, en la galería de arte El Túnel (entre otros salones oficiales, particulares o propios).
Su primera muestra personal en este país la realizó en la sala Enrique Acuña Orantes de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Poco antes de que se le otorgara aquel privilegio, le tocó demostrar sus habilidades al pasar por una prueba de fuego con varios y respetables artistas académicos. El reto le llegó porque estos autores le hicieron ver que dudaban de sus capacidades para realizar un paisaje bajo las reglas formales correspondientes a este tipo de expresión. Ya en la montaña, todos eligieron un punto de vista desde el que pudieran guardar la privacidad de su trabajo… comenzaron a desempacar los bártulos y a prepararse para hacer el boceto inicial y fijarlo, como se requería para luego aplicar color. En esas estaban cuando Cercado dijo que había terminado. A los otros no les quedó más remedio que volver a guardar sus materiales y reconocer que los había dejado gratamente impresionados.
Las interpretaciones que Cercado desarrolló respecto del paisaje guatemalteco no pueden calificarse como una evolución de la corriente. Fueron un aporte debido a que él propuso otros cánones de luz. A esa visión personal de la campiña ecuatoriana, se sumaron valores tonales –indígenas- desglosados de las peculiaridades regionales del altiplano chapín y sus sinuosas montañas. A ese paisaje académico opuso lo que él llamó su trabajo “de línea personal”. Se trataba de producciones cuya luz contrastante avasallaba por los colores intensos que irradiaba. En el caso de los nocturnos antigüeños, se apropió de matices que llegó a hacer suyos y que otros autores no han podido recrear.
Como retratista fue fiel y certero tanto en facciones como en las particularidades de quien posó para él. También rememoró fisionomías de personajes históricos como el Hermano Pedro, exhibido en el museo del mismo nombre en San Francisco El Grande y los retratos de Don Pedro de Alvarado y Beatriz de la Cueva, en el Hotel Antigua, entre otros muchos. Es quizás, en este ejercicio donde más alardeó de sus capacidades. Brochazos rápidos y tonos sobrepuestos sumaban volúmenes que substituían transparencias.
Dejo esta memoria para recordar que hay artistas, artistas y artistas –o sea, creadores de diferente índole- que merecen ser registrados para el futuro y reconocidos en vida por sus méritos. Descanse en paz maestro Cercado.

lunes, 17 de noviembre de 2008

SALÓN NACIONAL DE LAS ARTES VISUALES

Se podría pensar que esta sala existe -o ha existido- a lo largo de la historia reciente de las artes de Guatemala.
La idea de la misma o su conformación y la dimensión que debería tener, de ser una realidad, surgió como parte de los “conversatorios” organizados recientemente en el Palacio Nacional de la Cultura. Ejercicio que, aunque repetitivo por ciclos, sirve para hacer visibles las deficiencias oficialistas en materia artística, arrastradas desde 1821.
Variedad de temas fueron los que se abordaron. Por lo mismo, los registros de las reuniones son valioso material para analizar lo que distintos especialistas opinan respecto de temáticas de carácter histórico o de actualidad. Entre ellos se mencionó el de una galería nacional para el rescate del patrimonio reciente de los guatemaltecos. El tema se trató el 12 de noviembre.
A partir del respiro revolucionario de 1944, hubo nuevas iniciativas tocantes al desarrollo de las artes. Para aquel entonces, algunas salas hacían la función de galerías nacionales y en ellas se exhibían los trabajos de artistas emergentes y consolidados. Las dos más importantes fueron la Enrique Acuña Orantes (ENAP) y otra que operaba en un salón de la Oficina de Turismo. Una con recursos otorgados por los esfuerzos de los pintores y la otra, organizada a la brava. En el presente podrían incluirse, además de las citadas, la del Kilómetro Cero (Palacio Nacional), el activo Museo Nacional de Arte Moderno y la galería del Banco de Guatemala. Esta última, la única que cuenta, además de los recursos físicos, con un presupuesto que honra a quien expone en sus instalaciones.
¿Galería nacional? ¿Para qué? Una de las respuestas gira en torno al rescate, preservación y difusión del legado de más de 700 piezas que se custodian en las bodegas del Palacio Nacional, tildado románticamente, de la Cultura. Artículos que, según la persona que las catalogó (para que no sigan caminando hacia derroteros desconocidos), están en grave peligro debido a plagas y la ausencia absoluta de recursos para su preservación. A ello hay que sumar que las obras de arte están sujetas a los usos de un edificio que, por ser histórico, se convierte en un quebradero de cabeza para hacer guiones museográficos activos.
No se trata de no hacer nada. Esto es algo que dejó muy claro la intención de los organizadores del evento. Hay mucho trabajo por delante y para ello hay que abordar directamente algunos temas respecto de la función principal de tan esperado establecimiento. La voluntad de crear una política cultural eficaz y no entender esta sala como una bandera social para lucir trajes, joyas y hacer política (como siempre ha sido), es una de ellas. A partir de allí hay que caminar hacia la idea de hacer un edificio específico o comprometerse a que el existente funcione como tal y se prepare adecuadamente para las necesidades que corresponden a una institución tan específica… (Continúa).

lunes, 10 de noviembre de 2008

Dialma Smith (Final)

“Entre las anécdotas está la vez que Beto Navas le prendió una veladora a la Virgen para que nos ayudara a jalar público y por poco quema el teatro. Eso sí, después de eso la gente no cabía en el teatro.
”O la vez que Cromwell Cuestas, en ‘Camelot’, me pasó haciendo ojo pache mientras lo llevaban cargado frente a mí Guenevere la responsable de su muerte, supuestamente muerto. Tuve que esconder la cara entre las manos para que la carcajada que solté pareciera más bien un sollozo… Podría contar mil cosas sobre Fryda. Una de ellas tiene que ver con Alcira Goicolea, y quisiera referirla porque demuestra el ambiente que existía en nuestro teatro. Fryda y Alcira se llevaban muy bien... En una ocasión, la persona que tocaba el piano en la obra no pudo llegar, por lo que Dick llegó con Alcira para ver si ella no nos hacía el favor de tomar su lugar. A Fryda se le agrandaron los ojos -¿Y Alcira sabe tocar piano, pues?- me preguntó maravillada. ‘Como para que no’, le contesté, orgullosa de mi amiga, ‘Tiene un diploma de pianista que obtuvo en Roma, en la Academia de Santa Cecilia durante los años que su hermano fue embajador de Guatemala en Italia. Además es licenciada en historia. Y habla cuatro idiomas’. A lo que Fryda respondió, con su chispa usual: ‘Pues mire no más, y yo que creía que era tan ignorante como yo…”.
¿Cómo conjugó su papel de empresaria con el de actriz? “Pues sencillamente no lo conjugué. Por presiones de mi familia tuve que abandonar las tablas. No podía seguir haciendo todo lo que hacía en el teatro, ser madre y, además, empresaria. Especialmente porque no tenía la más mínima experiencia en los negocios. Tenía que renunciar a algo. Ciertamente no iban a ser mis hijos, que han sido siempre lo más importante en mi vida. Así que le dije adiós al teatro. Pero la experiencia teatral me ayudó mucho a enfrentarme con un mundo en aquel entonces muy machista y para mí desconocido.”
Y de don Dick Smith ¿qué nos puede contar? “Del actor y director de teatro no puedo decir nada, es el público quien debe dar su opinión. Pero como esposo puedo decir que es uno de los hombres más humanos que he conocido. Es una persona totalmente desinteresada, afable y humilde en lo que concierne. Jamás lo oigo juzgar mal a nadie y contadas veces hablar mal de nadie. No conoce la palabra envidia ni rencor. Sé de gente, no mucha por cierto, que lo ha criticado y le ha hecho daño y nunca le oí decir nada en contra de ellos. En diciembre cumpliremos cincuenta años de matrimonio: en todo ese tiempo nunca lo he visto tomado y, enojado, sí y no un par de veces. Jamás me ha levantado la voz, ni a mí ni a mis hijos. Es tan ecuánime que trata a todo el mundo de la misma manera: muestra la misma cortesía para nuestra empleada que para la persona más encopetada que conocemos. Ve siempre el lado positivo de todo y bromea constantemente; sin embargo de la única persona que se burla es de sí mismo”.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Dialma Smith

Ocurrente y con memorias muy precisas, la señora Smith nos presenta un panorama que por lo general se escapa a los registros usuales.
En suma son esos recuerdos, que los documentos no registran, los que conforman el escenario tras bambalinas que crean un imaginario paralelo de los artistas. Anécdotas, accidentes y situaciones, que no solo nos hacen vivir, si no que nos dan el sentimiento de pertenencia al teatro y nuestros amigos. Entre estas memorias está la primera vez que, en un recital de su maestra Ruth Jacobs, le tocó cantar en público…
“… A un cierto punto ella decidió hacer una especie de clausura (…) ante la presencia de familiares y amigos (…) Canté una canción de la obra que íbamos a representar con Dick. Ya de regreso a la casa, mi marido me felicitó. —No cantaste nada mal— me dijo, —pero lo mejor fue la postura que adoptaste para hacerlo, con la mano sobre el piano. Se veía bastante profesional—. Tuve que explicarle la verdad, no podía engañarlo. No era pose la mía, le aseguré. Me tuve que agarrar del piano porque si no me caía de lo mucho que me temblaban las piernas”.
Poco después vino “Mi Bella Dama”, una obra emblemática en los recuerdos de Dialma…
“(…)el actuar en Mi Bella Dama fue un placer inigualable para mí, puesto que sabía que contaba con el apoyo de mis compañeros. Para entonces ya había llegado a amar el teatro. Me fascinaba en todos sus aspectos (…) me dio la oportunidad, no solamente de conocer a fondo las obras de escritores, en algunos casos autores clásicos, sino de traducirlas, así como algunas canciones. Me encantaba diseñar los trajes, buscar telas para realizarlos, tallarlos. Tuve, además, la dicha de trabajar y llegar a conocer a personas encantadoras y, por encima de todo, a un cierto punto, pude cantar de manera espontánea, sin miedos ni complejos, gracias a la seguridad en mí misma que Beto Navas (mi profesor de canto después de que Ruth falleciera), me había infundido. El canto para mí, se había convertido en un nuevo, grande amor.
¿Quiénes fueron sus mejores compañeros?
“A todos los estimé, a cada uno por una razón especial, y por muchos sentí gran cariño. Pero a los que sentí más cerca de mí, fueron Fryda Henry y Beto Navas (…) Terminando de actuar en “Camelot”, me di cuenta de que me encontraba esperando mi cuarto hijo. Nació en marzo siguiente, por medio de una cesárea anunciada. La operación iba a tomar lugar a las 8 de la mañana por lo que ingresé al hospital la noche antes. Cuál no sería mi sorpresa cuando, a las seis pasadas, veo entrar a Fryda a mi cuarto. No me lo podía explicar, no solamente porque sabía que Fryda no era madrugadora, sino porque el hospital era muy estricto con las visitas fuera de hora(...). ¿Qué hizo para que la dejaran entrar? le pregunté. —“Pues dije que era su mamá”— ¿Y cómo se lo creyeron?” volví a preguntar, aún más sorprendida. “Después de todo sólo me lleva cuatro años.” Me dirigió una de sus mejores sonrisas picarescas. —“¿Y para qué soy actriz, pues?”— En esas estábamos cuando llegó una enfermera. —“Fíjense”— nos dijo, bastante agitada, —“que allá afuera tenemos un gran problema. Hay una señora que asegura que es su mamá, y nosotros le hacemos ver que no es posible porque su mamá ya está con usted. Y la señora está furiosa”— Nos vimos obligadas a explicar la situación a los encargados de la puerta, pero el encanto de Fryda logró conquistarlos y le permitieron quedarse con nosotras hasta que me llevaron a la sala de operaciones… (Continúa).

