Y probablemente se “re-cantaron” en él. No encontré una mejor frase para describirlo y captar su atención queridos lectores.
Guatemala es un país muy especial. Generalmente el que tiene es tan ignorante de lo que posee como el que no tiene nada. Las familias pudientes (o que lo fueron en algún momento) heredan objetos artísticos sin la mayor noción de la responsabilidad que reciben al convertirse en custodios de un patrimonio irrepetible. Hay cosas que están mejor conservadas por el polvo que en manos de retocadores, restauradores y otras malas hiervas improvisadas que seguramente le van a quitar todo el valor artístico a su objeto precioso.
Desde la posición que ocupo en mi trabajo, he sido y soy testigo de las barbaridades que la gente hace con sus valores. Desde verdaderas joyas coloniales hasta trabajos contemporáneos corren peligros inimaginables por la falta de cultura general de sus propietarios. Que sean los dueños no los excusa para que destruyan piezas con pretextos que personas con más de dos dedos frente no darían: “yo creí”, “yo pensaba” o “la fulanita me dijo”, son los más comunes para lucir como ignorantes y ¿por qué no? un tanto estúpidos.
Si por un lado están los incautos, por el otro están los que se pasan de vivos y ofrecen el oro y el moro sin ningún pudor y lo peor, sin castigo. Generalmente uno entrega las joyas preciosas y ellos nos devuelven espejitos si no que espejismos. La tecnología contemporánea es capaz de crear ficciones que engañan a los más expertos ¿a que me refiero? Las computadoras, por ejemplo, son capaces de crear sofisticaciones de miedo. Hoy en día el escáner de una acuarela, bien impreso, puede pasar como original.
Es por ello que la ética es un valor que debe de estar de por medio en cualquier transacción que se haga.
En estos casos los dichos de los bisabuelos pueden ser providenciales. “Si el río suena es porque piedras lleva”, “no todo lo que brilla es oro”, “río revuelto, ganancia de pescadores”, “en el país de los ciegos el tuerto es rey” y para los que ya metieron la pata, “mal de muchos, consuelo de tontos” ¿Por dónde viene el regaño? Es muy sencillo, es alarmante la cantidad de farsantes que se están haciendo cargo de objetos artísticos que, en el mejor de los casos, son robados cuando no destruidos. Una tras otra desfilan personas, desoladas, con historias previsibles porque o los estafaron o porque, de buena fe, trataron de venderle a un pícaro un objeto que de todas maneras no pagó. “Dime con quien andas y te diré quien eres”.
Uno no le entrega la vida a un médico solo por inspiración. Existen segundas y terceras opiniones. Pues lo mismo pasa en el caso del arte. Cuando uno posee o va a adquirir un valor tiene la obligación de informarse y si tiene dudas de consultar. A veces se hace hasta sospechoso encontrarse con que hay más cuadros de un autor muy apreciado muerto en circulación que cuando éste estaba vivo. No sea Näif, no se deje babosear.
lunes, 28 de septiembre de 2009
lunes, 21 de septiembre de 2009
FUNSILEC 2009
Guatemala. Si algún nombre posee un significado vital en nuestra vidas es ese.
Vivimos en su territorio y como ciudadanos compartimos tantas cosas buenas y malas pero ¿tenemos una conciencia clara de lo que es nacionalidad? ¿lo que es solidaridad? Hay quienes la definen como “uno de los valores humanos por excelencia”. También se le conoce como “la colaboración mutua entre las personas.” Como sentimiento de unión en todo momento “sobre todo cuando se vivencian experiencias difíciles de las que no resulta fácil salir”. Es, entonces gracias a ella que “es posible brindarle una mano a aquellos que resultan menos favorecidos.” Una semilla, un aporte. En este caso específico, al servicio de niños especiales.
