lunes, 26 de enero de 2009

Carlos Valenti (IV)

El Teatro Colón –finalizado en 1859- fue, durante años, el único centro oficial dedicado a cultura artística. Si bien ese panorama se amplió a las artes visuales con las actividades del “Palacio de Mármol” (construido por la administración de Reyna Barrios), los teatros estilo neoclásico (departamentales) o las actividades de Minerva (de Estrada Cabrera), siempre fue ese edificio el que atrajo a los sectores allegados a las artes escénicas y la farándula que desfiló por sus camerinos.

En este caso también hay registros de Valenti, Iriarte y Moncrayón que guardan ciertas coincidencias en cuanto a temas relacionados con las actividades que allí se desarrollaron. En el caso de Valenti —“Director de Orquesta” o “El Brindis”— bien podrían corresponder a esos espacios culturales paralelos en el que se movían los artistas.

El artista Luis Robles desarrolló en 2001 un trabajo de tesis para su licenciatura en historia del arte analizando la obra de Rafael Rodríguez Padilla y localizó, de 1908, una tinta que puede entenderse en la misma línea sintética. En su investigación también anota que Rodríguez exploró la caricatura (al igual que Valenti, Iriarte y, por supuesto, Moncrayón). El hermano de Valenti, Emilio, regentó un taller de Fotograbado que necesitaba este tipo de encargos.

No se sabe en qué momento Valenti entabla relación con Jaime Sabartés. El catalán arribó a Guatemala a principios de siglo cuando contaba con veintitrés años. Luego viajó a Nueva York y a su regreso al país, hacia 1908, es que conoce a Carlos Valenti y seguramente también a Carlos Mérida, con quienes desarrolla una amistad y ¿cierta tutoría? Si bien, se le considera como una influencia en Mérida, es probable que por el tipo de obra académica que ambos ejercían en aquellos momentos, fuera Valenti quien captara su atención crítica.

La asociación de Sabartés con estos jóvenes artistas, sin demeritar los alcances del catalán, fue manipulada en beneficio biográfico de otros creadores que se relacionaron con él durante las dos siguientes décadas. Esto por la importancia que Sabartés desarrolló —mucho más adelante— como secretario personal de Pablo Picasso. Si se ha de pensar en que Jaime Sabartés ejerció alguna influencia en el biografiado, habrá que aventurar que fue en lo relativo a ciertas composiciones muy específicas: entre ellas —“El Beso”, “Idilio Campestre”, “Idilio” y el propio “Retrato de Jaime Sabartés”. Pese a ello no hay obras de otros contemporáneos que se asemejen a lo propuesto por Valenti en estos trabajos. La pintura de Carlos Mérida era académica por aquellas fechas. De hecho, Sabartés apadrinaría su primera muestra en 1910 la cual estaba compuesta por copias de escenas bíblicas, bodegones y paisajes románticos. Esto marca una gran diferencia con las vistas contemporáneas de Valenti y otros trabajos agrupados en la colección de Morales. Por lo mismo, habrá que poner en razonable duda dicha premisa.

El viaje a París en 1912 fue fugaz. En el camino se quedó Hernán Martínez-Sobral quien terminaría estudiando en la Academia de San Carlos en México… (Continúa, final).