lunes, 27 de octubre de 2008

Dialma Smith (2a. parte)


Desde la semana pasada estoy llevando a mis lectores la entrevista que la artista Dialma Mini de Smith me concediera recientemente.
Carismática, aguda y poseedora de especial encanto, la señora Smith, respondió con sinceridad y humildad a lo requerido. Entre ello, la pregunta referente a ¿qué obstáculos encontró al inicio de su carrera en los años sesenta?
“… el más difícil de superar lo encontré nuevamente en mí misma. Comencé a pensar que quienes trabajaban con nosotros pensaban que yo obtenía los papeles principales por ser la esposa de Dick, que no me los merecía. Hecho que yo sentía algunas veces, pero que me resultó muy obvio durante el último ensayo de Mi Bella Dama. La obra constituía un gran reto para cualquier actriz, dejemos a un lado para alguien con poca experiencia como yo. Dick y yo teníamos una escena, solo los dos, muy dramática, que repasábamos en casa para no quitarles el tiempo a los demás. Por fin llegó la noche del ensayo general, en que tuvimos que incorporarla a la obra. Había mucho ruido en el teatro: la expectación por el estreno inminente y la discusión de los últimos detalles hacía que la sala pareciera un poco un mercado, pero en cuanto llegó el momento que Dick y yo nos quedamos solos en la escena, todo el mundo buscó una silla donde sentarse y reinó un silencio, para mí, aterrador. Era la prueba de fuego, le tenía más miedo a esa prueba que a la noche del estreno. Interpretamos la escena ensayada. Cuando terminó el silencio continuó. Yo sentía que los ojos se me humedecían: Debo haberlos defraudado, pensé. De pronto, todos, al unísono, comenzaron a aplaudir. Me encontraba tan aturdida, que me costó captar el sentido de ese aplauso, pero de allí en adelante, el actuar en Mi Bella Dama fue un placer inigualable para mí, puesto que sabía que contaba con el apoyo de mis compañeros”.
¿Cómo ha cambiado el panorama desde aquella época y qué variantes ha observado en el teatro chapín?
En cuanto a las variantes que he podido observar en el teatro desde mi época hasta ahora, diré que lo que más me impresiona es darme cuenta de la cantidad de jóvenes que aspira a trabajar en el teatro. Antes no era así. Había un prejuicio muy fuerte en contra de los actores. Y me alegra muchísimo que éste haya desaparecido porque demuestra que se está viendo la vida desde una perspectiva más amplia. Por otra parte, pienso que antes había más dramaturgos y muy importantes y muchos actores, muy buenos y de larga trayectoria. Había muchas obras de teatro en escena, a pesar de que los actores no podían ganarse la vida haciendo teatro, cosa que no sucede hoy en día. Además, por la naturaleza política de las obras, era peligroso participar en ellas. Eran los tiempos de la insurrección y, aunque la gente lo pensaba mucho antes de salir de sus casas, los teatros siempre contaban con público.

lunes, 20 de octubre de 2008

Un encuentro con Dialma Smith

Empresaria, actriz y cantante. Quienes la vieron en el escenario del Teatro del Puente, en el IGA y otros memorables espacios, la llevan en la memoria y el corazón.
Luego de un sabático excepcionalmente largo –casi veinte años- hay por fin una promesa de un retorno inminente a las tablas. Habrá que esperar poco menos de un año. Saliendo del formato usual de esta columna y con el afán de dejar un registro reciente, le hice algunas preguntas que comparto a continuación.
¿Cuándo y bajo que circunstancias se interesa hacer teatro en Guatemala?
“Dick (Smith), comenzó a colaborar con el Community Theatre, un grupo que producía obras únicamente en inglés, para poder conocer gente, hacer amistades. Poco a poco eso lo llevó a lo que ha sido desde entonces la pasión de su vida: el teatro. En aquel tiempo (principio de los años 60), Dick trabajaba en una finca, en la que pasaba la mayor parte de la semana. Cuando regresaba a la capital corría, ya sea a ensayar o a participar en alguna obra, de manera que ya casi no lo veía. Cansada de estar siempre sola me dije: ‘O me dedico yo también a la cosa esa, o me separo de mi marido’. Opté por lo primero”.
¿Qué dificultades encontró?
“El primer obstáculo que encontré fue en mí misma, en mi timidez extrema. Como sabrás, yo perdí la visión en un ojo desde muy niña: el ojo estaba allí, en mi cara, pero era deforme. Por lo tanto pensaba que aparecer en escena me estaba totalmente prohibido. Dick me convenció de que podía tomar parte en el papel de Titania, en la obra El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, que estaban por llevar a escena. Se iba a presentar en el teatro al aire libre, de manera que de tan lejos mi defecto no se notaría. Acepté. Luego, en 1970 me operaron. Hicieron un trabajo excelente y por primera vez en mi vida me vi y me sentí persona normal. Aún en plena recuperación, Dick comenzó a hablarme de la próxima obra que sería una musical con sólo dos actores: el y yo. Mamá me animó a que aceptara: ‘Así terminarás por quitarte ese complejo tonto que tienes’, me dijo. Y para rectificar su apoyo, nos ofreció el uso local donde Dick instaló el Teatro del Puente… Entonces encontré otro gran obstáculo. No éramos conocidos y éramos solo los dos en escena… La noche del estreno contamos seis personas en el teatro, una de las cuales era la señora que llegaba a lavar y planchar a mi casa. De mi familia, ya de por sí tan pequeña, solamente mi madre se encontraba allí. Fue duro. Pero no solamente me enseñó que the show must go on, como dicen los ingleses, sino que el actuar en un teatro semivacío me fue aminorando el miedo a la gente, cosa que me sirvió mucho en el futuro. Y, debo agregar, me ayudó no solamente en lo que al teatro se refiere” (continúa).

lunes, 13 de octubre de 2008

Tierra de Leyenda

En el Instituto Guatemalteco Americano se está presentando una obra teatral de carácter costumbrista.
La recomendación de la propuesta viene de la mano del nombre de su autor y director, Ricardo Martínez, y el elenco artístico y técnico que lo acompaña. El programa celebra, además, los meritorios 20 años del grupo Diez Junior.
Para dar orden a las ideas del párrafo anterior hay que arrancar esbozando un perfil de Martínez, su labor en el campo de las artes y la manera como enlaza sus habilidades creativas. Como pintor, pertenece a la generación del ochenta (el grupo MADERA), cuya expresión refleja un sentimiento especial hacia el color y distintos tipos de formas humanoides, antropomorfas o abstractas, plasmadas sobre tela. Experiencia que el autor ha sabido trasladar a todas sus escenografías. En el caso de Tierra de Leyenda, la trama se desarrolla dentro de una pintura del desaparecido artista Roberto González Goyri.
En el campo de la gestión y promoción siempre ha brillado como coprotagonista en la conservación del patrimonio cultural de la nación. A partir de su posición en el Banco de Guatemala, a la par de la visión y buena voluntad de sus colegas también sensibles al tema, la entidad se ha convertido en adalid en el rescate de nuestros valores artísticos en distintas áreas. Esta es otra coincidencia que se refleja tanto en la escenografía ya sugerida como en la temática del play. Es, entonces, desde las leyendas básicas que cohabitan en nuestra idiosincrasia, que Martínez propone un trabajo en que lo cotidiano y lo popular se mezclan con el misterio contenido en las historias de la Llorona, la Ciguanaba, el Sombrerón y los aparecidos, entre otras leyendas.
Con letras originales y musicalización también compuesta para la ocasión, la obra se ve fortalecida por la utilización de recursos y efectos que le dan un aire contemporáneo. Entre ellos, el que aporta el cortometraje “la leyenda del ayudante inesperado”, en blanco y negro, que corre y se resuelve en buenos términos. La narración la ejecuta nada menos que el historiador Héctor Gaitán y entre los créditos destaca una de las celebridades de la televisión nacional, el actor Tito Rivera.
El elenco lo encabezan artistas de primer orden como Bitty Herrera, Mario Roberto Galdámez, Sonia Marcos (quien además se hizo cargo de las coreografías) y Sergio Paz. Los cuatro con personajes muy bien estructurados en los que se dejan ver componentes de escuelas teatrales fundamentadas en el conocimiento de recursos formales aplicados a una amplia experiencia escénica. A ellos se suma, con buen pie, Brenda Santizo (quien se luce como eficiente comparsa en su desempeño con Herrera y Marcos). Debuta con ellos Roxana Morales.
Si bien la obra está sugerida en horarios para niños, en realidad ha de pensarse en ella como una propuesta para todo público. El esfuerzo de producir un trabajo nuevo, respaldado por tanto talento y con componentes únicos (en los que incluso cabe una pintura gigante en la que conviven títeres y humanos) no se ve en la escena guatemalteca muy a menudo.

