Si algún término posee definiciones variables es el que distingue a la palabra “caja”. Entre ellas la que la tilda como el artefacto que atesora distintos tipos de valores en su interior. Asimismo, si a esta descripción se le adiciona el calificativo “Cabal”, se puede percibir en la conjunción una idea intencionada para colegir que, adentro, se protege algo muy especial cuya integridad está completa. Noción que se ajusta, con lucidez, al espíritu constitutivo que complementa la presente colección.
Conciliar a dieciséis artistas, de tres generaciones tan disímiles en formación, no es labor fácil. En 1974 la Casa de la Estampa Max Vollmberg (Zipacná De León) logró una proeza similar juntando a protagonistas que hoy conforman buena parte de la historia del arte visual nacional. Tanto los jóvenes, como los que ya poseen carreras establecidas, coinciden en cuanto a la calidad de sus propuestas. Todos están creando desde escenarios muy diferentes al de sus predecesores. Es, a partir de allí, que se puede resaltar la capacidad de gestión de las cabezas del proyecto: Juan Carlos Melero (Franja Fotográfica S.L.), Alberto Rodríguez Collía y cuatro de los integrantes del grupo La Torana -Marlov Barrios, Erick Menchú, Norman Morales y Plinio Villagrán-.
Destaca en esta compilación la plena conciencia con la que sus autores han expresado las luces conceptuales que poseen. Otro común denominador señala referentes que enlazan las distintas creaciones con el objetivo primero de la carpeta que es aportar elementos de registro visual para inducir a la reflexión. En todo caso se puede percibir un gozo estético, impregnado de una delicadeza poco común en el presente. En este sentido, aunque hay ausencia curatorial (en cuanto a la compilación de los objetos bidimensionales que componen el conjunto), se nota que la misma no afectó la panorámica. La compensación se subsanó en el acompañamiento y cuidadosa producción de cada pieza. Ejercicio que fructificó porque los grabadores supieron hacer honor a su nombre. Desde esta perspectiva, todos y cada uno de ellos, destacan como parte vital del ámbito creativo de Guatemala.
El español Juan Carlos Melero, el único extranjero incluido en el estuche, es un elemento de peso dentro y para la proyección de este esfuerzo colectivo. Su orientación expresiva y el conocimiento urbano aplicado al campo gráfico de su país, se puede percibir como bono extraordinario en esta experiencia. En este mismo orden hay que puntualizar el aval que otros maestros – de la generación del setenta- dieron a los más jóvenes al prestar su trabajo para terminar de conformar contenidos. Se habla acá de Moisés Barrios, Isabel Ruiz y el mítico Arnoldo Ramírez Amaya. Presencias que, sin pretenderlo, enlazan la ya citada colección de 1974 con la de este 2008. Las diferencias entre ambas carpetas, sin embargo, son abismales debido a la magnificación de recursos técnicos empleados por “Cabal” en su bien acertada presentación.
Maestros todos. La diligencia, la meticulosidad de sus contenidos artesano/digitales, los valores individuales aportados por los autores, la rareza que constituyen estos grabados en nuestro medio y otras características, hacen de esta producción la suma de un pensamiento “Cabal”.
lunes, 14 de enero de 2008
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