lunes, 19 de enero de 2009

Tres Puntos...: Valenti III parte

Carlos Valenti vio tempranamente un paisaje compuesto por brochazos, generosamente empastados y largos, que se apartaban de otros estilos académicos.
Impresionista, al principio, la luz jugó papel preponderante en la exaltación de sujetos a partir no de sus detalles sino del volumen contrastado de sus formas. En el conjunto lo que destacaba era un bucolismo singular y personal. En este caso el diálogo surgía de la manera de proponer su visión al espectador. Curiosamente, contrario a lo anotado y como lo demuestra el dibujo “Paisaje de Árboles” la esencia de aquellas tablas de modestas dimensiones partía de la línea como punto de referencia.
Del panorama Valenti y sus amigos extraían detalles de las yuntas que pastaban en las inmediaciones del río De Las Vacas, la Puerta Del Norte o a la vera del Cerro del Carmen. Es precisamente de estos detalles en donde más abundan las coincidencias temáticas entre Valenti, Martínez-Sobral e Iriarte. Algunos lápices, inclusive, muestran al mismo semoviente bosquejado desde diversidad de ángulos (no fue posible reunirlos en esta exposición pero sí es factible encontrar los de Valenti en el Museo Nacional de Arte Moderno y los de los otros dos artistas citados en el catálogo publicado por la Fundación Paiz, en mayo de 2005, con motivo de su exposición retrospectiva). Todas estas obras, si se ha de pensar que se realizaron en conjunto, fueron creadas antes o cerca de 1906.
No todo está fechado y es difícil decir a qué momento pertenecen creaciones que lucen como muy individuales. Aun sin poseer calza, sorprenden porque se ven como creación específica que se aleja de los resultados, también personalistas, de sus otros condiscípulos.
Aunque siguió realizando paisaje, hay varios ejemplos de antes de 1912, con temas más oscuros y misteriosos. “El Beso” e “Idilio Campestre” dan buena idea de aquellas propuestas. También hay otros productos sobre papel muy singulares y que denotan una búsqueda interna hacia la síntesis, cuando no transformación de las formas.
Pero había, además, otros puntos de encuentro con el resto de su generación. Probablemente por el tipo de trabajo que tenían González (y el propio Iriarte o su hermano Emilio que trabajaban en diseño gráfico), los artistas a su alrededor se interesaron en la confección de alegorías. Aunque hay documentos de historia del arte que indican que el Art Noveau (el “nuevo arte”) no entró a Guatemala hasta después de los Terremotos de Navidad (1917-18), existen publicaciones y fotografías muy tempranas que utilizaban sus elementos para crear distintos tipos de alegorías. Los Álbumes de Minerva entre ellos o las fotografías de Alberto Valdeavellano, son excelentes ejemplos.
“Vanidad”, “Abundancia”, “sin título I”, pertenecen a este orden de ideas ¿Eran ejercicios o iban a ser utilizados para ilustrar algo específico? Existen algunos ejemplos contemporáneos de estas propuestas en los cuadernos de dibujo de Agustín Iriarte. Posiblemente eran contemplados como parte de algún curso de libre creatividad, composición de decorados… En todo caso esto lleva a otro importante y vital escenario: El teatro Colón (Continúa).

lunes, 12 de enero de 2009

Carlos Valenti y su círculo (II)

Hay que ver en la esencia de los documentos en que lo mencionan sus contemporáneos, una solidaridad especial que no se dio, de la misma manera, entre el resto de ellos.
Todos –escritores, pintores, músicos y poetas- respondieron al compromiso de su amistad con Valenti manteniendo vivo el hálito del autor a través de su obra y el recuerdo del amigo perdido en una exaltación permanente ¿Fue Valenti un soñador atrapado en un círculo de soñadores? Lo más seguro es que sí. Ese atributo es el que captó el escritor Eduardo Halfon en su novela Esto no es una pipa de la casa, Alfaguara, y que se refleja en la obra de teatro que pronto estará en escena.
Un punto de encuentro con sus tendencias creativas lo proporciona su relación de alumno con el escultor Santiago González, hacia 1904. Valenti recibía clases de dibujo y pintura en las salas del desaparecido convento de San Francisco a la par de varios educandos que, más adelante, se convertirían en la primera generación artística del siglo XX. González, a su vez, trabajaba para la casa contratista de Antonio Doninelli y entre sus trabajos más significativos se encontraban la realización de tímpano neoclásico del Monumento a Minerva y las decoraciones estilo Art Noveau de la balaustrada del Mapa en Relieve. Además de poseer la fama de haber sido ayudante de Rodín, tenía prestigio como buen dibujante. Sus discípulos registraron, todos, ese mismo nivel.
Como parte de la formación, los artistas iban a pintar a espacios abiertos como el Potrero de Corona o el Cerrito del Carmen, entre otros. Hay suficientes evidencias entre las obras de Hernán Martínez-Sobral, Rafael Rodríguez Padilla, Carlos Valenti y Agustín Iriarte, que permiten traslapar similitudes, diferencias e inclusive aportes de cada uno a la pintura de paisaje. Para aquellas fechas Valenti contaba con alrededor de quince años de vida. Uno de sus amigos cercanos, Agustín Iriarte, veintiocho. Por esa diferencia de edades y por ya ser en aquel momento Iriarte un artista con reputación de tal, habrá que ver en éste a una influencia decisiva tanto para Valenti como para sus condiscípulos.
Era aquella generación a la que pertenecía Valenti sensible y bien dispuesta al arte. Curioso, porque el ambiente guatemalteco no era el mejor para desarrollarse en ese campo profesional. Si bien todavía había encargos por parte del gobierno y de algunos particulares, el interés que el oficialismo precedente había logrado insuflar, decayó notoriamente con las políticas conservadoras del presidente Manuel Estrada Cabrera. La obra de aquellos años reflejaba, entonces, diversidad de intereses relacionados con la tradición artística y en contados casos como el de Carlos Valenti o el de José Cayetano Morales, Moncrayón (mucho mayor que él), ligeras variantes respecto al trazo y la utilización del color.
El paisaje, que venía practicándose desde el siglo XIX, se independizó temáticamente de las ruinas arqueológicas y el registro de ciudades como Antigua Guatemala, para dar lugar a los espacios abiertos que circundaban la ciudad capital, Amatitlán, San Lucas Sacatepéquez e incluso, otras localidades aledañas…

