lunes, 26 de mayo de 2008

El lector... siempre el lector

El puente del primero de mayo nos sorprendió a muchos con la guardia abajo. Salir de vacaciones un miércoles para regresar lunes, en pleno mes de mayo, no pasa siempre. Si uno escribe los jueves, puede crear problemas para los más olvidadizos. En este caso, yo.

La cosa es que estaba en plena parranda, el jueves, rodeado de buenos y buenas amigas, cuando ya encaminada la fiesta me acuerdo de la columna y por ende del compromiso que tengo con las personas que me leen. Ni la Donna Summer, que acompañaba la tertulia a todo volumen, ni las muchachas de mis tiempos, que bailaban con el frenesí correspondiente a sus bien ganados cuarenta y tantos años, lograron disuadirme de salir corriendo en busca de mi computadora para cumplir con el compromiso adquirido el siglo pasado, en 1996. Nunca he dejado de escribirla, y las veces que no salió en tiempo fue, o por la Guerra de Irak, o porque algo muy preponderante se atravesó en el camino de nuestra historia inmediata y requirió del espacio de cultura -no el del fútbol, por supuesto- para dejar el registro correspondiente.

Mis comparsas me preguntaron qué pasaría si el cinco de mayo no salía la publicación, la estábamos pasando tan bien. Durante el minuto que acaricié la idea, lo primero que pensé fue una especie de pánico. Escribir en un medio de comunicación es una relación de intercambio con el lector. Es, en otras palabras, mucho más que unas simples frases organizadas de modos predeterminados. Sean documentales o personales (como en esta ocasión), estos escritos son una forma de compartir ideas con personas que uno va conociendo poco a poco. Definitivamente era imposible.

El lector, siempre el lector. Él, con su lectura, hace que se cumpla la misión de quienes escribimos. Siempre, al menos en mi caso, hay una respuesta. Es a partir de lo que anoto para Tres puntos... (u otros espacios) que puedo acceder a más y nueva información que compartir. Es gratificante ser abordado y enterarme de que leyeron tal o cual noticia y que les interesa hacerme llegar determinada información sobre x, y o z artista del cual casi no hay datos. No siempre salgo bien librado. Ya sea en la calle o por el correo electrónico, he conocido a gente muy interesante. El primer nombre que me viene a la memoria es el del activista social Josué Canú, solo para citar una firma que me comenta mis columnas de manera asidua.

No me imaginaba que, en mi correspondencia electrónica de ese lunes cinco, recibiría la noticia del deceso de la Revista Recrearte y con él la desaparición de mis En trescientas palabras. El sentimiento de pérdida que tengo es enorme. El público que la acogía era tan diverso como el que me lee en Prensa Libre.

En fin, valga este ejercicio para reforzar el compromiso de que, mientras tenga cabeza, Tres puntos... siga cumpliendo con su misión.

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