Este artista falleció el pasado miércoles a eso de las seis de la tarde. Su trayectoria, que no es pequeña, está mal registrada y por lo mismo se hace difícil reseñarla (trabajo que, por justicia, habrá que realizar con detenimiento en el futuro). Mario Hernández jugó un papel de primer orden junto a artistas como Julia Vela, Ingrid Álvarez, Fernando Navichoque, Rolando Zúñiga, Lucía Armas y Rolando Calvillo, entre otros, en el Ballet Folklórico y Moderno de Guatemala.
Su educación la realizó entre la Escuela Nacional de Danza de Guatemala y el Ballet Moderno de Costa Rica. En Nueva York (EE.UU) también obtendría más conocimiento en el Merce Couninngham Dance Fundation. Sin embargo, hay que anotar que como hombre del escenario fue muy completo ya que, además de bailar, cantaba y actuaba con prestancia.
A Guatemala la representó, a la par de otros destacados bailarines, en distintas representaciones tanto en el continente americano como el europeo. Probablemente llegó también a otras latitudes, pero no tengo documentos de los que echar mano para poder afirmar tal cosa. Su método de enseñanza se basó siempre en el respeto de los recursos formales y las herramientas que estos le brindaban para lograr una creación coherente, siempre casada en lo estético y la figura humana.
En el teatro, más recientemente, Mario Hernández se encargó de coreografías para distintos musicales con varias entidades particulares. Yo lo conocí porque me dirigió en múltiples ocasiones en las producciones de Artestudio Kodaly y, más adelante, tuve el privilegio de compartir como colegas cuando realizamos Mary Poppins. Por sus cualidades humanas, su espíritu solidario y festivo, los que conocimos a Mario lo vamos a extrañar. Descansa en paz, querido amigo.
II Salón Nacional de Grabado
La semana pasada, luego de escribir unas sentidas líneas por el deceso de Josefina Alonso de Rodríguez, realicé un listado de actividades recomendables para su visita. Entre ellas destaqué dos exposiciones relacionadas a las técnicas de grabado. La que está en el Museo Nacional de Arte Moderno, que posee la característica de ser certamen bienal, se inauguró el martes de la semana pasada ante un número incalculable de público. Así de exagerado como suena.
De unas ciento veinticinco piezas participantes, se seleccionaron ochenta. Los primeros lugares los alcanzaron dos de los integrantes del grupo La Torana: Marlov Barrios y Josué Romero, respectivamente. El premio al artista menor de veinticinco años lo obtuvo Mario Santizo. La coincidencia es que los tres pertenecen al Taller Experimental de Gráfica que, hoy por hoy, reune a varios de los artistas más representativos del arte nacional joven del siglo XXI. Por lo mismo, no es de extrañar que alcanzaran tal privilegio.
A parte de estos y los artistas cercanos a su círculo, también se pudo apreciar la inclusión de otros trabajos cuyos marcos conceptuales se alejan del quehacer usual de esos autores. Entre ellos hay que listar la obra de Olga Arriola de Geng... (Continúa).
domingo, 11 de mayo de 2008
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