lunes, 24 de marzo de 2008

José Domingo Beltethón

Mi última columna (lunes, 10 de marzo) la rematé con una breve alusión acerca del sensible fallecimiento de este estimado amigo y artista.

Embajador del arte cobanero por varios años, murió luego de una penosa enfermedad. De nuevo, debo subrayar, el medio cultural está de luto. Poco más de una semana antes había fallecido otro artista poco más joven, también de aquella comunidad artística: Adalberto Caal.

Beltethón efectuó su formación en México. Primero en el Centro de Investigaciones y Experimentación Plástica y poco después en la célebre Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda. Antes que él estudiaron allí Juan Antonio Franco y Rina Lazo (ambos artistas formados en Guatemala previo a la revolución guatemalteca de 1944).

De su trabajo artístico encontré un acercamiento realizado, seguramente, por Rosario Domínguez (Juannio 1992). En éste expresa que José Domingo Belthetón fundamentaba su “trabajo en la estilización y la geometría. En el campo de la pintura” realizó “expresivas estilizaciones de tecolotes, hasta el grado de convertirlos en símbolos de lo prehispánico, que” contrastó “contra un fondo de cúpulas y cimborrios. Un color azul profundo funde las fragmentaciones del espacio y la disparidad de los elementos en una atmósfera densa que, quizás alude, al proceso fatal de la mezcla de dos culturas. En el campo de la escultura el papel integrador del color lo” asumió “la coherencia del diseño”.

En efecto, la obra en bulto de este autor era una superposición de elementos que sobresalían tanto por su composición como por el misterio que emanaban sus personajes. Rodeado de exuberante flora y fauna. Beltethón se enfocó, en los últimos años en crear formas geométricas alrededor de los búhos que patinaba en frío. El misticismo que estos personajes emanan, aunado a su nocturnidad, proporcionaron elementos que fascinan a sus coleccionistas. Hace algún tiempo, patrocinado por la Fundación G&T Continental y Cementos Progreso, S.A., participó con mucho entusiasmo en la realización de algunas obras en concreto. Una de ellas, creada a partir de varios tecolotes de gran dimensión. Ésta se exhibe permanentemente en los jardines del Hotel Villas Antigua.

En el campo de la gestión fue muy activo. Su labor en la Escuela Regional de Arte Alfredo Gálvez Suárez, apuntalada junto a otros artistas también importantes, se volcó en esfuerzos loables para promover, sostener y socorrer las deficiencias económicas en las que el Ministerio de Cultura mantuvo a la institución casi desde su fundación. Conferenciantes, maestros e invitados de otras comunidades fueron a complementar contenidos, a su llamado, a la cabecera departamental de Alta Verapaz. También fundó, su propia academia.

En el caso de la colectiva itinerante Últimos Diez Años de la Plástica Guatemalteca, demostró una diligencia que atrajo grupos considerables de público. De su mano fuimos de Casa D´ Acuña, en dónde realizamos sanas tertulias. Siempre prudente y poseedor de un don de gentes especial, este hombre va a ser recordado por los que tuvimos el privilegio de compartir con él. Descanse en paz.

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