lunes, 28 de enero de 2008

Mon-Crayón, la exposición

Como indiqué hace algunas semanas, en Casa Santo Domingo se están exhibiendo las piezas del caricaturista guatemalteco Mon-Crayón.

Este artista nació en la ciudad de Guatemala el 7 de agosto de 1874. Por lo tanto, hay que situarlo en una generación de figuras que en su momento fueron preponderantes, entre ellos Agustín Iriarte (1876-1962) y Enrique Acuña Orantes (1876-1946).

Al nacer durante la presidencia de Justo Rufino Barrios definitivamente tuvo oportunidad de empaparse, directa o indirectamente, de los múltiples movimientos artísticos que se dieron más adelante entre 1892 y 1898. Ninguna de las fuentes consultadas lo relaciona estudiando en la desaparecida Academia de Bellas Artes (1892-1897). Pero Tomás Mur, autor del monumento a Cristóbal Colón, pudo haber sido una de sus influencias notorias en el campo de la caricatura. Justo de Gandarias (otra eminencia de la que apenas se están dando algunos pasos en la conformación de su biografía) y Mon-Crayón aparecen trabajando juntos en la malograda publicación “Electra” el 15 de abril de 1908. Revista en la cual se abordaban temas relacionados con el arte, ciencias y literatura. En ella se cita al español como co-propietario y director artístico. Mon-Crayón fue su ilustrador.

Mon-Crayón colaboró, ya como pintor, director o escritor, en La Campaña, Stegomya, Tapas y Tapones, Pst-pst, Lucas Gomez, además de bocetos y otros productos intelectuales de fina factura para medios de comunicación La República, El Nacional, La Opinión y Diario de Centro América. Esto amén de sus aportes a otros medios de comunicación. En lo referente a las artes visuales, el autor manejó con soltura el dibujo, la pintura al óleo, la acuarela y el pastel (según las fuentes consultadas), trabajando dentro de estilos correspondientes a su ejercicio expresivo. Para la exposición que motivó el catálogo del que se desprende este texto fue imposible encontrar ejemplos que acompañen lo escrito.

Guillermo Grajeda Mena, en un estudio que realizó sobre la historia del “comic” indicó que “en los albores del siglo XX surgió el más fuerte y más apreciado de los caricaturistas guatemaltecos”, dejándolo de este modo, visible como el primogénito de la corriente en el país. Las piezas más antiguas que contiene la pinacoteca son del año 1907. Éstas atrapan la esencia de representar individuos cuyas características principales son exageradas intencionalmente para resaltar perfiles fenotípicos. Nada indica que Mon-Crayón creara trabajos de carácter grotesco. Todo lo contrario, al parecer sus esquemas eran verdaderos retratos idealizados a partir de los rasgos más notorios de sus modelos.

Entre los trabajos interpretativos de la exposición hay una acuarela sobre los terremotos de la segunda década del siglo XX. La pintura que representa una catástrofe idealizada del evento telúrico… el registro puede ser la Antigua Guatemala con los volcanes de Agua, Fuego y Acatenango. Pero ¿y el Monumento a Minerva? Bueno, la Antigua Guatemala tuvo también el correspondiente, al igual que el resto de los departamentos.

La Muestra está abierta hasta el 25 de febrero de 2008. No se la pierda.

lunes, 14 de enero de 2008

Cabal

Si algún término posee definiciones variables es el que distingue a la palabra “caja”. Entre ellas la que la tilda como el artefacto que atesora distintos tipos de valores en su interior. Asimismo, si a esta descripción se le adiciona el calificativo “Cabal”, se puede percibir en la conjunción una idea intencionada para colegir que, adentro, se protege algo muy especial cuya integridad está completa. Noción que se ajusta, con lucidez, al espíritu constitutivo que complementa la presente colección.

Conciliar a dieciséis artistas, de tres generaciones tan disímiles en formación, no es labor fácil. En 1974 la Casa de la Estampa Max Vollmberg (Zipacná De León) logró una proeza similar juntando a protagonistas que hoy conforman buena parte de la historia del arte visual nacional. Tanto los jóvenes, como los que ya poseen carreras establecidas, coinciden en cuanto a la calidad de sus propuestas. Todos están creando desde escenarios muy diferentes al de sus predecesores. Es, a partir de allí, que se puede resaltar la capacidad de gestión de las cabezas del proyecto: Juan Carlos Melero (Franja Fotográfica S.L.), Alberto Rodríguez Collía y cuatro de los integrantes del grupo La Torana -Marlov Barrios, Erick Menchú, Norman Morales y Plinio Villagrán-.

