“Y la instalación, con el cerco de estas fotos, está haciendo la famosa ‘mise en abîme’”.
“Es decir el proceso de ‘las cajas chinas’, o replicación infinita del sistema (o imagen, o idea etcétera) adentro de sí mismo garantía suprema de la fuerza de un trabajo, como un martillazo que nos adentra una idea: el cerco cerca, y nos encontramos cercados por este: sur-añade un significado de encarcelamiento, de encarcelamiento en el propio sistema que nos hemos creado, como una alienación de la cual no podemos salir”.
“Ves que tu intención está no solamente clarísima, pero amplificada por la manera misma que escogiste para tu tema: la foto de un fenómeno bien preciso, colocada en un sistema que es redundante con el fenómeno y con ello mismo”.
“Quisiera poder ver todo esto en realidad, mi querida amiga, más que todo para sentir físicamente esa sensación total de asombro/enajenación-encarcelación que puedo intuir desde tus fotos, y te digo ¡Felicitaciones!” Y la firma: Veronique.
Pues en esencia eso es la muestra. Es un reflejo de la chapinidad que a diario nos define y que en ese contexto nos pone límites y paisajes a los que nos acostumbramos. Sin protestar. El que puede se encierra y el que no se queda fuera. Sin embargo, dentro de los contenidos lo que pesa es el conjunto estético y la visión de una artista formada y rigurosa que aprendió cosas simples como que un paisaje se pinta de atrás para adelante o que para deformar en busca de los abstracto hay reglas que entender.
Regina es dibujante, pintora, grabadora, escultora, instaladora y pareciera que desde siempre ha tenido muy claro el papel que juega ella como artista y el respeto que la obra como producto de su cabeza merece. En ese sentido toda su producción pasada refleja claramente las inquietudes por las que iba atravesando y cómo las podía resolver a partir de los formatos elegidos. Joven, esposa, madre, abuela, mujer, dama, profesional, artista, guatemalteca. Todas en una. No hay en el trayecto ni traumas irreversibles ni conflictos de personalidad. Ella es la que es y desde esa perspectiva produce y encuentra resultados.
No me queda mucho más que anotar, ya que Veronique me comió el mandado. Sin embargo, puntualizo que es loable el ímpetu con el que Regina de Batres se lanzó al escenario de las artes visuales. Su producción, pese a ser ella una artista que se inició a principios de los años 1960, sigue siendo fresca y se ubica entre lo más sobresaliente del siglo XXI, a la par de las propuestas de los autores inquietos y llenos de fuerza. Esta vitalidad surge de una conciencia muy clara relacionada con el objeto artístico, su dimensión como expresión y el entendimiento absoluto de los subtextos que surgen en el proceso creativo de la obra. Aunque es una autora de estudio, como las de antes, en su taller se crean proyectos que ven la luz después de arduas jornadas de cabildeos de conciencia.
lunes, 28 de diciembre de 2009
lunes, 21 de diciembre de 2009
Carta a Regina de Batres
Cuando fui a ver la muestra de Regina de Batres al Museo Nacional de Arte Moderno lo único que pude pensar fue en cómo ha evolucionado esta artista.
Maestra, hubiera dicho Dagoberto Vásquez. Independientemente a lo que yo interpreté, me topé con una carta que la artista visual Veronique Simar le escribió. Como consideré que las ideas de Veronique se ajustaban a mis percepciones y que es una pena que este documento no se publique, decidí incluirlo en este espacio para compartirlo con el público. Esta exposición, por cierto, estará abierta hasta antes de la Noche Buena.
“Desde fotos sobre fotos. Antes de recibir este mail tuyo de hoy con las fotos de lo que vas a exponer, la imagen de la invitación se había quedado grabada en mi mente... ¡pero sin las bolsas plásticas! Tan fuerte había sido el impacto del enredo de la planta con el ahora ubicuo “razor-blade”: para mí era como una fotografía instantánea del enredo de la generosidad de la Madre Naturaleza, que provee sin preguntas —sin miedo, sin discriminación, a todos los vientos, a donde sea, y para cualquiera— con la pequeñez y mezquindad del Hombre, que se ha creado “un su hogar”, “un su lugar”, “un su mundo”, a proteger de la violencia que él mismo se ha creado, con su falta de armonía entre los seres, su falta de generosidad, su propiedad privada, su interés propio de muy corto plazo, etcétera. En una sola foto escribías en mis ojos un símbolo fuerte del lado oscuro de esa “civilización moderna y occidental que sigue haciéndonos daños, a grande como a pequeña escala”.
