lunes, 25 de mayo de 2009

Serigrafías en la sala Carlos Mérida

En el marco de “Arte en mayo”, la Fundación Rozas Botrán dedicó un espacio especial a la técnica serigráfica.
Bajo la premisa “por los más necesitados”, se inauguró el pasado miércoles 13 de mayo, en el Museo Nacional de Arte Moderno, una variada colectiva en la que también se incluyen pinturas, fotografías, xilografías y esculturas de diversos autores. La pluralidad que compone el conjunto permite ver trabajos en los que destacan creaciones de esencia popular, pasando por paisajismo y hasta expresiones más contemporáneas. De este modo los artistas se unen a los coleccionistas en una visión humana que pretende ayudar a otros.
La serigrafía es considerada un refinamiento de la impresión con plantillas. Las impresiones más antiguas de las que se tiene memoria provienen de las Islas Fidji y fueron realizadas por los nativos para imprimir telas en un sistema muy primitivo pero eficaz: recortaban patrones en las hojas de los platanares y luego aplicaban tintes orgánicos (vegetales) sobre cortezas y tejidos. Los japoneses llegaron a aplicar hasta cinco colores. La técnica fue evolucionando durante la Edad Media ya que se utilizó, inclusive, para decorar naipes y otro tipo de ornamentos. Esto último se logró gracias a una maquinaria manual más sofisticada en la que se utilizó madera.
El proceso moderno en color se hace por medio del estarcido. Este método consiste en el traslado de un dibujo o diseño de una superficie determinada a otro soporte. Esta manera es utilizada también en la pintura mural para pasar el diseño de un cartón al muro sobre el que se pintará al fresco. Tradicionalmente se realizaba perforando los contornos del dibujo en el papel o cartón con orificios alienados a través de los cuales se señalaban marcas con barritas de hulla o bien se hacía pasar polvo de carbón u otro pigmento. En el proceso manual se fija el estarcidor a una malla de seda —tupida y estirada— sujeta a un bastidor de madera. El color se aplica con un rodillo, uno por vez, esparciéndolo a través de las partes recubiertas de la pantalla.
La maquinaria actual se ha refinado hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, cuando el proceso es artístico y no industrial, siempre es necesaria la presencia de un artista que vigile y acompañe todo el trayecto hasta el final. Es allí donde Ramón Ávila, y ahora su hijos Ricardo e Isabel, han jugado un papel fundamental en el desarrollo de la serigrafía en Guatemala.
La colección que hoy se exhibe en esta sala proviene de la empresa familiar Arte Papel, S.A. La misma es parte de una extensa colección que ha sido cuidadosamente producida y que incluye el trabajo de reputados artistas fuera de la república.
Es muy significativo que este encuentro se dé en una sala dedicada a uno de los padres de la gráfica moderna guatemalteca: Carlos Mérida.
Este artista realizó —desde 1928 y hasta 1984 (año de su muerte)— múltiples aportes en el campo del grabado. En este sentido, el Museo Nacional de Arte Moderno de Guatemala posee la colección más importante que existe de toda su producción gráfica.

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