Casa Santo Domingo está presentando, desde el sábado 13 de septiembre, una retrospectiva del paisajista Jaime Arimany… Arte visual guatemalteco.
Las historias individuales que sostienen su presencia a lo largo del siglo pasado, tan limitado en documentos razonados, siguen tomando forma con este tipo de presentaciones. A partir de la aparición de coincidencias, aportes o peculiaridades, se desvelan y enlazan trabajos de artífices que crearon tanto desde perspectivas individualistas como grupales.
Pese a la escasez de espacios expositivos en la primera mitad del siglo XX, la falta de mercado y de condiciones visibles para el desarrollo cultural artístico en la nación, sus protagonistas hollaron con constancia el terreno empujados por el afán de exponer los productos de sus habilidades. Jaime Arimany pertenece a ese bloque. Si le hubieran dado a elegir, probablemente hubiera optado por ser pintor y no empresario. Sin embargo no tuvo expectativas para sobrevivir holgadamente de lo que hacía en el primer campo profesional (como todos sus contemporáneos) y se convirtió en un prominente hombre de empresa, cabeza familiar que, además, era artista. Como muchos halló el tiempo y con pasión creó un numeroso legado del cual se exhibe, en esta ocasión, una mínima parte. Apenas cuarenta y tres lienzos. En estos óleos es posible apreciar elementos suficientes para visualizarlo dentro de un contexto y proponerlo como uno de los paisajistas más relevantes de su tiempo.
El caso de Jaime Arimany es muy interesante debido a la longevidad de su carrera y los numerosos ejemplos pictóricos que le sobreviven. Trayecto que se puede rastrear desde inicios de la década de 1920, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). Aunque los documentos de la entidad no dejan claro en qué momento fue inscrito, su ingreso tuvo que haberse efectuado antes de 1924, cuando era apenas un adolescente. Él aparece, ese año, en una foto de promoción junto a otros autores entre los que se destacan los nombres de Antonia Matos, Salvador Saravia y Óscar González Goyri. Es sugestivo verlo registrado a la cabeza del glosario -no alfabético- de los “alumnos distinguidos” en la Revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Otra posición que le coloca en un momento vital de las artes del país.
La fecha permite, entonces, localizarlo como parte de la tercera generación de paisajistas guatemaltecos de la centuria, a la par de otras fulgurantes figuras dedicadas a la exploración y desarrollo del “realismo regionalista”. Relación que facilita identificar el tipo de formación inicial por la que pasó. Más adelante continuaría especializándose en la Academia de San Carlos (México), la Ottis (Los Ángeles, EE. UU.) y la Academia Grand Jaumeri (París, Francia). Hacia 1940 ya había participado en varios cursos organizados por el Museo Metropolitano de San Francisco (EE. UU.). También, en ese momento, obtuvo el Gran Premio Internacional otorgado por The Arts and Crafts Club (New Orleans, EE. UU.), institución de la cual pasó a formar parte activa como miembro (continúa).
lunes, 15 de septiembre de 2008
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