lunes, 17 de noviembre de 2008

SALÓN NACIONAL DE LAS ARTES VISUALES

Se podría pensar que esta sala existe -o ha existido- a lo largo de la historia reciente de las artes de Guatemala.
La idea de la misma o su conformación y la dimensión que debería tener, de ser una realidad, surgió como parte de los “conversatorios” organizados recientemente en el Palacio Nacional de la Cultura. Ejercicio que, aunque repetitivo por ciclos, sirve para hacer visibles las deficiencias oficialistas en materia artística, arrastradas desde 1821.
Variedad de temas fueron los que se abordaron. Por lo mismo, los registros de las reuniones son valioso material para analizar lo que distintos especialistas opinan respecto de temáticas de carácter histórico o de actualidad. Entre ellos se mencionó el de una galería nacional para el rescate del patrimonio reciente de los guatemaltecos. El tema se trató el 12 de noviembre.
A partir del respiro revolucionario de 1944, hubo nuevas iniciativas tocantes al desarrollo de las artes. Para aquel entonces, algunas salas hacían la función de galerías nacionales y en ellas se exhibían los trabajos de artistas emergentes y consolidados. Las dos más importantes fueron la Enrique Acuña Orantes (ENAP) y otra que operaba en un salón de la Oficina de Turismo. Una con recursos otorgados por los esfuerzos de los pintores y la otra, organizada a la brava. En el presente podrían incluirse, además de las citadas, la del Kilómetro Cero (Palacio Nacional), el activo Museo Nacional de Arte Moderno y la galería del Banco de Guatemala. Esta última, la única que cuenta, además de los recursos físicos, con un presupuesto que honra a quien expone en sus instalaciones.
¿Galería nacional? ¿Para qué? Una de las respuestas gira en torno al rescate, preservación y difusión del legado de más de 700 piezas que se custodian en las bodegas del Palacio Nacional, tildado románticamente, de la Cultura. Artículos que, según la persona que las catalogó (para que no sigan caminando hacia derroteros desconocidos), están en grave peligro debido a plagas y la ausencia absoluta de recursos para su preservación. A ello hay que sumar que las obras de arte están sujetas a los usos de un edificio que, por ser histórico, se convierte en un quebradero de cabeza para hacer guiones museográficos activos.
No se trata de no hacer nada. Esto es algo que dejó muy claro la intención de los organizadores del evento. Hay mucho trabajo por delante y para ello hay que abordar directamente algunos temas respecto de la función principal de tan esperado establecimiento. La voluntad de crear una política cultural eficaz y no entender esta sala como una bandera social para lucir trajes, joyas y hacer política (como siempre ha sido), es una de ellas. A partir de allí hay que caminar hacia la idea de hacer un edificio específico o comprometerse a que el existente funcione como tal y se prepare adecuadamente para las necesidades que corresponden a una institución tan específica… (Continúa).

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