lunes, 21 de abril de 2008

El Áttico y veinte aniversario

Como quien dice nada ya han pasado dos décadas desde que Luis Escobar y mi persona inauguramos El Áttico. Yo no tenía cumplidos los veinticinco y él estaba en sus veintisiete. Uno Maestro de Educación Especial y el otro Abogado y Notario.

¿Quién se lo iba a imaginar? Del estudio de mercado que realizamos por aquellas fechas seguimos todos los consejos excepto uno. Entre los primeros estaba la locación, el complementar la actividad con la venta de antigüedades y ponerle al nombre elegido con la “t” extra (como correspondía a los diseños de marca de aquella época). La indicación que no escuchamos fue la de abrir otro tipo de negocio… El sondeo de factibilidad indicó que lo más que aguantaríamos abiertos era un año. Qué equivocados estaban.

El proceso de evolución nos ha llevado todo este tiempo y continuamos en esa vía sin dormirnos sobre los laureles. De no desarrollarnos a la par de las nuevas tecnologías y los requerimientos de cada época, ya nos hubiéramos quedado en el camino hace rato. Una cosa llevó a la otra y sin darnos cuenta la galería era ya un centro cultural en total convivencia con otras entidades. Hay que decirlo con orgullo; estos convenios –estratégicos para utilizar la jerga del presente- se han fortalecido y desarrollado más allá del frío ámbito de los negocios. Los lazos de amistad han hecho que cada trabajo desarrollado sea un verdadero y grato recuerdo.

En una entrevista reciente, por separado, nos preguntaron ¿qué era lo que más nos llenaba de todo este tiempo? Los dos contestamos lo mismo, sin ponernos de acuerdo: las personas que hemos conocido. Tanto artistas como mortales que aprecian el arte y sumado a ellos, una serie de personajes que transitan alrededor nuestro y que conforman un universo diverso que va desde don Fulgencio (que cobra la basura mes a mes), el octogenario que nos lleva la Prensa Libre, los señores del Agua Salvavidas (que se pelean para subir el tambo de agua a mi oficina para ver los desnudos de Gallardo) o don Sergio López que atiende a nuestros visitantes cuando se nos ocurre hacer un cóctel. Todos son importantes y lo saben.

En el camino conocimos a gente que nos quiso de verdad y que dentro de sus propias complejidades fueron honestos y abiertos. No podremos olvidar nunca a Dagoberto Vásquez y a Anamaría de Maldonado (nuestros padrinos oficiales)… Daniel Schafer, Roberto González Goyri… la calidez de Enrique De León Cabrera, Julio Urruela (a quien conocimos en la casa de nuestro entrañable amigo Luis Álvarez) y hasta Elena Más o Yolanda de Ralda y otra serie de personajes que nos marcaron positivamente. Ni qué hablar de los que están vivos y que hoy son pilares que nos acompañan en el apuntalamiento del sin fin de actividades que conforman nuestra realidad presente.

Veinte años. Asusta pensar en lo rápido que pasan días y da miedo meditar en los otros veinte que nos esperan que, por cierto, ya nos atraparán en la tercera edad. Sin embargo con las energías que poseemos, el amor a lo que hacemos, creemos que nos alcanzarán para eso y más. Este medio es el único del que podemos echar mano para agradecerles a todos su apoyo y compañía… así es que: gracias.

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