“Me acabas de dar las razones que te llevaron a realizar este trabajo, tu deseo de crear una conciencia de cómo hemos destruido nuestro paisaje cotidiano. Con mi reacción primera, puedes ver que tu trabajo despierta un significado múltiple, rico, polivalente, ¡y esto es chévere!”
“Ahora que miro las otras fotos, logro ver las bolsas de plástico tiradas a donde sea, símbolo del poco respeto a nuestro entorno y de dejadez, lo que va en el mismo sentido que me había dado la foto de tu invitación, pero que se afina. Y, como tú dices, la estética de todo esto te apareció. Aún así, nuestro paisaje cotidiano de repente es bello en tus fotos. Es cierto realmente que las cosas más feas se vuelven estéticas una vez resaltadas y aisladas: esto es la tarea del artista, y lo sabes, ¿verdad? Pero nos hace tomar conciencia también de que todo tiene sus dos lados (lo feo con lo bello en este caso) y nos da una visión más holística del mundo, llevándonos paulatinamente a una aceptación de esa dualidad de la realidad —el Yin y el yang— de la sabiduría oriental tal vez. Así que este trabajo tuyo amplió tu conciencia, eso significa que es un “trabajo real sobre tu modo de enfocar el mundo, al mismo tiempo que compartes esta nueva visión con otros para que la agarren un poco: te felicito de verdad por este acto artístico de primer orden”. (Continuará.)
Maestra, hubiera dicho Dagoberto Vásquez. Independientemente a lo que yo interpreté, me topé con una carta que la artista visual Veronique Simar le escribió. Como consideré que las ideas de Veronique se ajustaban a mis percepciones y que es una pena que este documento no se publique, decidí incluirlo en este espacio para compartirlo con el público. Esta exposición, por cierto, estará abierta hasta antes de la Noche Buena.
“Desde fotos sobre fotos. Antes de recibir este mail tuyo de hoy con las fotos de lo que vas a exponer, la imagen de la invitación se había quedado grabada en mi mente... ¡pero sin las bolsas plásticas! Tan fuerte había sido el impacto del enredo de la planta con el ahora ubicuo “razor-blade”: para mí era como una fotografía instantánea del enredo de la generosidad de la Madre Naturaleza, que provee sin preguntas —sin miedo, sin discriminación, a todos los vientos, a donde sea, y para cualquiera— con la pequeñez y mezquindad del Hombre, que se ha creado “un su hogar”, “un su lugar”, “un su mundo”, a proteger de la violencia que él mismo se ha creado, con su falta de armonía entre los seres, su falta de generosidad, su propiedad privada, su interés propio de muy corto plazo, etcétera. En una sola foto escribías en mis ojos un símbolo fuerte del lado oscuro de esa “civilización moderna y occidental que sigue haciéndonos daños, a grande como a pequeña escala”.
“Me acabas de dar las razones que te llevaron a realizar este trabajo, tu deseo de crear una conciencia de cómo hemos destruido nuestro paisaje cotidiano. Con mi reacción primera, puedes ver que tu trabajo despierta un significado múltiple, rico, polivalente, ¡y esto es chévere!”
