lunes, 9 de noviembre de 2009

Jorge Castañeda

El 28 de octubre, G&T Continental entregó a Jorge Castañeda y a Casa Santo Domingo (Diego Castañeda) Dos Arrayanes de Oro.

La distinción la motivó los muchos aportes que la familia Castañeda y Casa Santo Domingo han hecho en pos de la cultura guatemalteca. El honor de dirigir unas palabras a don Jorge, en la sala de actos oficiales del Palacio Nacional, recayó en mi persona, y queridos lectores no tienen idea de lo honrado y agradecido que me sentí de participar de este justo homenaje a quien tanto ha hecho por muchos. En lo personal y gracias a don Jorge —lo mismo puedo anotar de G&T Continental— he encontrado una dimensión en un medio que suele ser cuesta arriba para los artistas. También debo acotar que lo aprecio profundamente porque ha sido bondadoso conmigo sin obligación de serlo y porque él realmente se deja apreciar con facilidad.
He de reconocer, con un poco de vergüenza, que me tardé algún tiempo en entender con claridad quién era ese don Jorge Castañeda del que los artífices hablaban todo el tiempo. El bajo perfil que este hombre proyecta no iba de la mano con el impacto de lo que hacía. Su labor, sin embargo, la conocía y veía con reverencia: Casa Santo Domingo y su red de museos. La acción obnubilaba totalmente el origen productor de la misma.

Cuando por fin llegué a él descubrí que lo que estaba detrás resultaba tan o más interesante que la propia faena que este mecenas moderno impulsaba. Este era Jorge Castañeda, y a él se le puede definir como un personaje cálido con sus amigos y generoso con todos los que se acercan a él. En su honor hay que mencionar que el empresario se lo había jugado todo apostando a una carta que otros hubieran dejado pasar sin pensarlo dos veces. Hizo de un tiradero de ripio un hotel cinco estrellas y de paso creó una red cultural única.
El Corredor de Museos es un área en donde se pueden visitar múltiples tipos de muestras de las épocas precolombinas, coloniales, independientes y contemporáneas, además del arte extranjero que constantemente visita sus salas.

En lo práctico, Jorge Castañeda (y su familia), le están dando a Guatemala un espacio de existencia que no tiene comparación alguna con ningún otro esfuerzo de esta naturaleza que yo conozca o que esté historiado. Sus barcos, como los de Colón, se dirigen hacia una meta que, si en un principio parecía utópica, hoy es toda una realidad tangible que se refleja en educación para los guatemaltecos y en todo un legado de rescate, protección y promulgación de fondos culturales que de otra manera estarían perdidos en la memoria de los tiempos.

A lo anotado hay que sumar el proyecto anexo que adecuó una montaña completa para un centro cultural que respeta lo ecológico y que le suma nuevos valores a Antigua Guatemala. Proyectos que no son más que el reflejo de las inquietudes de este guatemalteco número uno que, contra viento y marea, contra cualquier pensamiento lógico, se enfocó en creer en lo nuestro.

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