Destaca en esta compilación la plena conciencia con la que sus autores han expresado las luces conceptuales que poseen. Otro común denominador señala referentes que enlazan las distintas creaciones con el objetivo primero de la carpeta que es aportar elementos de registro visual para inducir a la reflexión. En todo caso se puede percibir un gozo estético, impregnado de una delicadeza poco común en el presente. En este sentido, aunque hay ausencia curatorial (en cuanto a la compilación de los objetos bidimensionales que componen el conjunto), se nota que la misma no afectó la panorámica. La compensación se subsanó en el acompañamiento y cuidadosa producción de cada pieza. Ejercicio que fructificó porque los grabadores supieron hacer honor a su nombre. Desde esta perspectiva, todos y cada uno de ellos, destacan como parte vital del ámbito creativo de Guatemala.

El español Juan Carlos Melero, el único extranjero incluido en el estuche, es un elemento de peso dentro y para la proyección de este esfuerzo colectivo. Su orientación expresiva y el conocimiento urbano aplicado al campo gráfico de su país, se puede percibir como bono extraordinario en esta experiencia. En este mismo orden hay que puntualizar el aval que otros maestros – de la generación del setenta- dieron a los más jóvenes al prestar su trabajo para terminar de conformar contenidos. Se habla acá de Moisés Barrios, Isabel Ruiz y el mítico Arnoldo Ramírez Amaya. Presencias que, sin pretenderlo, enlazan la ya citada colección de 1974 con la de este 2008. Las diferencias entre ambas carpetas, sin embargo, son abismales debido a la magnificación de recursos técnicos empleados por “Cabal” en su bien acertada presentación.

Maestros todos. La diligencia, la meticulosidad de sus contenidos artesano/digitales, los valores individuales aportados por los autores, la rareza que constituyen estos grabados en nuestro medio y otras características, hacen de esta producción la suma de un pensamiento “Cabal”.

lunes, 7 de enero de 2008

Mon-Crayón

En Casa Santo Domingo se están exhibiendo una serie de caricaturas de José Cayetano Morales realizadas a partir de 1907. La muestra surgió luego de una larga gestión encabezada por su nieta, María Eugenia Gordillo. La directora de la Hemeroteca Nacional, como custodia de la colección, esperó durante años que se dieran las condiciones propicias para la exposición.

Desvelo que no incluyó solo la conservación de los trabajos, su presentación y el espacio adecuado para visualizarlos, si no que la búsqueda de las personas idóneas que la acompañaran en el proceso. Fue precisamente Jorge Castañeda (junto a su equipo Ana Claudia Soasnavar y Alejandro Noriega) y Ricardo Mata, quienes entendieron la dignidad y reverencia que se debe tener con obra que fue atesorada entre las tapas de un álbum familiar por más de dos décadas.

Desenterrar un muerto. Más que eso diría que se trata de desempolvar una trascendencia que permaneció latente en el olvido. Olvido al que, por acción usual, se somete al artista guatemalteco y su producción casi como actitud de oficio. Desde esta perspectiva hay que tener muy presente que las caricaturas de este autor gozaron en vida de tanta popularidad que no es comprensible que a los que hacen el ejercicio de historiar las artes visuales, salvo excepciones, se les haya pasado por alto como personaje y antecedente creativo.

Periodista y artista visual. Sus contribuciones surgieron en un momento muy difícil para el oficio. Si se trataba de actividades culturales la condición para la tertulia incluía el mensaje presidencial de no hacer política… Manuel Estrada Cabrera no se andaba con juegos. Aún así supo decir lo que quería y de la manera más obvia, a través de la gráfica y su poesía.

La pinacoteca que se exhibe en Casa Santo Domingo presenta retratos que, ya enmarcados y colocados como corresponde a una obra de su rango, nos traen el registro de una época muy especial. Si a los títulos que ya se le dieron a Mon-Crayón le suma su afición a la música, que según los medios de comunicación de su tiempo le acercaban al virtuosismo, vemos lógico que entre los dibujos dejados por él aparezcan figuras de la ópera y empresarios teatrales. Su piano, dicen los periódicos, fue parte de las veladas del desaparecido Teatro Colón.

La muestra celebra cien años de acción profesional. Es probable, sin embargo, que existan trabajos anteriores. Hacia 1907, el autor tenía treinta y tres años y para llegar al punto de síntesis en el que se encontraba es obvio que ya había pasado por el retrato y el paisaje (algo que también se insinúa en los documentos contemporáneos a él). En todo caso vale la pena hacer el viaje a la Antigua Guatemala y visitar la exposición. En ella puede ser que el público descubra algún familiar o recuerde a determinado personaje urbano y ayude en la reconfiguración de un lapso olvidado de la historia del arte de Guatemala. (Continúa).