lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Le retocaron el niño?

Y probablemente se “re-cantaron” en él. No encontré una mejor frase para describirlo y captar su atención queridos lectores.
Guatemala es un país muy especial. Generalmente el que tiene es tan ignorante de lo que posee como el que no tiene nada. Las familias pudientes (o que lo fueron en algún momento) heredan objetos artísticos sin la mayor noción de la responsabilidad que reciben al convertirse en custodios de un patrimonio irrepetible. Hay cosas que están mejor conservadas por el polvo que en manos de retocadores, restauradores y otras malas hiervas improvisadas que seguramente le van a quitar todo el valor artístico a su objeto precioso.
Desde la posición que ocupo en mi trabajo, he sido y soy testigo de las barbaridades que la gente hace con sus valores. Desde verdaderas joyas coloniales hasta trabajos contemporáneos corren peligros inimaginables por la falta de cultura general de sus propietarios. Que sean los dueños no los excusa para que destruyan piezas con pretextos que personas con más de dos dedos frente no darían: “yo creí”, “yo pensaba” o “la fulanita me dijo”, son los más comunes para lucir como ignorantes y ¿por qué no? un tanto estúpidos.
Si por un lado están los incautos, por el otro están los que se pasan de vivos y ofrecen el oro y el moro sin ningún pudor y lo peor, sin castigo. Generalmente uno entrega las joyas preciosas y ellos nos devuelven espejitos si no que espejismos. La tecnología contemporánea es capaz de crear ficciones que engañan a los más expertos ¿a que me refiero? Las computadoras, por ejemplo, son capaces de crear sofisticaciones de miedo. Hoy en día el escáner de una acuarela, bien impreso, puede pasar como original.
Es por ello que la ética es un valor que debe de estar de por medio en cualquier transacción que se haga.
En estos casos los dichos de los bisabuelos pueden ser providenciales. “Si el río suena es porque piedras lleva”, “no todo lo que brilla es oro”, “río revuelto, ganancia de pescadores”, “en el país de los ciegos el tuerto es rey” y para los que ya metieron la pata, “mal de muchos, consuelo de tontos” ¿Por dónde viene el regaño? Es muy sencillo, es alarmante la cantidad de farsantes que se están haciendo cargo de objetos artísticos que, en el mejor de los casos, son robados cuando no destruidos. Una tras otra desfilan personas, desoladas, con historias previsibles porque o los estafaron o porque, de buena fe, trataron de venderle a un pícaro un objeto que de todas maneras no pagó. “Dime con quien andas y te diré quien eres”.
Uno no le entrega la vida a un médico solo por inspiración. Existen segundas y terceras opiniones. Pues lo mismo pasa en el caso del arte. Cuando uno posee o va a adquirir un valor tiene la obligación de informarse y si tiene dudas de consultar. A veces se hace hasta sospechoso encontrarse con que hay más cuadros de un autor muy apreciado muerto en circulación que cuando éste estaba vivo. No sea Näif, no se deje babosear.

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