El Teatro Colón –finalizado en 1859- fue, durante años, el único centro oficial dedicado a cultura artística. Si bien ese panorama se amplió a las artes visuales con las actividades del “Palacio de Mármol” (construido por la administración de Reyna Barrios), los teatros estilo neoclásico (departamentales) o las actividades de Minerva (de Estrada Cabrera), siempre fue ese edificio el que atrajo a los sectores allegados a las artes escénicas y la farándula que desfiló por sus camerinos.
En este caso también hay registros de Valenti, Iriarte y Moncrayón que guardan ciertas coincidencias en cuanto a temas relacionados con las actividades que allí se desarrollaron. En el caso de Valenti —“Director de Orquesta” o “El Brindis”— bien podrían corresponder a esos espacios culturales paralelos en el que se movían los artistas.
El artista Luis Robles desarrolló en 2001 un trabajo de tesis para su licenciatura en historia del arte analizando la obra de Rafael Rodríguez Padilla y localizó, de 1908, una tinta que puede entenderse en la misma línea sintética. En su investigación también anota que Rodríguez exploró la caricatura (al igual que Valenti, Iriarte y, por supuesto, Moncrayón). El hermano de Valenti, Emilio, regentó un taller de Fotograbado que necesitaba este tipo de encargos.
No se sabe en qué momento Valenti entabla relación con Jaime Sabartés. El catalán arribó a Guatemala a principios de siglo cuando contaba con veintitrés años. Luego viajó a Nueva York y a su regreso al país, hacia 1908, es que conoce a Carlos Valenti y seguramente también a Carlos Mérida, con quienes desarrolla una amistad y ¿cierta tutoría? Si bien, se le considera como una influencia en Mérida, es probable que por el tipo de obra académica que ambos ejercían en aquellos momentos, fuera Valenti quien captara su atención crítica.
La asociación de Sabartés con estos jóvenes artistas, sin demeritar los alcances del catalán, fue manipulada en beneficio biográfico de otros creadores que se relacionaron con él durante las dos siguientes décadas. Esto por la importancia que Sabartés desarrolló —mucho más adelante— como secretario personal de Pablo Picasso. Si se ha de pensar en que Jaime Sabartés ejerció alguna influencia en el biografiado, habrá que aventurar que fue en lo relativo a ciertas composiciones muy específicas: entre ellas —“El Beso”, “Idilio Campestre”, “Idilio” y el propio “Retrato de Jaime Sabartés”. Pese a ello no hay obras de otros contemporáneos que se asemejen a lo propuesto por Valenti en estos trabajos. La pintura de Carlos Mérida era académica por aquellas fechas. De hecho, Sabartés apadrinaría su primera muestra en 1910 la cual estaba compuesta por copias de escenas bíblicas, bodegones y paisajes románticos. Esto marca una gran diferencia con las vistas contemporáneas de Valenti y otros trabajos agrupados en la colección de Morales. Por lo mismo, habrá que poner en razonable duda dicha premisa.
El viaje a París en 1912 fue fugaz. En el camino se quedó Hernán Martínez-Sobral quien terminaría estudiando en la Academia de San Carlos en México… (Continúa, final).
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