lunes, 6 de octubre de 2008

Jaime Arimany

Uno de esos espacios de discusión y reciprocidad de ideas lo proporcionó el trabajo que realizó Antonio Tejeda Fonseca en las excavaciones arqueológicas que se realizaron en diferentes asentamientos de la república.
Con él viajaban en excursión otros autores entre los que aparecen, inclusive, autoras como Carmen de Pettersen. Existen infinidad de ejemplos que permiten conjeturar que Arimany también viajó y pintó in situ.
En Jaime Arimany se perciben hallazgos en cuanto al manejo de la luminiscencia. Por ello fue seleccionado para la exposición de Casa Santo Domingo el autorretrato donde él, a contra luz, resuelve los problemas correspondientes. En esta obra no sólo difiere en cuanto a estilo con el que realizó a su esposa, vestida de traje regional español, con un abanico en la mano, sino que se aleja de los dos desnudos contenidos también en el guión museográfico. Ese óleo resume su interés por “el resultado de la luz incrustada en sus cuadros” (Delia Quiñónez, 1994).
Sus bodegones, más que ejercicios académicos, atesoran contrastes de color aplicados en formas reconocibles pero no fehacientes. En este sentido y como se puede apreciar en su paisaje, comenzó a caminar hacia un sentimiento de síntesis afín a las tendencias que se estaban desarrollando a su alrededor durante el corredor democrático 1944-1954. Lo interesante es que supo ser fiel a sus motivos y ahondó en ellos hasta prácticamente unos días antes de su fallecimiento en 1995. No importaba en dónde se encontrara, si había pincel, soporte y pigmento. Pretextos siempre encontró. Ya en su estudio, ya en la naturaleza.
El color, fuerte, intenso, fue aplicado gestual y contundentemente. Es como que si el artista se hubiera propuesto terminar sus cuadros en pocos minutos para que los matices que veía no se transmutaran con el cambio de la luz. Empastes generosos se deslizaron sobre el lienzo, haciendo contornos de apariencia descuidada y nerviosa. Con lo denso provocó sombras y contrastes. Valiéndose de la suelta pincelada, colocaba las ideas para que el observador las leyera. En esto era impresionista. En esas creaciones cupo una nueva idea de figura humana que se alejó diametralmente de sus retratos de estudio. Principalmente porque el hombre podía percibirse como elemento del paisaje y no como protagonista.
Casas, algunas insinuaciones arqueológicas, cultivos, se suman a panorámicas en esta exposición. Siempre, integrados a una visión en la que no cabían individualidades porque todo era parte de un conjunto. Inclusive, cuando hay algún detalle que resalta por la posición que ocupa en el entorno, éste sirve para acentuar la idea de elemento de paisaje, sin que el resto pierda importancia.
La naturaleza, sus colores y su impacto. La paleta que utilizó fue rica. Es esa riqueza la que distingue, día con día, temas que reflejó incansablemente. De allí que podría conformarse un guión museográfico destinado a demostrar las innumerables variaciones por las que puede pasar una misma vista. De esta forma no sólo cuentan las rocas, los movimientos del agua, el crecimiento de arbustos o cultivos diversos

lunes, 29 de septiembre de 2008

Jaime Arimany

No hay documentos a la vista que permitan asumir las fechas por las que anduvo en las distintas escuelas en las que continuó su formación.
Sin embargo no es aventurado sugerir que los desnudos seleccionados para la exposición de Casa Santo Domingo fueran creados durante su estancia en Europa. Esto debido a las similitudes estilísticas que guardan con los realizados hacia 1930 por Antonia Matos (Academia de París).
Es interesante comprobar, pese al tema del desnudo tan similar, las diferencias en las pinceladas y composición de estos dos artistas. Habrá que recordar que ambos siguieron más o menos el mismo camino y que en su educación influyó, de modo determinante, su experiencia de estudiar en el extranjero.
En Guatemala, en 1928, pasaría a ser cofundador y parte activa del grupo TRIAMA. Nombre surgido de las iniciales del apellido de los artistas que lo integraron: Antonio Tejeda, Ovidio Rodas, Rigoberto Iglesias, Jaime Arimany, Óscar Murúa e Hilary Arathoon, todos ellos, máximos exponentes de la corriente paisajista del país. En 1930 expondría en la ENAP (Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala). De ser correcta esta fecha, el director de la entidad era, en aquel momento, Humberto Garavito. Otros documentos personales sugieren que fue una década después.
¿Por qué es importante resaltar este encuentro? Bueno, porque Humberto Garavito fue el paisajista más visible del siglo XX y una de las mayores influencias de la expresión. Sin embargo, los listados como miembros de TRIAMA y en este caso específico, Jaime Arimany, parecieran haber desarrollado particularidades que los alejaron del estilo en el que se expresaba Garavito y esto se puede calificar como una evolución hacia nuevos derroteros. Hay que interpretar este encuentro, que de todos modos se dio, como una motivación hacia la búsqueda de elementos que aportaran nuevas visiones para la disciplina.
Años más adelante —¿hacia 1942 ó 43?— pasaría a ser parte fundadora de la agrupación “Arcada”. Allí compartió de nuevo con Tejeda, Rodas, Iglesias y Murúa. Además estarían con ellos Leopoldo Alcaín, Federico Schaffer, Alfredo Gálvez Suárez, Humberto Garavito, Enrique de León Cabrera, Miguel Ángel Ríos y José Luis Álvarez, el único superviviente del grupo listado. Álvarez es considerado el último de los “maestros de la luz impresionista” de Guatemala.
Lo más interesante es entender cómo todos esos paisajistas encontraron el tiempo para proponer en momentos poco favorables para cualquier tipo de expresión artística que no perteneciera al entorno oficial o a las nuevas corrientes que ahondaban otros artistas de la generación del cuarenta. Los documentos relacionados a Garavito suelen indicar que este artista fungió como maestro e influencia de los listados. Probablemente ese fue el caso de los más jóvenes. Lo que sí es obvio fue el intercambio de ideas que fue fortaleciendo la producción de algunos de los involucrados. Uno de esos espacios de discusión y reciprocidad de ideas lo proporcionó el trabajo que realizó Antonio Tejeda Fonseca en las excavaciones arqueológicas que se realizaron en diferentes asentamientos prehispánicos de la República.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Lily y Alicia...

En mayo de 2008 me tocó vivir una oscura experiencia que me llevó de la mano para escribir la obra de teatro Lily Monster. Trabajo que uní a otro ejercicio que había realizado hace unos doce años llamado Alicia en el País de las Maravillas.
Este último fue dirigido por Consuelo Miranda en 1997 como cierre de un curso de teatro avanzado que ella dirigía en Artestudio Kodaly. Los resultados no dejan de sorprenderme y agradarme ya que el público y los medios de comunicación acogieron positivamente la propuesta. Una obra de esta naturaleza –explora la bipolaridad, esquizofrenia y las alucinaciones- no hubiera podido llevarse a escena sin un elenco muy especial. Es de éste, el valioso material humano, de quien quiero dejar un registro debido a que ninguna de las entrevistas y reportajes se ocupó mucho de él.
Por empatía, admiración y respeto a su capacidad histriónica, Vivian Sánchez se ha convertido en una de las actrices invitadas de forma permanente a las obras en las que estoy involucrado. Su manera de acoplarse a las instrucciones dictadas desde la dirección y el poco tiempo que hay que dedicarle para la concepción de sus personajes, la hacen la profesional ideal para desempeñar distintos roles, sin importar el género. Lo mismo se puede decir de Rochy Arce. Su porte camaleónico, el compromiso con el que se adentra en sus papeles, sorprendentes visiones en los contenidos del guión, aunado a una chispa, carácter y memoria muy especiales, la definirán dentro de la historia del teatro nacional sin lugar a dudas.
Ana Lilian Silva, compañera de tablas por muchos años, aportó algo más que su actuación en el play. Escribió una alegoría sobre la muerte con la cual cerré Alicia en el País de las Maravillas para dar un color muy distinto a algo que, una década atrás, había sido tratado por la señora Miranda como comedia. En la dinámica y en consonancia con Silva el desarrollo de su personaje se luce el adolescente Luis Pedro Sosa quien lleva al público por un clímax en el que el miedo es el coprotagonista. Ambos saben apropiarse del momento y emocionar al público. Como personaje misterioso, eficaz y sensual, queda entre ellos la figura silenciosa de Patricia Salvatierra quien matiza su trabajo desde perspectivas intuitivas valiosas.
De los Aquelarre, el grupo al que pertenezco ¿qué puedo decir? Daniela Castillo, Julio de León, Raymundo Rosales, Roberto Arana y Marcela Colom están transitando por una vía muy particular. Se trata del teatro de búsqueda y con ello están aportando ideas y energías que no solo revitalizan las mías, si no que me obligan a seguir buscando para darles a ellos yo también. Si quieren saber más de nosotros entre a aquelarreteatrocontemporaneo.blogspot.com.
La última función de Lily Monster y Alicia en el País de las Maravillas será el día de mañana, a las 20.15 horas en el teatro del IGA. Luego, si la economía lo permite, iremos en diciembre a la República Dominicana a un Festival Internacional.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Jaime Arimany

Casa Santo Domingo está presentando, desde el sábado 13 de septiembre, una retrospectiva del paisajista Jaime Arimany… Arte visual guatemalteco.
Las historias individuales que sostienen su presencia a lo largo del siglo pasado, tan limitado en documentos razonados, siguen tomando forma con este tipo de presentaciones. A partir de la aparición de coincidencias, aportes o peculiaridades, se desvelan y enlazan trabajos de artífices que crearon tanto desde perspectivas individualistas como grupales.
Pese a la escasez de espacios expositivos en la primera mitad del siglo XX, la falta de mercado y de condiciones visibles para el desarrollo cultural artístico en la nación, sus protagonistas hollaron con constancia el terreno empujados por el afán de exponer los productos de sus habilidades. Jaime Arimany pertenece a ese bloque. Si le hubieran dado a elegir, probablemente hubiera optado por ser pintor y no empresario. Sin embargo no tuvo expectativas para sobrevivir holgadamente de lo que hacía en el primer campo profesional (como todos sus contemporáneos) y se convirtió en un prominente hombre de empresa, cabeza familiar que, además, era artista. Como muchos halló el tiempo y con pasión creó un numeroso legado del cual se exhibe, en esta ocasión, una mínima parte. Apenas cuarenta y tres lienzos. En estos óleos es posible apreciar elementos suficientes para visualizarlo dentro de un contexto y proponerlo como uno de los paisajistas más relevantes de su tiempo.
El caso de Jaime Arimany es muy interesante debido a la longevidad de su carrera y los numerosos ejemplos pictóricos que le sobreviven. Trayecto que se puede rastrear desde inicios de la década de 1920, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). Aunque los documentos de la entidad no dejan claro en qué momento fue inscrito, su ingreso tuvo que haberse efectuado antes de 1924, cuando era apenas un adolescente. Él aparece, ese año, en una foto de promoción junto a otros autores entre los que se destacan los nombres de Antonia Matos, Salvador Saravia y Óscar González Goyri. Es sugestivo verlo registrado a la cabeza del glosario -no alfabético- de los “alumnos distinguidos” en la Revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Otra posición que le coloca en un momento vital de las artes del país.
La fecha permite, entonces, localizarlo como parte de la tercera generación de paisajistas guatemaltecos de la centuria, a la par de otras fulgurantes figuras dedicadas a la exploración y desarrollo del “realismo regionalista”. Relación que facilita identificar el tipo de formación inicial por la que pasó. Más adelante continuaría especializándose en la Academia de San Carlos (México), la Ottis (Los Ángeles, EE. UU.) y la Academia Grand Jaumeri (París, Francia). Hacia 1940 ya había participado en varios cursos organizados por el Museo Metropolitano de San Francisco (EE. UU.). También, en ese momento, obtuvo el Gran Premio Internacional otorgado por The Arts and Crafts Club (New Orleans, EE. UU.), institución de la cual pasó a formar parte activa como miembro (continúa).