¿Qué es Funsilec? Creo que no es la primera vez que lo anoto, pero vale la pena redundar para crear conciencia (otro de los valores inherentes al ser humano): Es una organización sin fines lucrativos que promueve actividades dirigidas a mejorar y fortalecer la calidad de vida de hombres y mujeres con lesión cerebral. La organización trabaja como centro de captación y al mismo tiempo, distribución de recursos que se convierten en condiciones favorables de vida. De este modo los beneficiados reciben la atención que requieren para desarrollar las habilidades que les permitan integrarse social y productivamente a su comunidad. También cumplen con la misión de informar y sensibilizar a la sociedad para aceptar y cuando se puede, prevenir las causas que causan tales daños. Sus personeros indican que sus menores con lesión cerebral “son personas dignas, con esperanza e ilusión de alcanzar su integración en la sociedad a través del trabajo que realizan cada día para superar los efectos que les ha causado la lesión en el cerebro, por lo que la terapia se convierte en una activad vital en su vida.
El arte -por descontado, el artista y los coleccionistas- ha ocupado un lugar clave dentro de ésta y otras misiones humanitarias. Entidades como Funsilec, Juannio, Rotarios, Rozas Botrán o Junkabal se han hecho cargo de la difícil tarea de mantener vivas sus actividades y hacerlas crecer a pesar de las eternas crisis que atraviesa el país. Curadores y todos los demás colaboradores trabajan cada año (ad honoren) para solidarizarse y cumplir misiones que se han impuesto voluntariamente. Es por ello que, además de los objetivos principales, este tipo de actividades adquieren un papel formador diferente ya que de paso sensibiliza y forma gusto. Una tarea que es necesaria a todos los niveles ¿Cómo lo hace? Primero a partir de una selección que depurara lo que los jurados consideran con los méritos suficientes para ser expuesto y ofrecido como inversión. Segundo, acercando ese producto creativo al público en general quien, además de conocer algo de nuestra cultura creativa, tiene otras opciones de formación que no ofrece ningún centro educativo del país.
Esta sexta edición de Funsilec se abrirá al público el jueves 24 de septiembre en el Hotel Real Continental y podrá ser visitada hasta el día 16 de octubre. Acérquese a esta jornada solidaria y pregunte cómo puede ayudar.
Vivimos en su territorio y como ciudadanos compartimos tantas cosas buenas y malas pero ¿tenemos una conciencia clara de lo que es nacionalidad? ¿lo que es solidaridad? Hay quienes la definen como “uno de los valores humanos por excelencia”. También se le conoce como “la colaboración mutua entre las personas.” Como sentimiento de unión en todo momento “sobre todo cuando se vivencian experiencias difíciles de las que no resulta fácil salir”. Es, entonces gracias a ella que “es posible brindarle una mano a aquellos que resultan menos favorecidos.” Una semilla, un aporte. En este caso específico, al servicio de niños especiales.
¿Qué es Funsilec? Creo que no es la primera vez que lo anoto, pero vale la pena redundar para crear conciencia (otro de los valores inherentes al ser humano): Es una organización sin fines lucrativos que promueve actividades dirigidas a mejorar y fortalecer la calidad de vida de hombres y mujeres con lesión cerebral. La organización trabaja como centro de captación y al mismo tiempo, distribución de recursos que se convierten en condiciones favorables de vida. De este modo los beneficiados reciben la atención que requieren para desarrollar las habilidades que les permitan integrarse social y productivamente a su comunidad. También cumplen con la misión de informar y sensibilizar a la sociedad para aceptar y cuando se puede, prevenir las causas que causan tales daños. Sus personeros indican que sus menores con lesión cerebral “son personas dignas, con esperanza e ilusión de alcanzar su integración en la sociedad a través del trabajo que realizan cada día para superar los efectos que les ha causado la lesión en el cerebro, por lo que la terapia se convierte en una activad vital en su vida.
El arte -por descontado, el artista y los coleccionistas- ha ocupado un lugar clave dentro de ésta y otras misiones humanitarias. Entidades como Funsilec, Juannio, Rotarios, Rozas Botrán o Junkabal se han hecho cargo de la difícil tarea de mantener vivas sus actividades y hacerlas crecer a pesar de las eternas crisis que atraviesa el país. Curadores y todos los demás colaboradores trabajan cada año (ad honoren) para solidarizarse y cumplir misiones que se han impuesto voluntariamente. Es por ello que, además de los objetivos principales, este tipo de actividades adquieren un papel formador diferente ya que de paso sensibiliza y forma gusto. Una tarea que es necesaria a todos los niveles ¿Cómo lo hace? Primero a partir de una selección que depurara lo que los jurados consideran con los méritos suficientes para ser expuesto y ofrecido como inversión. Segundo, acercando ese producto creativo al público en general quien, además de conocer algo de nuestra cultura creativa, tiene otras opciones de formación que no ofrece ningún centro educativo del país.
