Hace un par de semanas me llegó a las manos un documento que ya desde el título me llenó de curiosidad.
Era la Primera Encuesta de Público de las Artes Escénicas en la Ciudad de Guatemala, mayo-noviembre 2008, auspiciado por ADESCA. Trabajo que surge como parte del “Taller Integral para el Desarrollo de Estrategias de Desarrollo de Público para las Artes Escénicas en Guatemala, 2008”.
Sus contenidos, en algunos aspectos, me sorprendieron y en otros solo me dieron certezas de experiencias que me son muy familiares, y que más adelante comparto con ustedes.
Ya desde la presentación del trabajo se pueden apreciar los niveles de crisis en los que las artes escénicas formales y los teatros están atravesando. No hablo acá, por supuesto, del redituable jolgorio que gobierna las pseudosalas que contribuyen con la mala educación de los sentidos y el detrimento de espectáculo escénico.
Allí se apunta la teoría de la “enfermedad del costo de las artes escénicas” (mal de Baumol), en la que “mientras la economía global tiende a la reducción de la cantidad de horas hombre para obtener un producto de consumo diario, una puesta en escena (teatro, danza o música) requiere casi la misma cantidad de horas/hombre que hace cien o hasta 200 años, por lo que sus costos, al ser confrontados con la economía global, tienden a subir exponencialmente”. Concluye el párrafo con una idea obvia que ha hecho que muchos artistas escénicos abandonen el trayecto por convertirse en un camino cuesta arriba.
Entonces, ¿cómo financiar un trabajo digno al que por falta de recursos publicitarios pagados va a asistir poco público, y cuyos costos son mayores que las expectativas de cubrir los gastos generados en el evento? O más terrible aún, de dónde va a surgir un salario digno para los artistas que participan de la propuesta si el interés por el teatro serio o de búsqueda no llama la atención desde que la guerra interna lo mató.
Aunque no aborda el tema desde esa perspectiva, eso es lo que refleja el estudio central que, si entendí bien, aún está en su fase inicial.
Any way. Así lo expresarían los asiduos visitantes de los centros comerciales que en su vida han puesto un pie en un teatro… la encuesta incluye una página, la nueve, cuyo encabezado anota “algunos datos notables”. Entre ellos que las salas serias solo llenan una tercera parte de su capacidad a pesar que en el presente se hacen más obras de teatro.
Que la mitad de los encuestados no pagó por su admisión (eso a pesar que solo uno, de cada cinco eventos, es gratuito). Positivo es que el público que va a los teatros (no a los cafés teatros) tiene formación universitaria y, por ende, criterio. Es por ello que quien asiste a las salas va por la rama que se presenta. También está claro que quienes asisten con asiduidad al teatro son otros artistas.
El informe impreso del trabajo se reparte de modo gratuito en las salas de teatro, y lo puede solicitar también a ADESCA, en el Centro Cultural Metropolitano.
Era la Primera Encuesta de Público de las Artes Escénicas en la Ciudad de Guatemala, mayo-noviembre 2008, auspiciado por ADESCA. Trabajo que surge como parte del “Taller Integral para el Desarrollo de Estrategias de Desarrollo de Público para las Artes Escénicas en Guatemala, 2008”.
Sus contenidos, en algunos aspectos, me sorprendieron y en otros solo me dieron certezas de experiencias que me son muy familiares, y que más adelante comparto con ustedes.
Ya desde la presentación del trabajo se pueden apreciar los niveles de crisis en los que las artes escénicas formales y los teatros están atravesando. No hablo acá, por supuesto, del redituable jolgorio que gobierna las pseudosalas que contribuyen con la mala educación de los sentidos y el detrimento de espectáculo escénico.
Allí se apunta la teoría de la “enfermedad del costo de las artes escénicas” (mal de Baumol), en la que “mientras la economía global tiende a la reducción de la cantidad de horas hombre para obtener un producto de consumo diario, una puesta en escena (teatro, danza o música) requiere casi la misma cantidad de horas/hombre que hace cien o hasta 200 años, por lo que sus costos, al ser confrontados con la economía global, tienden a subir exponencialmente”. Concluye el párrafo con una idea obvia que ha hecho que muchos artistas escénicos abandonen el trayecto por convertirse en un camino cuesta arriba.
Entonces, ¿cómo financiar un trabajo digno al que por falta de recursos publicitarios pagados va a asistir poco público, y cuyos costos son mayores que las expectativas de cubrir los gastos generados en el evento? O más terrible aún, de dónde va a surgir un salario digno para los artistas que participan de la propuesta si el interés por el teatro serio o de búsqueda no llama la atención desde que la guerra interna lo mató.
Aunque no aborda el tema desde esa perspectiva, eso es lo que refleja el estudio central que, si entendí bien, aún está en su fase inicial.
Any way. Así lo expresarían los asiduos visitantes de los centros comerciales que en su vida han puesto un pie en un teatro… la encuesta incluye una página, la nueve, cuyo encabezado anota “algunos datos notables”. Entre ellos que las salas serias solo llenan una tercera parte de su capacidad a pesar que en el presente se hacen más obras de teatro.
Que la mitad de los encuestados no pagó por su admisión (eso a pesar que solo uno, de cada cinco eventos, es gratuito). Positivo es que el público que va a los teatros (no a los cafés teatros) tiene formación universitaria y, por ende, criterio. Es por ello que quien asiste a las salas va por la rama que se presenta. También está claro que quienes asisten con asiduidad al teatro son otros artistas.
El informe impreso del trabajo se reparte de modo gratuito en las salas de teatro, y lo puede solicitar también a ADESCA, en el Centro Cultural Metropolitano.
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