El pasado 30 de noviembre Aquelarre Teatro Contemporáneo estrenó, en la nueva sala de Casa Santo Domingo, la obra 1649 del dramaturgo Rubén E. Nájera.
La pieza, premiada en los Juegos Florales Centroamericanos de 1989, destaca por sus contenidos y por la ficción que el autor crea a partir de sucesos y personajes reales como la inclusión del Capitán General, Don Diego de Avendaño o el extraño meteoro incandescente que apareció el 14 de abril de aquel año en los cielos de la capital Santiago.
En la historia implícita paralela, el gobierno español está empobrecido debido a múltiples problemas relacionados con el aparato que sostiene a la corona. Los administradores coloniales no manejan con la claridad necesaria el servicio a su soberano y la madre patria. Es por ello que en enero de 1648 se solicita al rey que autorice que el ayuntamiento cobre renta a los descendientes de los conquistadores y a los pobladores, para sufragar gastos. Contrariamente la iglesia local pasa por buenos momentos y es por aquella época que se está trabajando en enriquecer artísticamente los templos de Santo Domingo y San Francisco el Grande. Contraste en el manejo de fondos que Rubén Nájera deja ver en el desarrollo de su lectura. Amor, odio, venganza, desolación, templanza, son algunos de los sentimientos que surgen al paso en la evolución del trabajo actoral.
Nájera además de la dramaturgia sobresale por una basta producción de sólidos ensayos. Su obra teatral posee un sentimiento especial respecto del rescate de las artes escénicas serias de Guatemala. En este sentido no hace concesiones. Es por ello que distintos directores nacionales y extranjeros, han llevado a la escena trabajos como Historias para la hora del Baño, Quicab, El Huésped de Longinos (La Gran Noche del Mundo), Borreau, Sacra Conversación, Clitemnestra ha Muerto, El Monje y otras piezas entre las que también se encuentran creaciones dirigidas a los infantes. Nombres que no sólo le dan un sentido a la historia reciente del teatro guatemalteco, sino que lo fortalecen y le brindan contenidos formales.
El proceso de evolución del trabajo de 1649, su lectura y los posteriores ensayos, fueron acompañados por Rubén Nájera y otros profesionales invitados que nos ampliaron la panorámica y el contexto en el que se desarrolla la trama. Dimensión que se hace apreciable y que toma un sentido especial, cuando se presenta en un espacio como Casa Santo Domingo, en donde todas las referencias están a la mano y pueden ser percibidas de modo particular por el público. A estas dos instituciones de la cultura se suma un elenco que yo, como director de la obra, considero de lujo. Vallardo Díaz, Vivian Sánchez y William García Silva lo encabezan. Marcela Colom, Roberto Arana, Raymundo Rosales y mi persona (de Aquelarre). Y las jóvenes promesas Antoine Gely y Alexandré Alarcón (de Artestudio Kodaly). Todos contribuyen a crear la magia. Visite www.aquelarrecontemporaneo.blogspot.com
La pieza, premiada en los Juegos Florales Centroamericanos de 1989, destaca por sus contenidos y por la ficción que el autor crea a partir de sucesos y personajes reales como la inclusión del Capitán General, Don Diego de Avendaño o el extraño meteoro incandescente que apareció el 14 de abril de aquel año en los cielos de la capital Santiago.
En la historia implícita paralela, el gobierno español está empobrecido debido a múltiples problemas relacionados con el aparato que sostiene a la corona. Los administradores coloniales no manejan con la claridad necesaria el servicio a su soberano y la madre patria. Es por ello que en enero de 1648 se solicita al rey que autorice que el ayuntamiento cobre renta a los descendientes de los conquistadores y a los pobladores, para sufragar gastos. Contrariamente la iglesia local pasa por buenos momentos y es por aquella época que se está trabajando en enriquecer artísticamente los templos de Santo Domingo y San Francisco el Grande. Contraste en el manejo de fondos que Rubén Nájera deja ver en el desarrollo de su lectura. Amor, odio, venganza, desolación, templanza, son algunos de los sentimientos que surgen al paso en la evolución del trabajo actoral.
Nájera además de la dramaturgia sobresale por una basta producción de sólidos ensayos. Su obra teatral posee un sentimiento especial respecto del rescate de las artes escénicas serias de Guatemala. En este sentido no hace concesiones. Es por ello que distintos directores nacionales y extranjeros, han llevado a la escena trabajos como Historias para la hora del Baño, Quicab, El Huésped de Longinos (La Gran Noche del Mundo), Borreau, Sacra Conversación, Clitemnestra ha Muerto, El Monje y otras piezas entre las que también se encuentran creaciones dirigidas a los infantes. Nombres que no sólo le dan un sentido a la historia reciente del teatro guatemalteco, sino que lo fortalecen y le brindan contenidos formales.
El proceso de evolución del trabajo de 1649, su lectura y los posteriores ensayos, fueron acompañados por Rubén Nájera y otros profesionales invitados que nos ampliaron la panorámica y el contexto en el que se desarrolla la trama. Dimensión que se hace apreciable y que toma un sentido especial, cuando se presenta en un espacio como Casa Santo Domingo, en donde todas las referencias están a la mano y pueden ser percibidas de modo particular por el público. A estas dos instituciones de la cultura se suma un elenco que yo, como director de la obra, considero de lujo. Vallardo Díaz, Vivian Sánchez y William García Silva lo encabezan. Marcela Colom, Roberto Arana, Raymundo Rosales y mi persona (de Aquelarre). Y las jóvenes promesas Antoine Gely y Alexandré Alarcón (de Artestudio Kodaly). Todos contribuyen a crear la magia. Visite www.aquelarrecontemporaneo.blogspot.com
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