Una facción contemporánea de las artes salió a buscar adeptos a las calles de San Salvador y La Nueva Guatemala de la Asunción.
La acción tiene su lógica, y es mostrar otra cara para la presión que se vive en dos capitales que se deben considerar como zonas rojas rendidas ante el imparable peso de la violencia. Si bien es cierto que ambas metrópolis han mejorado notablemente el ornato de sus zonas de alto tránsito, trabajo de las municipalidades, sus gobiernos se encuentran hoy impotentes ante la generalizada delincuencia y la tensión urbana que ello provoca.
Arte en Mayo, Corredor Cultural y las alianzas estratégicas de la Fundación Rozas Botrán vuelven a llevar una colección visual a las arterias metropolitanas con fines que deben definirse, indudablemente, como educativos. Según se puede apreciar, el guión museográfico se enfocó en mostrar un abanico de producciones cuya diversidad es manifiesta. Es por ello que en la exhibición se pueden apreciar trabajos de artistas emergentes y artistas consolidados. Con ello se logra apreciar una buena muestra de lo que los artífices de ambos países están haciendo contemporáneamente.
Desde esta perspectiva y más allá de si existe o no una coherencia curatorial, hay que enfocarse en exaltar la intención y el impacto positivo que las distintas producciones puedan ofrecer al público en general. Este último es censor no especializado y, por ende, juzga sin los prejuicios que atormentan el gusto de los especialistas. Al final ¿para quién es que crea el artista? ¿Para un puñado de conocedores? o ¿para aquel que ve, desde otra perspectiva menos viciada, un mundo en el que el color y las formas importan? Ahora bien —para que no se me malentienda—, siempre hay que tener conciencia de que en el arte no cuenta ni lo bonito ni lo feo. Solo lo bueno y lo malo. Lo intermedio está inconcluso o no posee sustancia. En este caso los participantes, con alguna excepción que no mencionaré, caen en el territorio de artistas profesionales y, por ende, son responsables de lo que producen.
Regresando al Corredor Cultural, los resultados del año anterior no podían ser más esclarecedores. El quetzal de Riky López fue votado vía “mensajito” como el trabajo que más convenció. El curador Miguel Flores concordó con una idea que me rondaba en la cabeza. Los que se decidieron por esta opción lo hicieron por el ítem de nuestra nacionalidad, Qué mejor representante de la misma que nuestra ave símbolo. Dejar al público en contacto con los productos artísticos porque las imágenes van hacia él es el sinónimo de: “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. Desde esta perspectiva la misión está cumplida.
Solo queda listar a los seleccionados para el 2010: José Rodríguez, Germán Hernández, Antonio Cañas y Gerardo Cartagena, Alán Benchoam, Tache Ayala, Mónica Torrebiarte, Sergio Valenzuela, Doniel Espinoza, Lucía Rohrlman, Enrique Castillo y Diana Fernández. Conglomerado formado por distintas generaciones que exploran y se manifiestan en variadas disciplinas y exponen en muy diversos escenarios. La colección será levantada el próximo 29 de enero.
lunes, 25 de enero de 2010
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