lunes, 5 de enero de 2009

Carlos Valenti

Hace apenas cien años, en 1909, Carlos Valenti estaba en plena producción… también, conocería, más o menos por aquella época, a uno de sus grandes amigos: Carlos Mérida.
El nombre de Valenti lleva consigo la garantía de una creación que, en poco tiempo y a pesar de la juventud del autor, aportó elementos a la pintura de su tiempo. Además trae a la memoria una Guatemala de principios de siglo XX, muy diferente a la que se vive hoy. Aquella era tierra de soñadores, poetas, músicos… artistas todos que tenían que demostrar su talento con las manos, su capacidad de mezclar colores o la manera que moldeaban la materia. Claro, eso fue hace cien años y los usos y costumbres son otros hoy.
La semana pasada cerré el artículo de fin de año comentando que pronto, este 24 de enero, se estrenará la obra de teatro Ésta no es una Pipa (Carlos Valenti), de Eduardo Halfon, en el teatro de Casa Santo Domingo. El libreto es una adaptación del libro homónimo Ésta no es una Pipa, Saturno cuya ficción entremezcla personajes históricos en una posible relación que desvela el drama final del trágico pintor. Evento muy atractivo porque hay muchas personas vivas que se cruzaron el tiempo con algunos de los aludidos en el play.
Es bueno recordar que durante todo este mes se exhibe en la sala Marco Augusto Quiroa del Corredor de los Museos, la colección que perteneciera al doctor Manuel Morales.
Según Agustín Iriarte fue Valenti “rebelde a todo lo académico, el carboncillo, el lápiz o el pincel corren sin freno ni reparo, no se detiene en el detalle, ni se preocupa en borrar un solo trazo. A líneas sobrepone líneas, a colores sobrepone colores. Y es precisamente esa aglomeración de colores y de líneas, brotados al parecer, sin orden ni concierto el elevado concepto de su obra dinámica, agresiva, impresionable y realista por excelencia” (1928).
Si se toma en cuenta que Carlos Mauricio Valenti nació en Francia (1888) y falleció allí mismo (1912) lo primero que sobresale es que fue un autor precoz que brilló con luz propia, muy tempranamente y durante un lapso verdaderamente corto en Guatemala. Lo que se conoce de su producción son unas setenta piezas entre bocetos y pinturas al óleo. De ellas, más de cincuenta se focalizan en una sola pinacoteca muy respetada: la Colección del Doctor Manuel Morales (hoy en manos de otro particular que ha sabido hacer eco a la dimensión del tesoro que tiene entre manos). Gracias a esta colección, el empeño de sus amigos e historiadores independientes, Carlos Valenti, su legado y aportes, han sido apreciados y revalorados, cada cierto período, durante el siglo XX y lo que va del XXI.
Cuando la obra está junta, siempre hay algo nuevo que relacionar y que aportar. ¿Habrá sido Carlos Valenti el punto de encuentro con una generación de características brillantes? Habrá que ver en la esencia de los documentos en que lo mencionan sus contemporáneos, una solidaridad especial que no se dio, de la misma manera, entre los demás... (Continúa).