Esta sexta edición de Funsilec se abrirá al público el jueves 24 de septiembre en el Hotel Real Continental y podrá ser visitada hasta el día 16 de octubre. Acérquese a esta jornada solidaria y pregunte cómo puede ayudar.
lunes, 14 de septiembre de 2009
El Sueño de los Justos
Gracias al trabajo que capitaneó Silvia Herrera U., la biografía de Delfina Luna, volví los ojos al siglo XIX con mucha más curiosidad.
Esta etapa es singular y si hay un lapso para explorar a fondo es ese período en que Guatemala era un incipiente país independiente y sus ciudadanos completamente púberes respecto al manejo de la nación —bueno, hay cosas que no cambian ni con el tiempo—.
El teatro me llevó a los textos que se han podido rescatar de Vicenta La Parra y allí, bajo la compañía de la fundación que tiene su nombre, localicé creaciones que vale la pena llevar a los escenarios.
La energía me llevó a una librería y allí, como quien dice nada, un libro me encontró a mí ¿Cómo es eso? Muy sencillo, estaba buscando un diccionario específico y en lugar de comprarlo, adquirí una novela: el sueño de los justos de Francisco Pérez de Antón y con el libro un ficción histórica de calidad indiscutible.
Si ya nadie se acuerda de la importancia de la Revolución de 1920, traten de preguntar a un maestro de… ¿unos 30 años? por la de 1871. Bueno, pues el marco es aquella sublevación y sus protagonistas hombres y mujeres que lucharon por cambiar Guatemala de los cánones conservadores que la gobernaban. De la mano de lo histórico, durante el desarrollo de la trama, Pérez de Antón me situó en escenarios en que se movían las dos damas mencionadas y a otras reflexiones que compartiré en otro momento. De ellas sí mencionaré el Teatro Carrera —que por aquella época se llamó nacional y más adelante el Teatro Colón— que tuvo suma importancia dentro del desarrollo cultural de la clase media guatemalteca. Aquella estancia brillaba ya que los ciudadanos, además de buscar esparcimiento, se educaban y apreciaban compañías extranjeras que traían noticias del resto del mundo. Universo que, dicho sea de paso, estaba bien lejos. Si no tiene idea de cómo se llegaba a Guatemala en el último cuarto del siglo XIX, hay un diario que se puede localizar en CIRMA, escrito por Carolina Salvin. Guatemala estaba en la cola del mundo.
A la par de anécdotas e información valiosa, los políticos y su brazo ejecutor (el Ejército) condujeron al país a lo que parecía una promesa bajo el gobierno de Miguel García Granados y un infierno bajo el mando de Justo Rufino Barrios. Testigo, sin saberlo, de una historia paralela de amor, nobleza, valentía y otras cosas que no tienen que ver con lo humano. Hay que recordarse que si algún personaje debe ser cuestionado por la historia es este. Los contrastes en su gobierno son tantos que, incluso, las causas de su muerte “en batalla” pueden ser comprensibles.
No quiero decir más de la trama. El documento fluye y transcurre con una pasión que atrapa. Cumple con un cometido formador, que no cae en la trampa de lo académico y sí retrata una Guatemala añeja que hoy ya solo existe en fragmentos. Desde la perspectiva que se le quiera ver: la aventura, el hidalguismo, lo histórico, lo romántico, el libro es una fuente de inspiración.
Esta etapa es singular y si hay un lapso para explorar a fondo es ese período en que Guatemala era un incipiente país independiente y sus ciudadanos completamente púberes respecto al manejo de la nación —bueno, hay cosas que no cambian ni con el tiempo—.