lunes, 8 de septiembre de 2008

Funsilec

Son muchas las entidades que aportan beneficios a la sociedad a partir de actividades relacionadas con el arte. Por lo general artes escénicas y visuales, sirven de gancho para atraer a un tipo de público muy particular: aquel que atesora o asiste a un evento con la intención de ayudar.
En las artes plásticas se maneja con mucho éxito la modalidad de las subastas o, como en el caso de la Fundación para la Superación Integral de Menores con Lesión Cerebral, Funsilec, las exposiciones-venta. Estas tribunas redundan en múltiples beneficios. Entre ellos está que hacen visibles a cierta porción de artistas que exploran técnicas y estilos considerados como tradicionales por los más conceptuales. Asimismo, a través de sus catálogos, se convierte en centro de registro de las modas expresivas por las que transitan los autores convocados. En otras palabras, juegan un papel fundamental como elementos de promoción y al mismo tiempo, a manera de fuentes referenciales. Estas convocatorias son por invitación.
Cinco años han pasado desde que Funsilec organizó por primera vez esta exhibición. Su proceso de maduración, aunado a la selección –o curación- de lo que exhibe al público, le va otorgando su espacio dentro del conglomerado institucional que se dedica a esta forma de recaudación pero… ¿Cómo se organiza un evento de esta magnitud para que sea rentable y confiable? Bueno, eso depende de los padrinos y la conciencia con la que se apliquen para alcanzar las metas. En el caso de los artistas hay que señalar que entre más concientes estén de la importancia que juegan en la producción de fondos, más van a poder colaborar. Este año la entidad le dedica un espacio especial a la obra creativa del artista Elmar René Rojas. En el pasado fueron objeto de la misma deferencia Magda Eunice Sánchez (quien incluso se interesó en conocer el centro), Ramón Ávila y Efraín Recinos.
Por el otro lado hay patrocinadores que han llegado a dar una mano debido a la seriedad con la que sus promotores visualizan la actividad. Sin perder de vista el entendimiento de la dimensión que posee la empresa: conseguir recursos para programas educativos que mitiguen las deficiencias de niños con serios daños neuronales. Trabajo que en el presente se está materializando en un centro específico para su desarrollo educativo.
El trabajo es agotador y, por supuesto, la misión siempre cuesta arriba. Es así como Funsilec mantiene una acción febril que la ha llevado a organizar bingos, charlas de diversa índole, cadenas de pizza, fiestas, conciertos y cuánto se les ocurra. Todo ello se traduce en métodos integrales para el desarrollo de habilidades, métodos de oxigenación del cerebro, terapias a partir del contacto con la naturaleza y un repertorio de programas específicos e individuales elaborados según el perfil individual del educando. Además de caro, sus aplicaciones son lentas y descorazonadoras, pero siempre brindan frutos. Aún así el espíritu de estas madres no se apaga.

lunes, 1 de septiembre de 2008

La ENAP (2ª. Parte)

Ochenta y ocho años han pasado desde su fundación en 1920. Como todas las escuelas de arte oficiales del país, superando carencias con imaginación y voluntad infinita.
Luego de publicada mi columna del lunes pasado recibí algunos e-mails pidiéndome que amplíe algunas ideas vertidas en ella. Entre esos pensamientos, lo relativo a los estudiantes que ingresan a la academia y las condiciones en las que lo hacen.
Por la manera en que se le ataca, la ENAP pareciera no haber sido nunca el universo ideal para la enseñanza, ha funcionado en distintas épocas como un imán para postulantes de todas las regiones del país. Por ello es muy fácil encontrar entre las promociones de educandos un conglomerado pluricultural, multiétnico y plurilingüe, muy complejo. Circunstancia que complica la panorámica docente ya que además de necesitar maestros atípicos y sensibles al arte, deben poseer una disposición extra para mantener la motivación de sus pupilos. Cualquier estudio que obvie este perfil está condenado a hacer fracasar el objeto del mismo: el futuro de los estudiantes.
Si bien la buena intención es que se formen integralmente, la meta será procurar no distraer el impulso vocacional de un selecto grupo de muchachos que, temprana e inusualmente, saben lo que van a hacer el resto de su vida. Punto en el que aventajan a muchos otros estudiantes de educación media de su misma edad.
Por supuesto, hay que implementar nuevos conocimientos. El arte hoy ha evolucionado hacia otros derroteros que es necesario conocer. También hay que tener presente que las nuevas tecnologías expresivas no borran ni substituyen las del pasado. Los artistas tienen que saber hacer una línea recta, las bases de la escultura tradicional, la psicología del color, en fin. Por el otro lado los problemas inmediatos de la ENAP son muy sencillos: necesita presupuesto para operar.
Maestros que trabajen dentro del campo conceptual y lleven a los neófitos por su senda ya están dentro del plantel. Sin embargo la amenaza de corte de luz o la falta de pago de la línea telefónica son problemas de a diario (y no hablo solo de la presente administración). Bajo estas circunstancias ¿es válido decir que no operan a tope por incapacidad?
En otro orden de pensamiento, hay que entender que materias como la química, por supuesto sirven en su formación. Los restauradores de patrimonio deben manejarla para no destruir los trabajos que estén en sus manos. Matemáticas, pues además de desarrollarles la lógica, puede servirles para intervenciones espaciales de distinta naturaleza. Probablemente estos conocimientos lleguen durante la especialización que decidan seguir en su camino. Y es allí donde las alianzas estratégicas pueden funcionar. ¿Qué pasaría si especialistas del Instituto de Antropología e Historia o del Consejo Para la Protección de la Antigua Guatemala entraran a impartir cursos específicos? Esto no solo beneficiaría a los alumnos y maestros, sino que redundaría en otro tipo de profesionales. El tema da para mucho ¿verdad?

lunes, 25 de agosto de 2008

¿Perspectivas para la ENAP?


Muchos años han pasado desde que se fundara por golpe de suerte la hoy ENAP.
En efecto, un ministro de Instrucción Pública sensible —Dr. Arroyo— y tres artistas inquietos: Hernán Martínez-Sobral, Jaime Sabartés y Rafael Rodríguez Padilla, consiguieron que del 10 de mayo de 1920 el presidente Carlos Herrera firmara el acuerdo que permitió organizar al primer personal que laboraría en la institución.
Anatomía y perspectiva fueron los cursos que impartieron Martínez-Sobral y Sabartés. Rodríguez, su primer director en funciones desde el 22 de abril de ese año, enseñó dibujo y escultura. Los resultados redundaron en una promoción que aportó nombres de primer orden para las artes visuales de la nación, como Antonia Matos, Jaime Arimany o Salvador Saravia.
Pese a este comienzo halagüeño, los problemas para mantener a flote esta casa de estudios se hicieron patentes inmediatamente. Apenas el 15 de mayo, cinco días después de la firma del presidente, un nuevo ministro se oponía a su funcionamiento, para lo cual argumentaba trabas de todo tipo, las cuales fueron denunciadas por la Prensa por Rafael Rodríguez Padilla. ¿Qué fue lo que sostuvo en aquel entonces la precaria situación de la escuela? ¿Vocación?
Han transcurrido ya 88 años y los problemas de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) parece que no han cambiado demasiado. Como si fuera una piñata a la que todos quieren dar de palos para ver si cae algún dulce. Aunque ahora hay un equipo impresionante que regaló Japón, es imposible sacarle mayor provecho. ¿Son malos los maestros que laboran allí? No y nunca lo han sido. Sin embargo, habrá que preguntarse cómo se puede motivar a un equipo docente recibe un sueldo cada seis meses, luego de interminables trámites, sin vacaciones pagadas, IGSS y sin prestaciones a las que tendrían derecho por los servicios que prestan. ¿Ah? Empecemos por allí.
Las consultorías han reafirmado algo que se sabe desde hace mucho tiempo: es necesaria una reforma curricular. Sin embargo, ¿de dónde saldrá la plata para realizarla? ¿Qué maestros —que encima tienen que ser muy específicos— quieren trabajar bajo las condiciones descritas? Hace falta, claro, que los muchachos que ingresan cada año puedan equipararse para optar a las universidades del sistema, pero ¿cuál es la formación que estos adolescentes traen de las escuelas del interior del país o de las de la capital?
Todo son interrogantes y lo peor es que, pese a tanta buena intención, no hay respuestas inmediatas porque no existe voluntad política de hacer las reformas de manera adecuada. Solo promesas.
Sin embargo, llama la atención que, pese a todo, los artistas que pasan por sus empobrecidas clases salen a flote. Estos, hoy igual que hace casi 90 años, compensan tanta precariedad con ideas renovadas. Basta dar un vistazo a los catálogos que registran su paso por las bienales, subastas y exposiciones, para comprobarlo. ¿Dónde estudiaron artistas como Enrique Castillo, Fátima Anzueto, Benvenuto Chavajay o Mario Santizo? Pues en la ENAP. El listado es grande y muy visible.