“Ahora que miro las otras fotos, logro ver las bolsas de plástico tiradas a donde sea, símbolo del poco respeto a nuestro entorno y de dejadez, lo que va en el mismo sentido que me había dado la foto de tu invitación, pero que se afina. Y, como tú dices, la estética de todo esto te apareció. Aún así, nuestro paisaje cotidiano de repente es bello en tus fotos. Es cierto realmente que las cosas más feas se vuelven estéticas una vez resaltadas y aisladas: esto es la tarea del artista, y lo sabes, ¿verdad? Pero nos hace tomar conciencia también de que todo tiene sus dos lados (lo feo con lo bello en este caso) y nos da una visión más holística del mundo, llevándonos paulatinamente a una aceptación de esa dualidad de la realidad —el Yin y el yang— de la sabiduría oriental tal vez. Así que este trabajo tuyo amplió tu conciencia, eso significa que es un “trabajo real sobre tu modo de enfocar el mundo, al mismo tiempo que compartes esta nueva visión con otros para que la agarren un poco: te felicito de verdad por este acto artístico de primer orden”. (Continuará.)
lunes, 14 de diciembre de 2009
Olga Arriola
No es raro encontrar, cada poco, noticias referentes a la inagotable labor de esta autora.
Olga Arriola de Geng no solo ha desarrollado una carrera artística. Siempre en un espiral ascendente, sus inquietudes la han llevado a culminar, también, tratados que se han convertido en verdaderos logros en distintos campos académicos, entre ellos los referentes a los usos y expresiones culturales de los guatemaltecos. En lo etnográfico se ha especializado tanto en los vestuarios regionales y los accesorios que componen el universo de tradiciones como los usos expresivos de sus distintas comunidades.
Su nuevo aporte es una fusión de capacidades personales en donde se manifiestan, de paso, sus propios talentos artísticos. Se trata del libro Danzas, bailes y máscaras de Guatemala, publicado con la editorial Serviprensa Centroamericana. El documento rescata y pone de manifiesto la existencia de más de cien bailes ceremoniales y otras expresiones festivas —con sus vistosos trajes y utilerías— practicadas en los distintos municipios de Guatemala. Visión que incluye a los coloridos y rítmicos garífunas.
El valor de este trabajo se manifiesta desde distintas perspectivas. Primero porque pone en contexto tradiciones locales que no conocen otras latitudes distanciadas por la geografía. Luego porque sugiere un calendario, por temporada, que permite crear itinerarios de observación que pueden ayudar a percibir las variaciones que van surgiendo conforme van evolucionando las culturas que las desarrollan tradicionalmente. Todo esto puede redundar en un recorrido turístico que bien podrían aprovechar el INGUAT y las agencias de viaje, en beneficio de visiones alternativas del interior de la República. Unido a ello van distintos tipos de repertorios que deben convertirse en objeto de protección para la posteridad. En fin, el contenido es exhaustivo, ordenado y tan amplio, que puede dar pauta a que otros estudiosos se adentren en múltiples posibilidades.
El estudio analítico está complementado por ilustraciones, fotografías de diferentes procedencias y estampas xilográficas creadas por la autora. Este inventario, especialmente el creado por Arriola de Geng, es una particularidad que adiciona positivamente en la trayectoria de la artista. Aunque en el libro se convierte en otro tipo de gráfica mecanizada, hay que tomar en cuenta que en la realidad son parte de un proceso creativo (artesanal) muy singular. Primero talla el soporte sacando con gubias trozos de materia, luego entinta con distintos colores las superficies altas de la placa y luego estampa con un tórculo o con otros procedimientos manuales, sobre el papel.
En este campo la artista es considerada como única, debido a los intereses que nutren su imaginación. Aunque las máscaras representadas por ella son abstracciones tomadas de la realidad, no pierden sus características aportando así nuevas visiones al arte contemporáneo guatemalteco. Lo mismo se debe apuntar respecto a su producción en escultura, pintura, mosaico y cerámica ¿no sabe que regalar en Navidad? Pues este libro es una gran opción.
Olga Arriola de Geng no solo ha desarrollado una carrera artística. Siempre en un espiral ascendente, sus inquietudes la han llevado a culminar, también, tratados que se han convertido en verdaderos logros en distintos campos académicos, entre ellos los referentes a los usos y expresiones culturales de los guatemaltecos. En lo etnográfico se ha especializado tanto en los vestuarios regionales y los accesorios que componen el universo de tradiciones como los usos expresivos de sus distintas comunidades.
