En la semblanza que Agustín Iriarte realizara en 1928, para el catálogo de la primera retrospectiva de Valenti, el artista creó un perfil que permite recrear en parte no sólo el espíritu del fallecido, sino algunas de sus motivaciones creativas.
En ella, Iriarte reafirma el pensamiento de que Valenti comenzó como su pupilo y no como su compañero de clases en el taller de Santiago González. De hecho facilita visualizar a un joven músico que, con el beneficio de la compañía del artista, se transformó en pintor. Otro punto que lo hermana a Carlos Mérida quien también tenía muchas posibilidades con el piano. En el Museo Nacional de Arte Moderno hay un carboncillo de Mérida al piano y en la colección del Dr. Morales otro de Mérida trabajando en su estudio de pintura, entre distintos ejemplos atribuidos a él en otras colecciones.
“Notaba —cuenta Agustín Iriarte— cierta tristeza y desencanto, no comprendiendo cómo un adolescente no tuviera esas ilusiones y alegrías propias de su edad. Cuando sonreía era únicamente con ironía y cuando hablaba era breve y conciso en sus pensamientos. Era un observador”.
También da noticia, en esa reseña, de la constante comunicación epistolar que mantuvieron mientras Iriarte permaneció en la Academia de Bellas Artes en Italia (1908-1914). “Preguntábame a menudo —continúa— de los países y museos que visitaba, de los maestros que más me atraían y de las obras o estudios que me ocupaban, haciéndome indicaciones sobre ésta o aquella escuela. Quiero estar contigo, me decía ya en París, yo también sueño en Italia... En todas sus cartas, que aún conservo, como en su persona había observado, se traslucía ese fatalismo y decepción… París, la gran Ciudad Luz de que antes me hablara lleno de entusiasmo, parecía no llenar sus aspiraciones. Parecíame un atormentado”.
En París se inscribieron en la Academia Vitti, bajo la tutela del fauvista holandés Kees Van Dongen y del español Hermenegildo Anglada Camarasa. Su residencia la tenían en el 32 Rue des Fossés-Saint-Bernard, lugar en donde se pegaría “dos tiros al corazón” que le cegaron la vida. Por lo breve del lapso y por lo poco fechado que de él hay en Guatemala, es sólo con los trabajos más obvios que se puede asumir lo que allá estaba haciendo: “Puente Sobre el Sena”, es un trabajo urbano con dimensiones modestas que reflejan la visión Impresionista, no académica, por la que transitaba en aquellos momentos. La ausencia de presencia humana, la selección pictórica de los ocres y fríos, matizan un espíritu melancólico dentro del conjunto. Pintura que contrasta con los coloridos de otros óleos contenidos en el legado Morales. Probablemente, por la naturaleza compositiva de la obra y por tratarse de desnudos masculinos, sean de ese momento “San Jerónimo II” y “Varón al Desnudo”.
La muestra finalizó este fin de semana pero la obra de teatro de Halfon, que narra su historia, se presentará los sábados a las cuatro de la tarde en el Colegio Mayor de Santo Tomás, auspiciada por Casa Santo Domingo y Aquelarre.
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