lunes, 18 de agosto de 2008

Museo Numismático de Guatemala


En otras ocasiones le he dedicado espacio a la labor que el Banco de Guatemala realiza en la conservación y difusión del patrimonio nacional bajo su custodia.
Respecto al manejo y conciencia de sus fondos artísticos, es casi la única organización estatal que invierte en sus legados y alcanza con esto, resultados que otras entidades no poseen (ya por falta de imaginación o por la escasez de recursos económicos). Si bien existen distintas pinacotecas oficiales, es esta la que se ha responsabilizado de proyectar su repertorio dentro de los cánones esperados para cuidar algo que es de todos los guatemaltecos. Desde programas educativos, hasta registros como libros y artículos específicos en publicaciones diversas, a la prevención y hasta restauración de sus murales e históricos edificios, lo convierten en una institución única a imitar.
El banco puso a disposición del público, en 1996, el Museo Numismático de Guatemala con resultados admirables. Ubicado en el corazón del Centro Cívico, en lo que fue la zona de cajas generales y la bóveda de caudales, esta sala transporta al visitante por distintas etapas de la historia del país hasta aterrizarlo en el presente. Al mismo tiempo aprovecha el espacio para crear una sala digna en la que se le rinde homenaje al pintor y muralista Carlos Mérida.
A partir de seis ejes temáticos: Época Prehispánica, Época Colonial, Independencia y Federación Centroamericana, Época de la República, Banco Central y Banco de Guatemala, el guión museográfico trasmite nociones históricas desde una perspectiva atractiva y dinámica. Y es que aunque el objetivo de su creación gira en torno a la moneda como objeto de valor intercambiable, los elementos que acompañan la presentación dejan ver un país que en muchos aspectos se perdió en la memoria del tiempo.
Entre las rarezas que se exhiben están las fotografías de la antigua penitenciaría, cuyo solar ocupa hoy buena parte del edificio. A ellas se suma una panorámica del Parque Central antes de 1892, en la cual es posible apreciar el aspecto que tenía el área por aquellas fechas. Eso, entre otras visiones particulares que crean un ambiente eficaz para revestir el contexto en el que el dinero de cada época se movía.
El museo, entonces, es un mapa del progreso de la nación. Entre maquinaria de diversa índole (ya sea para troquelar o para diseñar monedas), obras de arte (pinturas de Alfredo Gálvez Suárez; la escultura del presidente Orellana, de Rafael Rodríguez Padilla: o las recreaciones de Tache Ayala y las alegorías mayas de Mayra Klée), enseres de lujo (como los objetos personales, cuajados en joyas, del presidente Justo Rufino Barrios, entre muchas otras), la visita es un verdadero deleite. También es una buena oportunidad para acercarse al delicado trabajo correspondiente al diseño de papel moneda y otros títulos monetarios, el cual en algún momento se realizó en el extranjero con lujo inigualable. Cabe mencionar el refinado trabajo del tallador de la Casa de la Moneda, Juan Bautista Frener. El museo se localiza en la Plaza Carlos Mérida, en la 7ª avenida 22-01 zona 1 y el sitio desde la Internet es www.banguat.gob.gt.

lunes, 11 de agosto de 2008

EVOLUCIÓN… HECHO EN GUATEMALA

Hace siete años, Ana Silvia Ramírez (directora del Instituto Guatemalteco Americano), invitó a las artistas que conforman este grupo para mostrar al público sus acuarelas. Aquellos trabajos no dejaban de ser académicos en cuanto a la utilización de recursos pero, esto es importante, había algo que las diferenciaba del resto de pintores y pintoras amateur. Tenían conciencia de lo que estaban haciendo y se divisaba una búsqueda responsable hacia otros derroteros que hoy son una realidad bien distinta.

Las Hecho en Guatemala han pasado su carrera sin gozar del favor de críticas bien fundamentadas. Cuando éstas han aparecido fueron revestidas de aspectos furibundos y a veces, hasta misóginos. Esto porque se enfocan en perfiles periféricos -respecto a su rol diario como mujeres- sin abordar, frontalmente, los elementos que componen las obras que producían. De allí surgió el término que Daniel Schafer subrayó positivamente. “Doñitas que pintan”. Como conjunto adquieren fuerza al encontrar eco desde su mayor fortaleza; el género. Es desde esa visión de amas de casa, profesionales y artistas, que han sabido conjugar una producción honesta matizada en la utilización de conocimientos tradicionales y contemporáneos. En su imaginario estético no hay nada hurtado a los magazines de moda creativa. Ellas son quienes son y desde allí proponen con seguridad y una fuerza inusitada.

Evolución. No se me ocurre una mejor palabra para describir el proceso creativo del colectivo femenino Hecho en Guatemala. Su continua avanzada surge de una plena conciencia de adquirir estructuras formativas, aunadas a un conocimiento pleno de pertenencia de una cultura sincrética, muy particular; la chapina. Como autoras, en constante encuentro de lenguajes, es obvio que poseen influencias externas e internas, de otra manera, no funcionarían como sociedad que intercambia ideas. Al mismo tiempo plantean la resolución de las problemáticas técnicas que se les presentan.

Aciertos y propuestas para sus lenguajes. Entre los maestros más visibles por los que han pasado se encuentran grabadores de primer orden como Anacleto Camey, Moisés Barrios y La Torana. Asociación, esta última, con la que guardan la coincidencia de haberse organizado más o menos al mismo tiempo hacia principios de siglo. Por ello, se les quiera reconocer o no, ambos colectivos son protagonistas de las realidades artísticas del país. Cada conjunto, claro está, desde sus particulares circunstancias.

Es así como la obra no sólo es el desglose e inventario de sus propios hogares y ajetreadas vidas. Es parte de un perfil muy bien delineado de ansiedades internas, estéticas y formales. Incertidumbres que incluso provienen de la visión urbana en la que se mueven como madres y esposas que administran sus espacios o el modo como perciben el entorno inmediato sin caer en las incidencias obvias de sus correligionarios. En lo técnico, como siempre, saben hacer uso de las herramientas a su disposición. En pocas palabras, son limpias y pulcras en procedimientos y resultados. Sus Xilografías e intaglios del presente lucen, por lo tanto, como productos acabados desde las perspectivas que se esperan para exponer al público.

lunes, 4 de agosto de 2008

Un espacio para la locura


El teatro es uno de los tantos escenarios expresivos para desarrollar ideas que, en el mundo normal, pueden ser interpretadas como resultado de la locura.
Curioso, porque ese universo de “cordura” es el que nutre la imaginación de los dramaturgos para exponer las demencias observadas desde la realidad. ¿Qué es lo que lleva a un individuo a subirse a una tarima y hacer cosas que no harían otras personas bajo ninguna circunstancia?
Ser actor (o director de teatro), en Guatemala, es parte de una actividad que no necesariamente puede ser considerada como lucrativa. Esto último depende del género que los involucrados decidan seguir y de su público objetivo. Sin despreciar el espectáculo instantáneo de los cafés teatro o a los artistas que lo desarrollan —ya que también poseen sus méritos— es inevitable hacer notar que las propuestas serias escasean en nuestro medio, aunque eso no sea del todo cierto.
Durante más de un cuarto de siglo, me ha tocado trabajar con (y a la par) de talentos que están luchando por hacer realidad sus sueños. En el presente niños, adolescentes y adultos comparten conmigo un difuso firmamento, que ocupa noches completas durante meses, y luego, cuando hay espacios disponibles, los viernes, sábados y domingos. Otro tipo de diversiones quedan en un segundo plano debido a que el show siempre es lo más importante. De la mano viene la necesidad de expresarse.
La semana pasada, especialmente, pude ver —conmovido— el esfuerzo de los elencos de las dos obras que tenemos en escena. Los niños, ya en los escasos descansos o marcajes técnicos, hacían sus deberes escolares mientras luchaban con el sueño. Los adolescentes, entre los que cuento con artistas que simultáneamente trabajan en otras producciones, camuflando su cansancio y proyectando lo mejor de sí mismos, para —lo que parece imposible de creer— reforzar las acciones de nosotros, los agotados adultos. Sumado a eso, la satisfacción de contar con colegas que, con su experiencia, le siguen sumando valores a los productos creativos que le llevamos al público. Ni se diga, lo especial, que tienen que ser padres, esposos y empleadores para entender las largas ausencias de los protagonistas.
Dos obras; no es la primera vez ni la última (el jueves próximo continuamos con los ensayos de una tercera, 1649 (original de Rubén Nájera), más adelante el Tenorio (dirigido por María Teresa Martínez) y después otro proyecto de Mayro de León. Más de 20 actores —lo que sí es una proeza, ya que hay que ser mago para conjugar temperamentos y horarios disímiles— están ya en el escenario con los Cuadros de Humor y Amor al Fresco. Pero mañana, sin demeritar la propuesta que estrenamos el viernes pasado, es que lucimos nuestro platillo principal: Lily Monster y Alicia en el País de las Maravillas. Drama en el que conseguimos crear un espacio especial para el arte, a partir de referentes como la bipolaridad, esquizofrenia y las alucinaciones.

lunes, 28 de julio de 2008

LO QUE EL VIENTO NOS TRAJO


En 1900 se vivió un cambio de siglo y el nacimiento de una frontera histórica. Juan Carlos Lemus nos regaló, en Revista D del 20 de julio, un artículo en el que evocaba una época que “el viento se llevó”. Tiempo de damas y caballeros, en que la respetabilidad de la palabra era la base de cualquier arreglo.
La visión de Lemus nos llevó de la mano por una Guatemala cultural y familiar, muy diferente a la que se vive en el presente. En la capital de aquel momento, además del Teatro Colón, había espacios dedicados a las artes escénicas y, desde 1895, ya se veía cine esporádicamente. Los hermanos Lumiere habían patentado su invento apenas seis meses antes. El país no solo estaba a la moda sino había un incipiente semillero que auguraba un futuro halagüeño.
En lo visual, varios jóvenes daban sus primeros pasos en la consolidación de sus carreras. Entre ellos destacan nombres de Autores como Julio Dubois, Agustín Iriarte, Ernesto Bravo, José Cayetano Morales, Domingo Penedo o Enrique Acuña Orantes. Todos ellos relacionados con el traslape de siglos y, lo más importante, formados durante el temporal empuje que el presidente Reyna Barrios le dio a las Bellas Artes entre (1892 y 1898).
Fue en el desaparecido convento de San Francisco, bajo la tutoría de Santiago González, en donde algunos de ellos se interrelacionaron con autores aún más jóvenes, que serían la base de lo que se desarrolló en el siglo XX. Entre ellos nombres vitales como Carlos Valenti, Rafael Yela Günther, Hernán Martínez Sobral y Rafael Rodríguez Padilla (estos dos últimos, fundadores de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en 1920). Todos, más tarde o más temprano, continuaron su formación en Europa. Carlos Mérida, se sumaría a la lista a finales de aquella primera década. El resto es historia, saltemos cien años.
La tendencia indica que las fechas más simbólicas cierran y abren círculos. Y éstos, ya sea por la carga psicológica que conllevan, tienden a parecerse, y brindar resultados similares. Si nos vamos al cine, es posible apreciar que ahora existe una industria naciente que da sus pasos con fuerza, y que promete convertirse en algo grande. Los escritores pasan por buenos momentos, y algunas editoriales nacionales (e internacionales) mercadean sus escritos con relativo éxito. Músicos, actores y bailarines también se desarrollan dentro de procesos aceptables, y algunos, inclusive, poseen carreras notorias en el extranjero. En las artes visuales del siglo XXI el fenómeno no se queda atrás.
Y acá regresamos al trabajo de Juan Carlos Lemus, y su visión para pronosticar que en el futuro se podrá narrar que en la 7a. avenida y 12 calle, en el 2008, era posible encontrarse saludándose de una manzana a la otra a un pintor llamado José Andrino con el escritor Eduardo Halfon. Al mismo tiempo, en la esquina, ver al músico Andrés Castaño comprar un “shuco” mientras comenta su reciente producción con la actriz Estephanie Zimeri (“la chica de las botas”). Eso, sin mencionar las posibilidades de intercambio generacional con autores más viejos.