El teatro me llevó a los textos que se han podido rescatar de Vicenta La Parra y allí, bajo la compañía de la fundación que tiene su nombre, localicé creaciones que vale la pena llevar a los escenarios.
La energía me llevó a una librería y allí, como quien dice nada, un libro me encontró a mí ¿Cómo es eso? Muy sencillo, estaba buscando un diccionario específico y en lugar de comprarlo, adquirí una novela: el sueño de los justos de Francisco Pérez de Antón y con el libro un ficción histórica de calidad indiscutible.
Si ya nadie se acuerda de la importancia de la Revolución de 1920, traten de preguntar a un maestro de… ¿unos 30 años? por la de 1871. Bueno, pues el marco es aquella sublevación y sus protagonistas hombres y mujeres que lucharon por cambiar Guatemala de los cánones conservadores que la gobernaban. De la mano de lo histórico, durante el desarrollo de la trama, Pérez de Antón me situó en escenarios en que se movían las dos damas mencionadas y a otras reflexiones que compartiré en otro momento. De ellas sí mencionaré el Teatro Carrera —que por aquella época se llamó nacional y más adelante el Teatro Colón— que tuvo suma importancia dentro del desarrollo cultural de la clase media guatemalteca. Aquella estancia brillaba ya que los ciudadanos, además de buscar esparcimiento, se educaban y apreciaban compañías extranjeras que traían noticias del resto del mundo. Universo que, dicho sea de paso, estaba bien lejos. Si no tiene idea de cómo se llegaba a Guatemala en el último cuarto del siglo XIX, hay un diario que se puede localizar en CIRMA, escrito por Carolina Salvin. Guatemala estaba en la cola del mundo.
A la par de anécdotas e información valiosa, los políticos y su brazo ejecutor (el Ejército) condujeron al país a lo que parecía una promesa bajo el gobierno de Miguel García Granados y un infierno bajo el mando de Justo Rufino Barrios. Testigo, sin saberlo, de una historia paralela de amor, nobleza, valentía y otras cosas que no tienen que ver con lo humano. Hay que recordarse que si algún personaje debe ser cuestionado por la historia es este. Los contrastes en su gobierno son tantos que, incluso, las causas de su muerte “en batalla” pueden ser comprensibles.
No quiero decir más de la trama. El documento fluye y transcurre con una pasión que atrapa. Cumple con un cometido formador, que no cae en la trampa de lo académico y sí retrata una Guatemala añeja que hoy ya solo existe en fragmentos. Desde la perspectiva que se le quiera ver: la aventura, el hidalguismo, lo histórico, lo romántico, el libro es una fuente de inspiración.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Pan Dulce
Dicen que la tercera es la vencida. Ya había pasado por la experiencia de actuar para películas en dos ocasiones: Donde acaban los caminos, y un cortometraje experimental sobre los “abusos de los derechos humanos, cometidos durante los arrestos por la Policía Nacional”, que se iba a presentar solamente en Perú y Uruguay.
Cuando fui al cine a ver Donde acaban los caminos me sorprendió encontrarme con que en la película solo aparecía el acercamiento de mi mano izquierda y lo que podía ser mi panza o la de mi vecino. Es tan rápida la toma que nunca me dio tiempo a decidir si la oronda barriga era mía o ajena.
Pese al resultado, aquella experiencia valió la pena porque pude compartir con muchos artistas del panorama nacional y experimenté en carne propia un proceso profesional, por demás interesante, filmado en las ciudades mágicas de Antigua y San Pedro La Laguna. Al final, la única prueba de que estuve en su elenco es que sí salgo en los créditos como actor invitado.
La segunda fue todo lo contrario respecto del profesionalismo y a la honradez a la hora de cancelar nuestros honorarios profesionales (los cuales se evaporaron hábilmente).
Todos los actores fuimos vilmente engañados y sospechamos que nuestro corto sí se presentó en los destinos planeados, pese al pequeño error en la continuidad de una escena.
De esta, solo nos queda a mis compañeros y a mí el grato recuerdo de cómo le sacamos las castañas a la ONG a cargo y al director que, cada vez que nos ve, opta por poner los pies en polvorosa.