Su nuevo aporte es una fusión de capacidades personales en donde se manifiestan, de paso, sus propios talentos artísticos. Se trata del libro Danzas, bailes y máscaras de Guatemala, publicado con la editorial Serviprensa Centroamericana. El documento rescata y pone de manifiesto la existencia de más de cien bailes ceremoniales y otras expresiones festivas —con sus vistosos trajes y utilerías— practicadas en los distintos municipios de Guatemala. Visión que incluye a los coloridos y rítmicos garífunas.
El valor de este trabajo se manifiesta desde distintas perspectivas. Primero porque pone en contexto tradiciones locales que no conocen otras latitudes distanciadas por la geografía. Luego porque sugiere un calendario, por temporada, que permite crear itinerarios de observación que pueden ayudar a percibir las variaciones que van surgiendo conforme van evolucionando las culturas que las desarrollan tradicionalmente. Todo esto puede redundar en un recorrido turístico que bien podrían aprovechar el INGUAT y las agencias de viaje, en beneficio de visiones alternativas del interior de la República. Unido a ello van distintos tipos de repertorios que deben convertirse en objeto de protección para la posteridad. En fin, el contenido es exhaustivo, ordenado y tan amplio, que puede dar pauta a que otros estudiosos se adentren en múltiples posibilidades.
El estudio analítico está complementado por ilustraciones, fotografías de diferentes procedencias y estampas xilográficas creadas por la autora. Este inventario, especialmente el creado por Arriola de Geng, es una particularidad que adiciona positivamente en la trayectoria de la artista. Aunque en el libro se convierte en otro tipo de gráfica mecanizada, hay que tomar en cuenta que en la realidad son parte de un proceso creativo (artesanal) muy singular. Primero talla el soporte sacando con gubias trozos de materia, luego entinta con distintos colores las superficies altas de la placa y luego estampa con un tórculo o con otros procedimientos manuales, sobre el papel.
En este campo la artista es considerada como única, debido a los intereses que nutren su imaginación. Aunque las máscaras representadas por ella son abstracciones tomadas de la realidad, no pierden sus características aportando así nuevas visiones al arte contemporáneo guatemalteco. Lo mismo se debe apuntar respecto a su producción en escultura, pintura, mosaico y cerámica ¿no sabe que regalar en Navidad? Pues este libro es una gran opción.
lunes, 7 de diciembre de 2009
La visita al cementerio (3ra. parte)
El segundo encuentro fue a unos pasos de la tumba de Justo Rufino Barrios, en donde había un nicho, parte de un mausoleo sin identificación, que exudaba cierta calidez.
Hay que recordar que aquella noche hacía mucho frío y que desde donde salía esa especie de vaho era de un sepulcro inferior. Era poco probable, por tanto, que retuviera las bondades del sol vespertino (si es que los árboles dejaron que sus rayos pasaran entre las nutridas ramas).
La tercera experiencia fue en una extensa área en la que se percibía calor —una manzana más o menos—. Para la hora, la época del año y el estado del clima general, se podría anotar que hacía hasta un poco de bochorno. Fuera de ese sector, ya lo he anotado, hacía un frío implacable. Algo interesante: todos sentimos ese efecto climático y uno solo de nosotros vio algo —Anabella de León percibió luces fugaces pequeñas y escuchó ruidos extraños como martilleos. Además, fue presa de dolores muy fuertes en las piernas—. Hay que saber que en ese momento los productores nos dejaron distribuidos y en completa soledad, en distintos recintos del cementerio. La diputada y yo nos quedamos allí en donde ni soplaba el aire… ella, a varios metros de mi persona, en donde no podía verla.
La penúltima presencia fue auditiva y sólo yo la experimenté. Escuché a dos mujeres susurrando —no llegué a entender de qué estaban hablando y no me pareció que estuvieran rezando, pero sí diciendo palabras repetidamente—. Finalmente me quedé sin energía y terminé durmiendo a los pies del fastuoso mausoleo egipcio de los Castillo (era el único que tenía la entrada barrida). El resto ya se transmitió o va a salir en el programa de televisión el día miércoles.