lunes, 21 de julio de 2008

Relecturas en la XVI Bienal

Entre las actividades complementarias de la XVI Bienal de Arte Paiz, en Artecentro, se presentó al público las “relecturas” de trabajos específicos de cinco artistas relevantes en la historia del arte de Guatemala.
A diferencia de pasadas ediciones, el propósito de los curadores fue tomar distancia de los análisis tradicionales para enfocar la atención en aspectos poco resaltados en la producción de esos mencionados artistas. De este modo se llevó al público trabajos de Carlos Mérida, Roberto González Goyri, Wilfreda López Flores, Francisco Auyón y Luis Díaz (el único creador vivo de la lista).
Con Carlos Mérida y Roberto González Goyri la finalidad fue la de acercarse a la capacidad de diseño y abstracción de imágenes que ambos autores ejercían en su trabajo. En el caso de Mérida fue el Museo Nacional de Arte Moderno, que lleva su nombre, quien prestó dos originales y una parte de su colección gráfica. Los óleos La India (1926) y la Ofrenda de Maíz (1928) se suman a una selección de trabajos tomados por Rosina Cazali de carpetas gráficas impresas en diferentes momentos. Son Estampas del Popol Vuh, Trajes Regionales Mejicanos, Trajes Indígenas de Guatemala y Danzas de México, además de varios diseños para carteritas u otros medios, y el anteproyecto de uno de sus murales —Caperucita Roja— en la ciudad mexicana.
Con González Goyri se comentó su mural del IGSS, Nacionalidad Guatemalteca, del cual se extrajeron detalles para resaltar sus encuentros plásticos, ya sintetizados en aquel momento, en formas específicas que se le reconocen como propias.
Wilfreda López representa una verdadera rareza en esta selección ya que nunca gozó, en vida, del prestigio de los otros elegidos. Su formación la realizó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas a principios de los años cincuenta, y por eso alcanzó a entender herramientas formales que supo matizar desde una intuitiva forma de ver su universo inmediato. Dos de sus principales maestros fueron Enrique de León Cabrera (diseñador e ilustrador, además de paisajista y retratista, cuya obra aparece en billetes de cinco y 10 quetzales) y el mexicano Arturo García Bustos, quien se hizo cargo del taller de grabado de la ENAP. Todos sus compañeros de taller fueron tratados con indiferencia por sus simpatías con los ideales del presidente Jacobo Árbenz. López, con gráfica fresca e inspiradora, pasó desapercibida por muchos años hasta que no hace mucho se empezaron a interesar en su producción curadores y periodistas jóvenes.
Con Auyón el ejercicio fue resaltar algunos aportes específicos que repuntan dentro de su producción cercana a la Bienal. Mismos que se centraron en instalaciones y pinturas sobre formatos convencionales. Entre ellos se recreó la obra El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, que lleva a pensar en la pieza de Luis Díaz, cuya ubicación fue el Paraninfo Universitario. La reflexión y conexión de ambas es obligatoria. Guarda una relación directa con lo fuerte que puede llegar a ser la intención lapidaria en Guatemala. Tanto en la acción del ataque con las piedras o en el modo en que se utiliza la palabra como medio para hacerlo. Luis Díaz, conviene recordarlo, fue uno de los primeros artistas que ya en los años de 1960 exploró estos medios, que en aquel entonces eran considerados como alternativos.

lunes, 14 de julio de 2008

UNIVERSIDAD DE TÚN

De nuevo la obra de Francisco Tún despierta expectación. Conocida por el carácter único que la reviste, no deja de fascinar a propios y extraños.
El homenaje que Casa Santo Domingo organizó es muy representativo pues tuvo como objetivo, además de exaltar al autor y su labor, dar la bienvenida a una importante pieza al acervo de esa institución. Pintura que desde ya, en su posición institucional, se convertirá en una punta de lanza en el proceso de internacionalización por el que está pasando la creación de este desaparecido artista.
La producción en cuestión es un trabajo de grandes dimensiones, 94 x 245 centímetros, realizada hacia 1973. Ésta, apunté en el catálogo, además de ser una síntesis visual de lo que percibió Tún dentro de la Universidad de San Carlos de Guatemala, es un claro ejemplo de la capacidad expresiva que el artista poseía. De este modo, el mapa pictórico interpreta no solo la actividad en el campus central con simpleza y sagacidad sino que se adentra en narrar historias. Cosa que siempre fue característica en él. Esa pintura percibe, incluso, a estudiantes flotantes que asisten a la universidad para perder el tiempo.
La pieza, que en el catálogo aparece como “título desconocido”, ha sido nombrada tradicionalmente como “La Universidad”. Sin embargo, la misma pertenece a un lapso en el que el propio autor, Edith Recourat o sus marchantes anotaban en el reverso de sus trabajos el nombre de esas piezas. Ésta no posee ninguna identificación que permita afirmar fehacientemente que éste sea su nombre. La pintura es compañera de otra de iguales dimensiones, cuyo nombre es La que los acompaña, que trata sobre la problemática de la guerrilla y la población indígena. En la muestra reaparecen obras como La Aldea, que en el catálogo también se apuntó como sin nombre, junto a otros acrílicos significativos de la década de los años de 1970.
En un primer momento se pensó que las obras de Tún cabían dentro de la rica escuela popular del país. Lo anecdótico, la simplicidad de las formas contenidas dentro de amplios espacios abiertos —a pesar de ser éstos completamente antagónicos a la generalidad de la pintura popular— aunado a retratos de costumbres, validaban esa idea. La necesidad, políticamente correcta de centrar a un autor esencialmente indígena, pero ladinizado, inmerso en la dinámica citadina le sumó a su fama de artífice popular el agregado de urbano. A ello hay que sumar que Tún estaba sintetizando sus vivencias dentro del área marginal La Limonada, Cerrito del Carmen, la Penitenciaría o la provincia (Chimaltenango y Panajachel, entre otras) legando retratos reinterpretados de Guatemala.
José Bedia (juarado de la XVI Bienal de Arte Paiz) dijo cuando vio la muestra —antes de ser inaugurada, y coincidiendo con otros autores de trascendencia de todos los tiempos—: “Estamos ante un artista único”. Tún, más que validado por el mercado, los especialistas y la crítica, ha encontrado su lugar indiscutible en la historia de las artes del país.

lunes, 7 de julio de 2008

Carmen

De entre las múltiples manifestaciones escénicas, probablemente, la ópera clásica sea una de las que menos me llaman la atención. Por eso no suelo acudir a las escasas citas de este tipo que se dan en Guatemala. Pese a lo anotado han pasado los días y no puedo quitarme de la cabeza el espectáculo que presencié en la gran sala del Teatro Nacional, dicho sea de paso, por cumplir el compromiso creado por una amable invitación. Hablo, por supuesto, de Carmen.

De nuevo y como sucedió en el pasado con obras de Poda, me ha tocado escuchar diversidad de opiniones que van de lo adverso y repudio airoso del montaje, a la adoración total e incondicional de la propuesta. Actitud, esta última, a la que me sumo sin restricciones, no sin antes reconocer que soy neófito absoluto en ese campo. Sin embargo, desde mi posición de creador escénico, vi en el montaje valores que deseo compartir con mis lectores para crear otro punto de vista. También he de reconocer que para llegar a esta versión he investigado lo ya publicado y a la vez, consultado con otras fuentes calificadas que me llevaron a reconocer que Carmen fue cualquier cosa menos ópera. Habrá que concluir entonces que el director se apropió de la obra para crear un universo creativo paralelo, el cual coincido con otras opiniones, de carácter “goyesco”.

Un aspecto seguro es que los montajes de Estefano Poda, se salen del común denominador de lo que se ve en nuestros escenarios. Hay que recordar que la gran mayoría de chapines que acuden a estas citas no pueden viajar a Nueva York, Praga, Berlín o China para hacer comparaciones. Sólo puedo anotar que el trabajo contó con artistas nacionales de diversas ramas aportando lo mejor de sus talentos y esfuerzos. Es indudable que organizar un abanico tan amplio de capacidades, egos y protagonismos, necesitan un director muy especial. Más si se toma en cuenta el escaso tiempo que hay para reclutar artistas y ejecutar, con éxito, una producción de ese tamaño. Éste es uno de los puntos más fuertes de Carmen: la experiencia de pertenecer y, segundo, la de presenciar una propuesta de tal dimensión.