Hay que anotar que el camarógrafo, de quien solo recuerdo el nombre, Roberto, es una joya llena de brillantes ideas y con gran capacidad para la dirección. Él también fue estafado.
Pan Dulce me dejó lleno de satisfacciones. Primero, porque Javier del Cid (autor del libreto, director y principal productor del filme) es una artista especial y sensitivo. Esto lo demuestran tanto las secuencias de sus tomas, como el desarrollo visual tan singular alcanzado en el producto final.
Como realizador y casi sin presupuesto, supo sacar provecho a los elementos que tenía a mano y liderar al material humano profesional que encontró como respaldo para el manejo de cámaras y otros aspectos técnicos ajenos a su competencia creadora. Obtener partido de lo que no hay es algo que solo puede hacer un ser creativo. En este sentido espero que sea percibido su aporte al tema del cine en Guatemala. Al trabajo hay que sumarle la intervención de Tatiana Palomo, quien se enfocó en la dirección artística. O sea, la preparación de los actores para cada rol, resultado que queda en manos del público calificar.
Yo, por mi lado, me gocé la compañía de Palomo, Del Cid, y especialmente la de Flora Méndez y Jorge Hernández Vielman, porque tenía muchos años de querer trabajar con ellos. Los dos son unos señores actores. Los protagonistas —Pepe Orozco y Analé Lemus— fueron una revelación, debido al compañerismo y la luz que poseen.
Cuando fui al cine a ver Donde acaban los caminos me sorprendió encontrarme con que en la película solo aparecía el acercamiento de mi mano izquierda y lo que podía ser mi panza o la de mi vecino. Es tan rápida la toma que nunca me dio tiempo a decidir si la oronda barriga era mía o ajena.
Pese al resultado, aquella experiencia valió la pena porque pude compartir con muchos artistas del panorama nacional y experimenté en carne propia un proceso profesional, por demás interesante, filmado en las ciudades mágicas de Antigua y San Pedro La Laguna. Al final, la única prueba de que estuve en su elenco es que sí salgo en los créditos como actor invitado.
La segunda fue todo lo contrario respecto del profesionalismo y a la honradez a la hora de cancelar nuestros honorarios profesionales (los cuales se evaporaron hábilmente).
Todos los actores fuimos vilmente engañados y sospechamos que nuestro corto sí se presentó en los destinos planeados, pese al pequeño error en la continuidad de una escena.
De esta, solo nos queda a mis compañeros y a mí el grato recuerdo de cómo le sacamos las castañas a la ONG a cargo y al director que, cada vez que nos ve, opta por poner los pies en polvorosa.
Hay que anotar que el camarógrafo, de quien solo recuerdo el nombre, Roberto, es una joya llena de brillantes ideas y con gran capacidad para la dirección. Él también fue estafado.
Pan Dulce me dejó lleno de satisfacciones. Primero, porque Javier del Cid (autor del libreto, director y principal productor del filme) es una artista especial y sensitivo. Esto lo demuestran tanto las secuencias de sus tomas, como el desarrollo visual tan singular alcanzado en el producto final.
Como realizador y casi sin presupuesto, supo sacar provecho a los elementos que tenía a mano y liderar al material humano profesional que encontró como respaldo para el manejo de cámaras y otros aspectos técnicos ajenos a su competencia creadora. Obtener partido de lo que no hay es algo que solo puede hacer un ser creativo. En este sentido espero que sea percibido su aporte al tema del cine en Guatemala. Al trabajo hay que sumarle la intervención de Tatiana Palomo, quien se enfocó en la dirección artística. O sea, la preparación de los actores para cada rol, resultado que queda en manos del público calificar.
Yo, por mi lado, me gocé la compañía de Palomo, Del Cid, y especialmente la de Flora Méndez y Jorge Hernández Vielman, porque tenía muchos años de querer trabajar con ellos. Los dos son unos señores actores. Los protagonistas —Pepe Orozco y Analé Lemus— fueron una revelación, debido al compañerismo y la luz que poseen.
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