Hace apenas cien años, en 1909, Carlos Valenti estaba en plena producción… también, conocería, más o menos por aquella época, a uno de sus grandes amigos: Carlos Mérida.
El nombre de Valenti lleva consigo la garantía de una creación que, en poco tiempo y a pesar de la juventud del autor, aportó elementos a la pintura de su tiempo. Además trae a la memoria una Guatemala de principios de siglo XX, muy diferente a la que se vive hoy. Aquella era tierra de soñadores, poetas, músicos… artistas todos que tenían que demostrar su talento con las manos, su capacidad de mezclar colores o la manera que moldeaban la materia. Claro, eso fue hace cien años y los usos y costumbres son otros hoy.
La semana pasada cerré el artículo de fin de año comentando que pronto, este 24 de enero, se estrenará la obra de teatro Ésta no es una Pipa (Carlos Valenti), de Eduardo Halfon, en el teatro de Casa Santo Domingo. El libreto es una adaptación del libro homónimo Ésta no es una Pipa, Saturno cuya ficción entremezcla personajes históricos en una posible relación que desvela el drama final del trágico pintor. Evento muy atractivo porque hay muchas personas vivas que se cruzaron el tiempo con algunos de los aludidos en el play.
Es bueno recordar que durante todo este mes se exhibe en la sala Marco Augusto Quiroa del Corredor de los Museos, la colección que perteneciera al doctor Manuel Morales.
Según Agustín Iriarte fue Valenti “rebelde a todo lo académico, el carboncillo, el lápiz o el pincel corren sin freno ni reparo, no se detiene en el detalle, ni se preocupa en borrar un solo trazo. A líneas sobrepone líneas, a colores sobrepone colores. Y es precisamente esa aglomeración de colores y de líneas, brotados al parecer, sin orden ni concierto el elevado concepto de su obra dinámica, agresiva, impresionable y realista por excelencia” (1928).
Si se toma en cuenta que Carlos Mauricio Valenti nació en Francia (1888) y falleció allí mismo (1912) lo primero que sobresale es que fue un autor precoz que brilló con luz propia, muy tempranamente y durante un lapso verdaderamente corto en Guatemala. Lo que se conoce de su producción son unas setenta piezas entre bocetos y pinturas al óleo. De ellas, más de cincuenta se focalizan en una sola pinacoteca muy respetada: la Colección del Doctor Manuel Morales (hoy en manos de otro particular que ha sabido hacer eco a la dimensión del tesoro que tiene entre manos). Gracias a esta colección, el empeño de sus amigos e historiadores independientes, Carlos Valenti, su legado y aportes, han sido apreciados y revalorados, cada cierto período, durante el siglo XX y lo que va del XXI.
Cuando la obra está junta, siempre hay algo nuevo que relacionar y que aportar. ¿Habrá sido Carlos Valenti el punto de encuentro con una generación de características brillantes? Habrá que ver en la esencia de los documentos en que lo mencionan sus contemporáneos, una solidaridad especial que no se dio, de la misma manera, entre los demás... (Continúa).
lunes, 5 de enero de 2009
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