Visual, estética y un tanto neoclásica (en cuanto al tratamiento de sus desnudos). También posmoderna por la concepción de movimientos, el atrevimiento de su escenografía, la oscuridad de los personajes o el repetitivo patrón coreográfico… Quedan en mi memoria las apariciones de Cecilia Dougerthy quien, con la prestancia necesaria, se lució a la par de las figuras internacionales. Su aparición remarcó la posición que tiene la danza en los trabajos de Poda y el concepto propuesto de movimiento desde la visión de migración perenne de una humanidad errante. También fue notoria, entre otras apariciones, la brillante participación de Karen Rademann.
Áreas, duetos, armonías, melodías, coros, coreografías, acompañamientos musicales y otros detalles, son un enorme trabajo que hay que reconocerles a los artistas y al director por los alcances con los que coronaron el play… Habrá que esperar al año entrante para ver qué propone Poda y cómo supera lo alcanzado en este 2008.

lunes, 30 de junio de 2008

El Principito

Siempre he pensado que “El Principito” es literatura para adultos y no para chicos. Esto porque Antoine de Saint-Exupery supo traducir pensamientos desde su niño interno, algo muy difícil para cualquier adulto. ¿Fábula o cuento fantástico? La obra induce a quien la lee hacia una reflexión madura respecto a su posición en el mundo y las misiones que posee en él. La filosofía de Saint-Exupery lo incluyó todo. Amor, responsabilidad amistad y más…

Dos sacrílegos: Luis Román y Saúl Borneo, le metieron mano a los celebres textos para crear un libreto, versión chapina, de El Principito. El resultado, apreciable ya que el espectáculo –salvo algunos detallitos extraños como la coreografía final, la desastrosa adaptación de las letras a la música y sus débiles interpretaciones- corre y capta la atención de padres y niños. Público, este último, difícil de atrapar debido a la naturaleza de la obra ¿qué mejor recomendación que la atención de los infantes?

La propuesta de su director luce mágica. Magnificando recursos, Román condujo a su Principito por un universo extraño lleno de personajes coloridos y diversos. Ya en cámaras negras y fluorescentes formas o bien, con estrambóticos vestuarios y buenas actuaciones, el tiempo marcha casi sin sentirlo.

El elenco lo encabeza un primer actor: Alfredo Porras Smith. Este artista, además de poseer una carrera muy visible en la historia de las artes escénicas de Guatemala, es el actual director de la Escuela Nacional de Artes Dramáticas. Su papel de Rey destaca por el caleidoscopio emocional que le imprime.

Dos principitos en el rol principal: Antoine Gely y Luis Pedro Sosa, quien tomará el papel a partir del próximo fin de semana. Ambos tienen en común el haber sido estudiantes egresados de Artestudio Kodaly y poseer una capacidad extraordinaria para desarrollar sus personajes. Aunque un poco creciditos para la idea que uno se hace de este protagónico, la verdad es que no molesta, si no al contrario. En el caso de Gely, a quien vi en las funciones a las que asistí, es interesante notar como los niños se quedan extasiados al ver a un jovencito desenvolverse con donaire en el escenario.

El resto del elenco: Roberto Arana, Vivian Sánchez, Héctor Mejía, Nelly Castillo y el propio Luis Román, cumplen sus misiones a cabalidad y cada uno con especial encanto. En este sentido se pueden percibir las distintas escuelas a las que pertenecen. Es así como uno a uno van aportando elementos enriquecedores que hacen de cada escena, un entremés interesante. De Mejía hay que subrayar su papel como el “hombre de negocios”.

El resto lo hacen los efectos especiales y una serie de ocurrencias técnicas bien manejadas desde la prolija creatividad del director. Entre ellas hay que listar primero los vestuarios. Para los más convencionales, los contenidos que hacen esta creación literaria memorable, no se ven afectados por la propuesta. Además de provocar cuestionamientos, el espectador se puede llevar una matinal sonrisa a casa.

lunes, 23 de junio de 2008

Juannio 2008

Cincuenta y nueve creadores seleccionados por un jurado internacional, de un nutrido listado de aspirantes.

El certamen no brindó demasiadas sorpresas porque los protagonistas nacionales que clasificaron como finalistas pertenecen —todos— a un reducido y compacto grupo que van ganando posiciones dentro del gusto de curadores, marchantes, gestores y, por supuesto, coleccionistas. Comentario que está lejos de ser una crítica y que tiene la intención de hacer visible el buen momento por el que pasa el arte joven del país.

El primer lugar del concurso lo alcanzó Benvenuto Chavajay con obra inédita de su ya establecida serie Suave Chapina. Chavajay, además de haber obtenido reconocimientos a nivel nacional, tiene una importante presencia en el área centroamericana. Coincidencia que comparte con Mario Santizo, tercer lugar del certamen de Juannio por su atrevida composición fotográfica Payaso Cirineo. Pieza que incluye contenidos que denotan la existencia de un artista en el ejercicio de una plena conciencia creativa. Norman Gabriel Morales, segundo lugar, es sin duda una figura clave de las artes de principios de siglo XXI. Además de ser coautor de los murales aledaños al Tecún Umán y El Trébol, creó una integración en los históricos muros del Antiguo Palacio de Correos (hoy Centro Cultural Metropolitano). Su capacidad analítica y su aguda visión sintética se manifiesta a partir de obras cuyos contenidos se basan en el peso de la razón sobre la emoción.

Perteneciente a otro tipo de escuela, Arturo Monroy es un artista que logró consolidarse desde la década del noventa. Supo evolucionar hacia los lenguajes conceptuales, con los que formó una carrera siempre en ascenso y una posición visible en muestras curadas por criterios calificados. La obra que se distinguió con mención en Juannio podría entenderse como una escultura. Frijol Negro es, en esencia, una remembranza cultural que toma sentido y peso desde la propia nacionalidad y que busca llegar a una reflexión. A-1 53167, de Aníbal López, también finalista, cabe listarlo por su trabajo, edad e impacto con Monroy. En esta ocasión se inclinó por presentar una fotografía blanco y negro. A pesar de anotar en el catálogo que es autodidacta, al igual que Chavajay, Santizo y Monroy, López fue estudiante de la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla.

Ugo Hernández presentó una obra que pareciera amarrarse con su trabajo exhibido hace poco en el Cantón Exposición de G&T Continental. En este caso, en lugar de retratar meñiques para expresar su idea, se decidió por el retrato de trabajadoras del sexo (transexuales). De este modo y tomando en cuenta sus aportes pasados, se los puede apreciar no desde la perspectiva de rarezas de escaparate, sino como seres humanos dimensionados desde su propia realidad y encantos.

lunes, 16 de junio de 2008

La Suite Madrileña


A lo ya anotado en las dos últimas semanas habrá que mencionar el nacimiento de la Suite Madrileña. Nombre que acoge dos ideas que surgen y se desarrollan en el taller creativo Franja Fotográfica de Madrid y que se darán a conocer la primera en agosto y la segunda en octubre.

Se trata de una obra de teatro y de una exposición de mi trabajo visual intervenido (y mejorado) por Juan Carlos Melero. Piezas que se suman, de alguna forma, a una serie de compromisos adquiridos entre España y Guatemala.

El ejercicio teatral se estrenará en el Instituto Guatemalteco Americano los martes de agosto, con el nombre de Lilly Monster y Alicia en el País de las Maravillas. Espacio que la institución da a los montajes que considera como experimentales y que yo llamo de búsqueda. Lilly Monster se adentra en las profundidades de una mente irremediablemente deteriorada por la esquizofrenia y la bipolaridad. Los personajes que aparecen en ella son una mezcla tomada de la realidad y su ausencia absoluta. Es quizás por lo señalado —y lo que presencié— que sea una de las obras más oscuras que me ha tocado escribir y dirigir hasta el momento.

La propuesta se une a otro esquech, muy relajado, perteneciente a la ficción, que confeccioné hacia 1996 por encargo. El mismo vio la luz en algunas funciones privadas: Alicia en el País de las Maravillas. Sin embargo, se presta, como anillo al dedo, para hacer un contraste entre lo que yo llamo la demencia patológica y la que tenemos todos los que decimos que no estamos locos. Ambas se enlazan por un brillante monólogo, producto de las investigaciones de casos específicos, cuyo autor es el economista Hugo Maúl.

La que le da el nombre a todo el conjunto es la Suite Madrileña. Ésta consta de una colección de gráfica digital en la que trabajamos (en lo que se convirtieron mis vacaciones más memorables) Juan Carlos Melero y yo. El proceso, por demás revelador, fue apasionante y permitió que, entre charla y creación, pudiéramos planificar el programa educativo ya publicado en este espacio.

No hablaré aquí de las gráficas porque sus consecuencias solo dependen de la manera como las asimile el público. Puedo afirmar, sin embargo, que la génesis de la producción es todo lo contrario de los contenidos que habitan en la obra de teatro. Eso, porque nacen de cimientos más positivos. Aquí hay otro espíritu en color, ritmo y, de la investigación resultante, descubrimientos a los que me indujo Melero y que permitieron reencontrarme con una manifestación que, según yo, había quedado enterrada y olvidada. Si el viaje ya valía la pena, esta experiencia lo marca de manera especial. Las piezas, como corresponde en justicia, están firmadas por los dos.

La finalidad de esta exposición es la de recaudar fondos para que otros artistas emergentes vayan a Europa a formarse. La colección verá la luz en octubre, en la sala del Cantón Exposición de G&T Continental.

lunes, 9 de junio de 2008

GUATEMALA-ESPAÑA Y VICEVERSA

Tomando como punto de partida los contenidos de la columna publicada la semana pasada, habrá que anotar que, si el tema solo se tratara de una exposición itinerante (DINaCero, en Europa), tanto entusiasmo sería vano.

Los involucrados, se percibe, han dado un paso adelante en el proceso natural de internacionalización a lugares físicos de categoría que no se accede con tanta facilidad. Aquí, entonces, hay intereses que parten de las más puras intenciones filantrópicas hasta acciones de fortalecer el papel interinstitucional de las entidades involucradas en Zaragoza y Guatemala. Ello creando una sistematización sostenible que beneficie a los interesados.

Para lograr lo anotado, la Fundación Goya Fuendetodos, Franja Fotográfica y el Taller Experimental de Gráfica (TEG), entre otras entidades, se están preparando para un intercambio muy positivo, entre las dos naciones. Trabajo en el que no solo hace falta voluntad. Son necesarias muchas alianzas estratégicas para paliar los costos.

¿Intercambio? No solo de obras. El objetivo es formar guatemaltecos en técnicas no convencionales en el campo de la gráfica en Zaragoza y, a cambio, recibir y enseñar a creadores españoles, del mismo nivel, operaciones tradicionales de estampado (que no se conocen por esas latitudes). Esto incluye, además, maestros de reconocida trayectoria que beneficien con sus contenidos a los discípulos de ambos países, amén de otros profesionales como curadores y museógrafos.