Más allá de la visita, que fue una extraordinaria vivencia, creo que hay otros puntos que resaltar. Por ejemplo, un grupo de personas que ha leído esta serie de columnas me manifestó el interés en promover la iniciativa de que el camposanto pase a manos de la Municipalidad. Que cómo podían interesar a Álvaro Arzú —quien tiene célebres ancestros enterrados allí— para que se haga cargo del reto. El Ministerio de Salud realmente no se ha esforzado mucho en otros aspectos más allá de su competencia. Hay que recordar que esta ciudad de los muertos no solo es profanada por ladrones de bronce y otro tipo de depredadores. Es una zona roja en donde se asalta impunemente a los visitantes, y esto, en un lugar de reposo y espiritualidad, es inconcebible. También tengo entendido que aún no está declarada como Patrimonio Nacional, y es precisamente en ese recinto en donde se encuentra gran parte de la producción romántica que hay en el país. Los pocos estudios que conozco resaltan la presencia de tallas importadas que calzan la firma de importantes autores, entre ellos, los de Carrier o Mühr y escultores nacionales como Rodríguez Padilla o Yela Günther, entre muchos. ¿Es que también vamos a dejar perder este espacio en manos de la desidia que domina al guatemalteco contemporáneo?
Hay que recordar que aquella noche hacía mucho frío y que desde donde salía esa especie de vaho era de un sepulcro inferior. Era poco probable, por tanto, que retuviera las bondades del sol vespertino (si es que los árboles dejaron que sus rayos pasaran entre las nutridas ramas).
La tercera experiencia fue en una extensa área en la que se percibía calor —una manzana más o menos—. Para la hora, la época del año y el estado del clima general, se podría anotar que hacía hasta un poco de bochorno. Fuera de ese sector, ya lo he anotado, hacía un frío implacable. Algo interesante: todos sentimos ese efecto climático y uno solo de nosotros vio algo —Anabella de León percibió luces fugaces pequeñas y escuchó ruidos extraños como martilleos. Además, fue presa de dolores muy fuertes en las piernas—. Hay que saber que en ese momento los productores nos dejaron distribuidos y en completa soledad, en distintos recintos del cementerio. La diputada y yo nos quedamos allí en donde ni soplaba el aire… ella, a varios metros de mi persona, en donde no podía verla.
La penúltima presencia fue auditiva y sólo yo la experimenté. Escuché a dos mujeres susurrando —no llegué a entender de qué estaban hablando y no me pareció que estuvieran rezando, pero sí diciendo palabras repetidamente—. Finalmente me quedé sin energía y terminé durmiendo a los pies del fastuoso mausoleo egipcio de los Castillo (era el único que tenía la entrada barrida). El resto ya se transmitió o va a salir en el programa de televisión el día miércoles.
Más allá de la visita, que fue una extraordinaria vivencia, creo que hay otros puntos que resaltar. Por ejemplo, un grupo de personas que ha leído esta serie de columnas me manifestó el interés en promover la iniciativa de que el camposanto pase a manos de la Municipalidad. Que cómo podían interesar a Álvaro Arzú —quien tiene célebres ancestros enterrados allí— para que se haga cargo del reto. El Ministerio de Salud realmente no se ha esforzado mucho en otros aspectos más allá de su competencia. Hay que recordar que esta ciudad de los muertos no solo es profanada por ladrones de bronce y otro tipo de depredadores. Es una zona roja en donde se asalta impunemente a los visitantes, y esto, en un lugar de reposo y espiritualidad, es inconcebible. También tengo entendido que aún no está declarada como Patrimonio Nacional, y es precisamente en ese recinto en donde se encuentra gran parte de la producción romántica que hay en el país. Los pocos estudios que conozco resaltan la presencia de tallas importadas que calzan la firma de importantes autores, entre ellos, los de Carrier o Mühr y escultores nacionales como Rodríguez Padilla o Yela Günther, entre muchos. ¿Es que también vamos a dejar perder este espacio en manos de la desidia que domina al guatemalteco contemporáneo?
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