Carlos Valenti vio tempranamente un paisaje compuesto por brochazos, generosamente empastados y largos, que se apartaban de otros estilos académicos.
Impresionista, al principio, la luz jugó papel preponderante en la exaltación de sujetos a partir no de sus detalles sino del volumen contrastado de sus formas. En el conjunto lo que destacaba era un bucolismo singular y personal. En este caso el diálogo surgía de la manera de proponer su visión al espectador. Curiosamente, contrario a lo anotado y como lo demuestra el dibujo “Paisaje de Árboles” la esencia de aquellas tablas de modestas dimensiones partía de la línea como punto de referencia.
Del panorama Valenti y sus amigos extraían detalles de las yuntas que pastaban en las inmediaciones del río De Las Vacas, la Puerta Del Norte o a la vera del Cerro del Carmen. Es precisamente de estos detalles en donde más abundan las coincidencias temáticas entre Valenti, Martínez-Sobral e Iriarte. Algunos lápices, inclusive, muestran al mismo semoviente bosquejado desde diversidad de ángulos (no fue posible reunirlos en esta exposición pero sí es factible encontrar los de Valenti en el Museo Nacional de Arte Moderno y los de los otros dos artistas citados en el catálogo publicado por la Fundación Paiz, en mayo de 2005, con motivo de su exposición retrospectiva). Todas estas obras, si se ha de pensar que se realizaron en conjunto, fueron creadas antes o cerca de 1906.
No todo está fechado y es difícil decir a qué momento pertenecen creaciones que lucen como muy individuales. Aun sin poseer calza, sorprenden porque se ven como creación específica que se aleja de los resultados, también personalistas, de sus otros condiscípulos.
Aunque siguió realizando paisaje, hay varios ejemplos de antes de 1912, con temas más oscuros y misteriosos. “El Beso” e “Idilio Campestre” dan buena idea de aquellas propuestas. También hay otros productos sobre papel muy singulares y que denotan una búsqueda interna hacia la síntesis, cuando no transformación de las formas.
Pero había, además, otros puntos de encuentro con el resto de su generación. Probablemente por el tipo de trabajo que tenían González (y el propio Iriarte o su hermano Emilio que trabajaban en diseño gráfico), los artistas a su alrededor se interesaron en la confección de alegorías. Aunque hay documentos de historia del arte que indican que el Art Noveau (el “nuevo arte”) no entró a Guatemala hasta después de los Terremotos de Navidad (1917-18), existen publicaciones y fotografías muy tempranas que utilizaban sus elementos para crear distintos tipos de alegorías. Los Álbumes de Minerva entre ellos o las fotografías de Alberto Valdeavellano, son excelentes ejemplos.
“Vanidad”, “Abundancia”, “sin título I”, pertenecen a este orden de ideas ¿Eran ejercicios o iban a ser utilizados para ilustrar algo específico? Existen algunos ejemplos contemporáneos de estas propuestas en los cuadernos de dibujo de Agustín Iriarte. Posiblemente eran contemplados como parte de algún curso de libre creatividad, composición de decorados… En todo caso esto lleva a otro importante y vital escenario: El teatro Colón (Continúa).
lunes, 19 de enero de 2009
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