El sueño no es nada fácil, pero es viable. Para ello se están creando las bases materiales y económicas para localizar a los responsables de guiar a los pupilos seleccionados. Trabajo que incluye la obtención de pasajes, hospedaje y viáticos de los que viajen a España y los que de allá vuelen para este país. A ello hay que sumar materiales y otros detalles que cada contraparte debe proveer. Asunto en el que ya se están dando los primeros compromisos.

Mario Santizo, en el plan piloto, viajará en breve a España y, más adelante, otros autores jóvenes que ya se están evaluando. Santizo, quien aún no llega al cuarto de siglo, es un artista al que no hay que quitarle la vista de encima por lo que está proponiendo.

En el 2008, se hizo acreedor al tercer lugar de Juannio con una lúcida y lucida obra. En febrero, se adjudicó el Premio Único para Artistas Menores de 25 Años, en la II Bienal del Grabado. Esta beca —por invitación— le fue otorgada por sus méritos y por la impresión que causó en aquellas tierras su obra contenida dentro de la caja Cabal (editada en España con casi todos los artistas fundadores del TEG y varios autores invitados). En este caso concreto, Franja Fotográfica donó su colección Cabal para los fondos del Museo de Gráfica de Zaragoza y se está haciendo cargo de todos los gastos del artista. La Fundación Goya Fuendetodos lo acogerá dentro de sus programas educativos durante agosto.

El compromiso con la persona que le siga será el de encontrar recursos en Guatemala para corresponder al interés que estas entidades le están dispensando a nuestros creadores. ¿Ideas al respecto? Escriban a j.c.melero@telefonica.net (Continúa).

lunes, 2 de junio de 2008

Guatemaltecos en Fuendetodos


Un viaje que comenzó con intenciones vacacionales terminó en algo educativo y, cómo no, apasionante.

Toda esta historia inició con una visita de cortesía a Juan Carlos Melero, de Franja Fotográfica y co-fundador patrocinador del Taller de Gráfica Experimental de Guatemala. A partir de allí fui inducido a su mundo digital con resultados que me impactaron por la pasión con la que me orientó mi ahora tutor artístico.
En su compañía hice viajes a Zaragoza y de allí a un pequeño poblado, de unas 176 almas, que me deparaba gratas sorpresas: Fuendetodos (cuna de Francisco de Goya y Lucientes), un verdadero epicentro cultural. En la camionetilla del alcalde del lugar, Joaquín Gimeno, llegué a lo que a mi entender se convertirá muy pronto en una de las capitales de las artes. Gimeno, dicho sea de paso, es un verdadero gurú en el progreso de la villa y el mecenazgo artístico que distingue aquella región. Viajó con nosotros otro apasionado grabador y gestor, Francisco Tomás. Personajes que juntos “son dinamita”. No hizo falta mucho tiempo para percibir que, desde aquella localidad, se estaba cociendo algo muy importante de lo cual algunos artistas guatemaltecos ya eran parte.

Tengo que hacer alarde. Me sentí tan satisfecho de encontrarme en una sala de esa categoría —La Sala Zuloaga Fuendetodos— con la muestra D1NaCero Gráfica Digital y que en la misma estuvieran contenidos los trabajos de Fernando Poyón, Plinio Villagrán, Regina de Batres, Mario Santizo y uno de nuestros dibujantes más logrados, Fernando Andrino. Estos dos últimos ya en trámites para viajar becados a ese país y seguir formándose en el campo de la estampa —programa educativo en el cual me extenderé en sucesivas columnas—. A un costado de estos cinco creadores chapines, de los cuales escuché muy buenos comentarios vertidos por expertos españoles, se exhibe la obra de otros 22 autores de la talla de Luis Gordillo, Eva Lootz, José María Sicilia, Roberto González o José Manuel Ballester, todos con carreras consolidadas.

La selección, a cargo de Juan Carlos Melero, no pudo ser más acertada. Los compatriotas participantes, quienes nos representan muy bien, comenzarán un periplo que incluye en España a San Sebastián y Madrid, además de Lisboa, Portugal. Esto, previo a otras sedes que están por confirmarse para el 2009 y el 2010. Así es la magnitud e importancia de la exposición en la que están.

Regina de Batres, de los incluidos en el guión museográfico, es la única que posee una labor que se inicia desde los años sesenta que incluye, además de estampados artesanales, trabajos de resonancia en pintura y escultura. Su labor e historial han sido reconocidos por el National Museum of Women in the Arts (EE. UU.), donde está registrada como relevante dentro de la creación del continente. El otro artista que ya posee una carrera meritoria, en vías de consolidación, es Plinio Villagrán. Su aguerrida temática y su manera de expresarla, le otorgan especial atención a su producción. Los tres artistas restantes, emergentes todos, sin lugar a dudas, están a la altura de las circunstancias... (continuará)

lunes, 26 de mayo de 2008

El lector... siempre el lector

El puente del primero de mayo nos sorprendió a muchos con la guardia abajo. Salir de vacaciones un miércoles para regresar lunes, en pleno mes de mayo, no pasa siempre. Si uno escribe los jueves, puede crear problemas para los más olvidadizos. En este caso, yo.

La cosa es que estaba en plena parranda, el jueves, rodeado de buenos y buenas amigas, cuando ya encaminada la fiesta me acuerdo de la columna y por ende del compromiso que tengo con las personas que me leen. Ni la Donna Summer, que acompañaba la tertulia a todo volumen, ni las muchachas de mis tiempos, que bailaban con el frenesí correspondiente a sus bien ganados cuarenta y tantos años, lograron disuadirme de salir corriendo en busca de mi computadora para cumplir con el compromiso adquirido el siglo pasado, en 1996. Nunca he dejado de escribirla, y las veces que no salió en tiempo fue, o por la Guerra de Irak, o porque algo muy preponderante se atravesó en el camino de nuestra historia inmediata y requirió del espacio de cultura -no el del fútbol, por supuesto- para dejar el registro correspondiente.

Mis comparsas me preguntaron qué pasaría si el cinco de mayo no salía la publicación, la estábamos pasando tan bien. Durante el minuto que acaricié la idea, lo primero que pensé fue una especie de pánico. Escribir en un medio de comunicación es una relación de intercambio con el lector. Es, en otras palabras, mucho más que unas simples frases organizadas de modos predeterminados. Sean documentales o personales (como en esta ocasión), estos escritos son una forma de compartir ideas con personas que uno va conociendo poco a poco. Definitivamente era imposible.

El lector, siempre el lector. Él, con su lectura, hace que se cumpla la misión de quienes escribimos. Siempre, al menos en mi caso, hay una respuesta. Es a partir de lo que anoto para Tres puntos... (u otros espacios) que puedo acceder a más y nueva información que compartir. Es gratificante ser abordado y enterarme de que leyeron tal o cual noticia y que les interesa hacerme llegar determinada información sobre x, y o z artista del cual casi no hay datos. No siempre salgo bien librado. Ya sea en la calle o por el correo electrónico, he conocido a gente muy interesante. El primer nombre que me viene a la memoria es el del activista social Josué Canú, solo para citar una firma que me comenta mis columnas de manera asidua.

No me imaginaba que, en mi correspondencia electrónica de ese lunes cinco, recibiría la noticia del deceso de la Revista Recrearte y con él la desaparición de mis En trescientas palabras. El sentimiento de pérdida que tengo es enorme. El público que la acogía era tan diverso como el que me lee en Prensa Libre.

En fin, valga este ejercicio para reforzar el compromiso de que, mientras tenga cabeza, Tres puntos... siga cumpliendo con su misión.

lunes, 19 de mayo de 2008

Fundación Mario Monteforte

En los últimos años me han llegado a las manos una serie de aportes de diversa índole. Muchos de ellos provienen de la Fundación Mario Monteforte Toledo.

Libros, DVD y otra serie de registros se suman al esfuerzo que la iniciativa privada y sus alianzas estratégicas, están realizando para exaltar, promover y rescatar la cultura artística nacional. Coaliciones que, del lado oficial, pocas veces resultan por los protagonismos politiqueros de los funcionarios a cargo.

Investigando un poco su origen me topé con una historia por demás esclarecedora. Los primeros pasos de la institución estuvieron marcados por un Premio Nacional de Literatura que le entregaron, en 1993, al propio Mario Monteforte Toledo. La suma, desproporcionada y ridícula (si se toma en cuenta que se estaba exaltando a figura preponderante del país), fue a su vez donada por el vital protagonista para estimular a autores que empezaran a dar sus primeros pasos en el campo de la novela.

Más adelante (1997), diez personas se reunieron para crear la Fundación Mario Monteforte Toledo: Efraín Recinos, Marco Augusto Quiroa, Manolo Gallardo, William Lemus, Alfredo Balsells Tojo, José Ruben Zamora, Martha Regina de Fahsen, Elmar René Rojas, José Toledo (quien preside y es el eje central de toda la actividad que desarrolla la Fundación) y el propio Monteforte. El objetivo fue el de establecer, una vez al año, el Premio de Novela en Guatemala. Decisión que se ha cumplido a cabalidad gracias a la donación de obras que artistas visuales han hecho para recaudar los cincuenta mil quetzales del premio.

A ellos se sumaría SOROS. Desde 2002, el reto sería más ambicioso y el certamen pasaría a tener carácter centroamericano.

El mismo año y de la mano, llegó el cine con Donde Acaban los Caminos. Este filme no solo contó con mucha atención a nivel nacional sino que nos dio trabajo a todos los artistas escénicos disponibles (ya en roles principales o de relleno). En todo caso la experiencia sirvió para unirse a otras voluntades y demostrar que el género y sus patrocinadores, estaban aportando un nuevo escenario para la expresión nacional. Junto a lo dicho han recuperado otro tipo de documentación, de corte documental, la cual ha sido pasada a formatos de DVD y posee la intención de educar a partir de seleccionadas producciones.

Entre los libros sobresalen los dedicados a artistas de primer orden como Marco Augusto Quiroa / Ayer y Hoy; Difusores Acústicos de Efraín Recinos (que ya va por su segunda edición); El Juego de Hacer Dibujos – pintura infantil de Efraín Recinos y el más reciente el Libro de Manolo Gallardo. Trabajos producidos con gran lujo y con textos bajo el cuidado de reputados analistas. Todo ello amén de los vitales apoyos a otras entidades independientes.

En el Instituto Guatemalteco Americano esta semana, la Fundación presentará dentro de la exposición que IGA organizó en honor a Daniel Schafer, la película DS. Además hay otras producciones de esta índole que ya están en proceso.